sábado, 18 de abril de 2015

EL PREGÓN, UNA COMPLICIDAD






La verdad es que yo no tenía el gusto de conocer al pregonero Nicolás Toscano Liria. Quizás, por eso, me mantenía a la expectativa sin más interés. Un sevillano, oriundo de Alcalá, licenciado en Derecho por la Complutense de Madrid y doctor en Literatura Medieval por Massachusetts, ¿qué nos puede decir a los alcalaínos en vísperas de la fiesta de San Jorge? Nos puede soltar un rollazo jurídico, unos poemas embelesadores, o unas vivencias americanizadas. Y ¿Qué hará en la parroquia un auditorio que no concede más de una hora a un pregonero de San Jorge?

Lo vi en los escalones del presbiterio y me acerqué, sin más, para saludarle y desearle suerte. Inmediatamente, me contestó: “Gracias. Tenía ganas de conocerte, como a los demás pregoneros, porque me habéis ayudado con vuestros pregones a preparar el mío. Lo que quiero hacer es hablar de la vida de Alcalá con anécdotas, de la vida de mi niñez alcalaína, de la  de mi familia, de las calles, de los campos, de mi Alcalá. Le estreché la mano y dejé paso a los que querían saludarle. Sin darme cuenta, me había convertido en su cómplice y me entusiasmó la sencillez de su perfil.

Tras la presentación, el pregonero  sacó unos folios, cogió un vaso de agua, dio un trago y ordenó los papeles. Me fui a los asientos de los pregoneros y le dije a Francisco López Cuadrado: “Me gusta el pregonero. Me parece que han acertado. Inmediatamente, me contestó: “Para mí, más que su exhaustiva preparación, no es lo más importante; lo que más valoro es su persona, su sencillez, su cercanía. De nuevo pensé que Paco López era un cómplice más.

A los pocos minutos, el auditorio estaba colgado del  pregón y Nicolás nos había cautivado a todos. Una formidable complicidad que no todos los pregoneros consiguen atraparla. Los oyentes oían entusiasmados, reían al compás de Nicolás y asentían con los retratos y las etopeyas que nos hacía de la gente alcalaína. Pasó una hora en un soplo y nadie hacía intención de levantarse. Y, sin darnos cuenta, le regalamos otra media hora para que siguiera hablándonos de nuestro Alcalá. Una hora y media en un suspiro.

En oratoria se dice que un buen orador no suele ser buen escritor; y lo contrario, que un buen escritor no suele ser buen orador. Sin embargo, Nicolás nos dio una formidable lección de oratoria sencilla y nos habló, al mismo tiempo, de  su especialidad, -la Literatura medieval-, de sus artículos de crítica literaria, orígenes árabes de nuestro Alcalá. Precisamente, la celebración la estábamos realizando en una iglesia cristiana, edificada sobre una mezquita árabe. Enhorabuena, Nicolás, tu pregón ha sido una formidable lección que no olvidaremos y una bonita complicidad con nuestro pueblo.



Juan Leiva







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