sábado, 17 de septiembre de 2016

PREGÓN DE LA ROMERÍA 2016 - ALCALÁ DE LOS GAZULES





Con tu venia, Madre mía de los Santos.

Que tendrá esa puerta que da al olivar, esa antesala de la gloria que es la bajada de tu camarín para estar más cerca de tu pueblo.

Todos los que te veneramos como Madre y protectora de nuestras almas, nos arremolinamos cada mañana de la romería para contemplar tu rostro celestial asomarse bajo el dintel por el que cruzarás en el momento cumbre de este día de fiesta. queremos verte la cara y esa visión nos arroba el alma y nos evoca la nostalgia de lo indeleble en ese momento en que cada uno rememoramos nuestras romerías de la infancia, porque quien no se siente un niño en ese preciso instante en que la Virgen es bajada al pie de la escalera que va a dar al umbral del olivar, quien no recuerda a su padre que le traía de pequeño, o a su abuelo que le cogía de la mano o lo aupaba sobre sus hombros, o quien, acaso, no tiene grabado en su memoria, aquella mañana en que su madre le acompañaba, para una vez concluida la santa misa, ubicarse en un buen lugar para ver su salida, o quien no evocará a su abuela que de niño le enseñara su primer ave maría o le susurrara su primera salve y que ahora en este preciso momento se hace imborrable junto a la Virgen que se asoma desde su camarín, para entroncarse en sus andas y recorrer todo el santo olivar, en ese templete de plata que coronado por un ángel seriferario y al compás de una campana que tintinea, nos anuncia la presencia de la Madre de Dios con nosotros.

Redoblan las campanas de la espadaña del Santuario, ya se presiente la cercanía de la Virgen. En ese momento y desde la eterna morada junto al Padre también se asoman desde el balcón de la gloria todos los que ya se fueron a estar junto a ella y se disponen, con nosotros, a disfrutar de otra romería.

Que tendrá tu cara, que tendrá tu dulce mirada y tu porte engalanado, que tendrán tus ojos misericordiosos y tu boca almibarada, que tendrá tu templete de gloria y tu divina presencia, que ante la inminente llegada que presentimos se nos arrebata el sentimiento y se nos turba el alma, porque no hay reloj, ni tiempo que pueda medir el amor de tus hijos que verán colmadas todas sus ansias, cuando vean tu bendita imagen posarse en tus andas. así, un año más se habrá hecha patente el milagro que esperan, estar junto a ti y junto a sus seres queridos una nueva romería.

Pero llegará madre, el día en que ese portalón  desde el que te esperamos para abajarte y hacerte una entre nosotros, no sean estas jambas de madera sino la misma puerta del cielo en la que Tú nos aguardarás para decirnos que pasemos a la gloria de tu Señor, que ya no habrá más esperas, que el tiempo se ha cumplido, que el tiempo ha llegado y que se abren las puertas del cielo para un alcalaíno que llama  a ese olivar de la gloria, camarín de tu morada, que es el puerto seguro que Dios nos promete.

Por ello, hoy vengo a deciros:  a los Santos, alcalainos, a los Santos, que es la gloria en vida, del gozo, que un día nos espera.

Señor cura Párroco y director espiritual, señor Hermano Mayor y Junta de Gobierno de esta mi Hermandad de la Virgen de los Santos, hermanos y hermanas todos en Nuestro Señor, porque mayor honor, título  y distinción no cabe que el de ser hijos de la misma Madre de Dios, nuestra bendita Señora de los Santos.

Gracias, Madre mía por hacer posible este instante, este anhelo colmado y sueño cumplido del corazón de tu hijo alcalaíno en la distancia, gracias porque en estos meses me he sentido tan cerca de ti, que me pareciera estar en tu mismo camarín cuando escribía estas líneas que Tú me ibas susurrando con el soplo del espíritu al que me encomendaba, gracias por el regalo de la vida, por mi mujer y mis hijos, por mis padres y por toda mi familia, por el don de la fe que me legaron y que yo pretendo transmitir a los míos, siempre con tu celestial mediación.

