Hoy, domingo 19 de octubre, se
celebra en todo el mundo católico el Domund, es decir, el día mundial de la
propagación de la fe cristiana. Dentro de este día, destaca una legión de gente
vanguardista, que dejaron su país por sembrar la semilla del cristianismo en el
mundo y, en muchos casos, entregar su propia vida para ayudar a los más
necesitados del planeta.
Miles de religiosas, de
religiosos, de sacerdotes y de seglares han dado sus mejores años por evangelizar
en nombre de Cristo según el mandato que él mismo dio a todos sus seguidores.
El nombre más popular de estas personas es el de misioneros y misioneras. Sus
destinos más frecuentes son los países
del tercer mundo; es decir, los más necesitados de nuestro mundo.
Tengo amigos misioneros y misioneras y hablo
con ellos cuando vienen a descansar unos días al año a España. Es, precisamente España, el país que
envía más misioneros a los pueblos más necesitados. Me han contado muchas veces
que sus objetivos prioritarios son: quitar el hambre con la creación de
comedores para los más necesitados; lo segundo, curar a los enfermos y prever
las enfermedades levantando hospitales; lo tercero, dar cultura con la creación
de colegios; lo cuarto, sembrar la
semilla del Evangelio tal como mandó Cristo.
Actualmente, el continente que
tiene más seguidores del cristianismo es América, evangelizada por los
misioneros españoles. El mismo Papa Francisco es un fruto de la Evangelización
hecha por ellos. A su vez, el
Papa-Francisco se ha convertido en el primer misionero de la cristiandad y el
líder de las grandes religiones del mundo, como un objetivo de unificar a todos
los que creen en Dios.
Desde los doce apóstoles,
enviados por Cristo en el siglo I a todo el mundo, el número de los mártires ha
ido en aumento. Los apóstoles –menos Juan-
murieron mártires. Los primeros cristianos fueron perseguidos y martirizados, sirviendo de espectáculo para
las masas que llenaban los circos. Las primeras órdenes religiosas enviaron
misioneros a todos los continentes y muy pronto comprobaron que el elenco de
los mártires iba en aumento.
Sin embargo, el número de
cristianos no cesaba de crecer. Un
proloquio corría de boca en boca con estas palabras: “La sangre de los mártires
es semilla de cristianos.” En pleno siglo XXI y en muchos países del mundo, los
cristianos siguen siendo perseguidos y martirizados. Pero ellos no mueren
matando, mueren perdonando a sus verdugos, tal como hacían los primeros
cristianos.
Juan Leiva
1 comentarios:
Qué oportunas y agradecidas estas palabras, Don Juan. Nunca debemos olvidar la gran labor que han realizado y siguen llevando cabo tantas personas en beneficio de los más necesitados.Muchas gracias por recordarlo.
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