Para nosotros los andaluces, todo
comenzó cuando un árabe, llamado Tárif, con un grupo de africanos, pusieron sus
pies en un lugar de Andalucía que, desde entonces, se llamó “Tarifa”. Un año
después, otro árabe casi con el mismo nombre-Táriq-desembarcó con otro grupo en
el Peñón y se afincó en la roca, denominándola “Gibral-Táriq-“, es decir,
Gibraltar, tal como la seguimos pronunciando hoy. Ahí comenzamos a tomar
contacto con los musulmanes y con sus costumbres islámicas. Hoy, después de
ocho siglos, a todo el que haya nacido aquí se le sigue llamando con el
sobrenombre de andaluz (andalusí). Mientras tanto, un grupo de mahometanos y de otras razas siguen viviendo en el Peñón.
El nombre de Islam, sin embargo,
no significa haber sido sometido por los árabes, sino por el Dios Único, “Allan”. La invasión no
quiere significar una colonia sometida a la voluntad de los invasores, sino a
la voluntad de Dios. La religión no sería la de los judíos, sino la predicada
por Mahoma, con una única fuente, “El
Corán”, y mediante una sola tradición, la oral. Un Dios Único ha creado de la
nada el mundo y de antemano lo determina todo, incluso las acciones del hombre,
el cual, a pesar de todo, es libre.
En distintas épocas del mundo,
Dios envía a sus profetas pero, para el Islam, el último y el más grande es Mahoma, que
promete que el que cae luchando por el Islam entra inmediatamente en el
Paraíso. Es la predestinación y, por esto, la sumisión o abandono a la voluntad
de Dios, lo que significa “Islam”, culto
sin imágenes. Pero los árabes nos dejaron, además, una riqueza cultural
importante con un vocabulario riquísimo. Aún conservamos en nuestro vocabulario
miles de raíces árabes, como alcazaba (alcázar, castillo, fortaleza); Medina
(ciudad grande); Alcalá (alcazaba) y un largo etcétera de 4.000 palabras.
Las obligaciones principales del
islam son: confesión de la fe; oración cinco veces al día con pureza ritual por
medio de la ablución; ayuno de todo el día en el mes del Ramadán; limosnas para
alcanzar el perdón de los pecados; peregrinación a la Meca, al menos una vez en
la vida; prohibición de beber vino y comer carne de cerdo; asimismo,
prohibición de los juegos de azar; amor al prójimo entre los correlegionarios o
de la misma religión; se permite la poligamia; la ley regula minuciosamente la
vida religioso-política; no hay sacerdocio, las órdenes mendicantes son los
maestros de la mística; la suprema autoridad espiritual es el Califa.
La lengua árabe propagada a otro
idioma se llama arabismo. Después del latín, ningún idioma ha ejercido tanto
influjo en el español como el árabe. Su influencia es abundantísima en el
léxico, pasando de cuatro mil las palabras españolas de este origen.
En las
luchas por la sucesión de Mahoma, hay dos corrientes: los sunnitas y los
chiítas. Las más de las veces se impuso por la fuerza de las armas desde
Arabia, penetrando en el siglo VII en Siria, Persia y Egipto; y en el siglo
VIII llega al África del Norte, España y parte de la India. Hoy, -dicen muchos
mahometanos-, que la guerra santa no fue
mandato de Mahoma, sino de algunos de sus sucesores, que quisieron someter aún
más a los seguidores del Islam. Por eso, las misiones cristianas han podido
poco para convencer a los islamistas. Actualmente, el islamismo tiene unos 260
millones de adeptos, pero el cristianismo tiene más del doble. Las religiones del mundo deberían unirse, si realmente quieren hacer un mundo mejor. Lo que está
pasando no nos lleva a ninguna parte. Dios es creador de vida, no de muerte.
Juan Leiva
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