Hace ya algunos años, que conocí
a un profesor extraordinario, a un amigo insuperable y a un hombre bueno, José
Antonio Hernández Guerrero. Ha escrito artículos imborrables en el Diario de
Cádiz, en La Voz de Cádiz, en La Janda-Información, y sigue escribiendo en
nuestro blog de Alcalá de los Gazules un ensayo sobre el nuevo humanismo. Su
vida no es otra que una dedicación total al mundo de la lengua y de la literatura española y a sus alumnos y
amigos.
Un día vino a nuestra ciudad de
Alcalá, con el Club de Letras de la Universidad de Cádiz, para tener una clase
práctica en el salón de actos del Centro Cultural Santo Domingo, con los
líricos y escritores alcalaínos. Habíamos oído hablar del catedrático José
Antonio Hernández y lo habíamos visto en muchos acontecimientos como gaditano
emblemático, pero no lo habíamos tenido tan cerca.
En Alcalá nos trató como a
entrañables amigos. Venía a valorar y a felicitar a todos aquellos que tenían
como inclinación vocacional leer y escribir, un público que abunda en nuestra
Ciudad. Los que se rozan con José
Antonio, se contagian de la lectura y de la escritura, porque esa ha sido y es
su vida. Y todos tenemos algún libro suyo.
Si tuviéramos que encuadrar a José
Antonio en algún paisaje, tendríamos que hacerlo en su casa rodeado de libros, frente al ordenador,
consultando y escribiendo; o también, rodeado de compañeros y alumnos en la
Universidad, o pateando la provincia para reunirse con los amigos del Club de
Letras, o visitando a compañeros y amigos enfermos.
Por eso, yo estaba dolorido de
que aún no se hubiera hecho justicia con José Antonio. En su casa tiene casi un
centenar de libros escritos por él y miles de columnas de periódicos esperando
su reconocimiento. Creía que cualquier día se lanzarían a gritar para honrar al
padre que los trajo al mundo. Pero, por fin, Cádiz ha hecho justicia y tenemos
la alegría de poder asistir al galardón que hoy le entregan para que conste en
el elenco de los gaditanos de Ley.
Querido José Antonio: Estoy
orgulloso de poder dirigir esta carta a un hermano mayor. No sé si en edad,
porque te conservas muy bien, pero sí en los méritos que te acompañan. Leí en
el periódico el galardón que te tributan y respiré profundamente, porque era
una deuda que teníamos todos los gaditanos. Pero nos sentimos, al mismo tiempo,
orgullosos, porque participamos, en cierta manera, del trabajo y de la sabiduría que nos has
trasmitido. Muchas gracias por todo. Tenemos que agradecerte, además, que nos
hayas enseñado otra ciencia, la más
difícil, la que consiste en vivir con alegría. Por todo, gracias, muchas
gracias, gadita de Ley.
Juan Leiva Sánchez
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