domingo, 2 de agosto de 2015

HACIA UN NUEVO HUMANISMO - ASUMIR LA REALIDAD


Podemos cerrar los ojos ante los objetos físicos y ante los sucesos reales: podemos ignorarlos, olvidarlos e, incluso, negarlos; pero no está en nuestras manos hacerlos desaparecer como si no hubieran existido. La realidad es tozuda, irrenunciable y, cuando le somos infieles, pagamos sus graves consecuencias de nuestro autoengaño. Por mucho que lo empujemos, el corcho vuelve a salir a flote. No podemos hacer concesiones sobre la gravedad o sobre la dureza de los materiales o sobre la impenetrabilidad de los cuerpos. La realidad física y biológica tiene una naturaleza que hemos de reconocer y aceptar humildemente: si la desconocemos o negamos, se "venga" a su manera de nosotros con un sistema implacable de resistencias y de reacciones.

Pero tengamos en cuenta que la realidad no es sólo física y biológica: es también humana, personal, psicológica, social e histórica. Sus estructuras son más complejas y, por eso, más difíciles de descubrir, de definir y de precisar; pero no por eso son menos efectivas. Y el error respecto a ellas o la falta de respeto también los pagamos con desastres. 


Algunos calvos con las pelucas o con un hábil peinado, no sólo disimulan la carencia de pelos y simulan una gran pelambrera sino que, además, tratan de convencernos a los demás y a ellos mismos de que gozan de una poblada cabellera. No caen en la cuenta de que el disimulo aumenta los defectos y exagera los excesos; pero los engaños suelen ser traicioneros. Podemos corregir y debemos mejorar nuestra manera de ser, pero no cambiar nuestra naturaleza. Los esfuerzos en este sentido generan frustración y tristeza. ¡Hay que ver lo frecuente que es que los ignorantes finjamos ciencia, los torpes simulemos talento, los "malages" aparentemos gracia, los feos presumamos de elegancia, los perversos alardeemos de bondad, los cobardes nos jactemos de valentía, los orgullosos nos vanagloriemos de humildad! No tenemos en cuenta que las falsedades y las falsificaciones producen risa, pena y lástima.       


José Antonio Hernández Guerrero                                                   

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