Gracias Madre por el día de hoy y por este camino que juntos hemos recorrido en el que las vivencias y sentimientos de toda una vida a tu alrededor, se me han ido haciendo presente en cada renglón de este tu Pregón de Romería.
Ante todo y es de bien nacidos ser agradecido, quisiera dar las gracias, a mi presentador, por sus palabras, que, evidentemente, no responden tanto a la realidad de mi persona, sino hacia el enorme cariño, que me consta, me profesa, pues también por él es sabido que dicho afecto, que va más allá de unos lazos de sangre y de amistad, también siento yo por él, pues más que un amigo, o un primo lo he considerado siempre como un hermano, como hermanos fueron nuestros respectivos padres.

Mi padre presentó al tuyo, allá en aquel pregón en la alameda, que aun mantengo en la retina, pese al largo paso de los años transcurridos, para más tarde yo presentarte a ti en tu pregón de romería y ahora tener el honor, primo, de que hayas sido tu quien me hayas presentado ensanchando en mucho los elogios y los méritos que a todas luces excedidos en el cariño, aprecio y amistad que nos unen, desvirtúan la realidad de mi persona, pero que acrecientan los lazos de unión mutua que nos profesamos, en el legado de fe, devoción y pasión inquebrantable, que nuestros padres nos dejaron, siendo fiel testigo, éste nuestro pueblo de Alcalá y su Bendita Madre de los Santos, a la que nos une común devoción.

Quiero dar las gracias a la Junta de Gobierno de la Hermandad por el nombramiento del que sin más mérito que mi devoción a la Virgen de los Santos, me habéis hecho, pues no soy quien para tan digna mención y sólo espero que mis torpes palabras, al menos, os hagan rememorar esas romerías ya vividas y anhelar una ya cercana que dentro de poco habremos de volver a celebrar.

Especialmente, mi agradecimiento a Arsenio, su Hermano Mayor, al que admiro y siempre he deseado y él lo sabe, que alcanzara el honor y la gran responsabilidad de presidir nuestra Corporacion, pues hoy tu padre, Jaime, se sentirá plenamente orgulloso de que su hijo haya tomado el cayado con el que dirige esta Hermandad, por la que él siempre entregó sus desvelos, al igual, que orgulloso estará Juanito Narciso de su hija Zeneida ocupando cargos de responsabilidad en el gobierno de su Hermandad, a la que también dedicó toda una vida, pues siendo yo un niño, siempre recuerdo con aprecio y cariño a Juan y a Jaime al frente de la misma, con una actitud de servicio y amor a su Hermandad y a la iglesia.

Gracias, Arsenio, por el regalo que me hiciste con tu llamada el pasado 7 de febrero. Mi aceptacíón a tu propuesta de ser el pregonero de la Romería de este año fue inmediata, pues para mí, no cabía un honor más grande y  respondía a un sueño de un alcalaíno en la diáspora que ama y venera su Virgen y Patrona.

Inmediatamente, entendí, que si bien me había designado como pregonero, la Junta de Gobierno,  alguien  desde el insondable misterio de la comunión de los santos, había intercedido para hacerme este inmerecido regalo en el día del aniversario de  su fallecimiento.

Gracias padre, por este nombramiento como pregonero de la Romería de nuestra Virgen de los Santos, esa a la que tú ya ves cara a cara, y gozas de ella en su presencia por toda la eternidad. La virgen siempre fue  guía y timón de tu vida, siempre la veneraste y  desde niño le rezaste, a ella te encomendabas todas las mañanas y tardes un avemaría al entrar y salir del despacho, sobre tu pecho la llevabas hasta el día de tu partida, ella presidió nuestra casa y la de tus padres, siempre una estampa  en tu cartera o en tu mesa de trabajo y nunca faltó en tu largo Vía Crucis en aquel año de hospitales. Por ello, a buen seguro que aquel día en que llegaste a su presencia, a la hora marcada del ángelus, te estaba esperando para mostrarte a ese pastorcillo que ella nos ofrece, que es su hijo, el Dios caído por el peso de la cruz de nuestros pecados, ese, que la que fuera tu esposa, vela día a día como su camarera más leal, allá en tu barrio de Triana.

