Los mitos del "pasado rosa" o de la "edad de oro"
explican la convicción generalizada de que, en una época anterior, los hombres
eran felices. Los antropólogos recuerdan cómo el "paraíso terrenal"
constituye el punto de partida de múltiples leyendas religiosas que
proporcionan cuerpo a profundas convicciones arraigadas en nuestra conciencia
individual y en el inconsciente colectivo desde tiempos inmemoriales. En la
actualidad es frecuente que, refiriéndonos a la economía, por ejemplo,
recordemos con añoranza el bienestar del pasado. ¡Qué tiempos aquellos -afirman
algunos- en los que una opípara comida costaba cinco pesetas y un par de
zapatos, diez pesetas! Cuando oímos hablar de estos precios creemos que estamos
soñando, sobre todo, si inconscientemente hacemos los cálculos a partir de los
ingresos actuales.
Esta inofensiva evasión al pasado es un lugar común en los textos
literarios pobres y en los discursos políticos demagógicos. A veces constituye
el objeto de comentarios radiofónicos y la materia de entrevistas televisivas.
Ayer mismo escuché las siguientes palabras: "Si nuestros antepasados
pudieran volver a la tierra y compartir una de nuestras comidas, se sentirían completamente
decepcionados. Las restricciones, la agitación de la vida moderna y el continuo
aumento del coste de los alimentos de primera necesidad han reducido nuestros
estómagos y han hecho inasequibles e insoportables las comilonas de nuestros
abuelos”.
Aunque comprendo la "añoranza" -la tristeza causada por la
imposibilidad de regresar al tiempo vivido- y acepto la "morriña" del
terruño, del hogar paterno, de los juegos, de los olores y de los sabores de la
niñez, reconozco que, sin tratar de definir el concepto cambiante y subjetivo
de "felicidad", las condiciones materiales de la existencia humana,
en la mayoría de las clases sociales, han mejorado. "Cualquier tiempo
pasado no fue mejor".
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
Universidad de Cádiz
0 comentarios:
Publicar un comentario