A partir de hoy me propongo esbozar unas breves y sencillas
reflexiones semanales sobre algunas claves que nos ayuden a identificar los
ingredientes y a explicar los factores de nuestro bienestar personal,
familiar y social. Por supuesto que no
ofreceré fórmulas mágicas o remedios milagrosos,
ni tampoco propondré teorías originales y completas sobre la felicidad humana,
aunque sí tendré en cuenta las principales aportaciones del pensamiento y de la
ciencia, especialmente las de la Psicología y las de las Neurociencias.
Ojalá estas elementales ideas sirvan para estimular
unas reflexiones personales de cada uno de nosotros sobre nuestras propias
vidas. Parto del supuesto de que las experiencias, cuando son adecuadamente
analizadas y digeridas, constituyen fuentes fecundas de las que dimanan las enseñanzas
más lucidas y más prácticas. Estoy convencido de que cada uno de nosotros
guarda, en el interior de la propia conciencia o en el centro neurológico del
cerebro, las claves del propio modelo
de bienestar. No tengo la
menor duda de que, de manera más o menos acertada, todos nos esforzamos permanentemente
para alcanzar la necesaria y, por lo tanto, la posible felicidad. Aunque no siempre
las sepamos explicar con palabras técnicas, todos conocemos y aplicamos diferentes
fórmulas válidas para sentirnos bien.
Si es cierto que, a veces, cerramos los ojos para no
ver los caminos que nos conducen a un bienestar razonable, también es verdad que, apoyándonos en las
sensaciones placenteras, en las emociones intensas, en los sentimientos gratos
y en las ideas nobles, será útil trazar unas pistas generales que nos orienten
en la búsqueda de ese bienestar necesario,
posible y obligatorio.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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