Ese día 7 de febrero siempre quedará en mi recuerdo tu intercesión para que este año  exaltara nuestra romería. Por ello, éste tu hijo, al que le diste la vida y le infundiste tan gran amor por la Madre del Señor, hoy te quiere dedicar este pregón y desde este santuario alzo mi voz y evoco todo tu legado y tu recuerdo, para clamar:

Va por ti padre.

¿Y qué es la romería y por qué peregrinar al Santuario de la Virgen de los Santos una mañana de septiembre?, ¿qué sentido y que alcance tiene?  Dejad que el pregonero sea acompañado por su hijo pequeño, que todo lo pregunta y todo lo ha de razonar, y al que desde siempre he traído el día de romería, pues disfrutaba con la procesión de la Virgen por su olivar y así instruido él en este pregón, puedan llegar mis ideas que hoy proclamo o todos los que hoy aquí nos congregamos, para el anuncio de otra nueva romería,  mi romería, la que yo recibí de mis mayores y la que quiero dejar en herencia a mis hijos
.
Y me preguntará mi hijo, pero papa ¿por qué se llama romería, por qué peregrinamos a este Santuario de la Virgen de los Santos todos los años, allá por el final de cada verano, cuando juntos acudimos hasta Alcalá?

Según la primera acepción del diccionario de la Real Academia de la Lengua, romería es el viaje o peregrinación, especialmente, la que se hace por devoción a un santuario y en su segunda acepción, dícese de la fiesta popular que con meriendas bailes, etc se celebra en el campo inmediato a alguna ermita o santuario el día de la festividad religiosa del lugar.

En nuestro caso, convendrán conmigo, en  que nuestra romería sería una simbiosis de ambas definiciones y en ella confluyen devoción, peregrinación, religiosidad popular, ambiente alegre y festivo y todo ello en torno al Santuario de Nuestra Madre, la Virgen de los Santos, a la que veneramos desde tradición inmemorial, pues cuenta la leyenda que los mismos ángeles la tallaron para que siempre ya velara por su pueblo de Alcalá en estos páramos cercanos a tan bello rincón de la serranía gaditana.

Papá, insistirá él, háblame de la romería. Háblame de la Virgen de los Santos. Vaya hijo veo que no te andas con rodeos, pero, antes de pregonar a mi pueblo y explicarte lo que es nuestra romería, te tengo que hablar de la Virgen, nuestra madre, esa a la que siempre le rezamos por las noches antes de acostarte y que en la advocación de la Esperanza preside el cabecero de tu cama, pero hijo es la misma, es la Madre del Hijo de Dios, la que lo alumbró en ese portal que todas las navidades montamos en casa. Conoce y ama primero a la Virgen para que después tu padre pueda dar sentido y hacerte sentir lo que él profesa por su Virgen de los Santos y por esta romería de su pueblo.

El momento de la encarnación del Hijo de Dios en las entrañas purísimas de la Virgen María, es lo que San Pablo llama la plenitud de los tiempos, todo un Dios todopoderoso y eterno se hace carne de nuestra carne, para con su encarnación, vida, muerte y resurrección establecer una nueva y definitiva alianza con el hombre y de esta forma hacerle partícipe de la vida eterna, porque como dice el mismo apóstol San Pablo si vivimos con Cristo y morimos con Cristo, resucitaremos con él. Vana sería nuestra fe sin resurrección.

En la encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Virgen María, por obra y gracia del Espíritu Santo, comienza una nueva era para la vida del hombre, se abre el paso a la vida verdadera, a una vida eterna en Dios y con Dios.

La Virgen, después de que el ángel la dejó, se pone en camino, al servicio de quien la necesitaba, servir y peregrinar, hijo, peregrinar. Allá se fue en su estado a visitar a su prima Isabel. María acude al encuentro de su prima.

Dice el evangelio de Lucas  que cuando María llegó a casa de Isabel, la criatura que habitaba en su seno salto de gozo en su vientre. Isabel anciana y temerosa en su estado es asistida por María que acude a socorrerla, constituyéndose  así en el primer ex voto a la Virgen María en la historia de nuestra salvación.

Esta es la fe de María, la fe siempre dispuesta a dar testimonio, a dar ejemplo con sus obras, a entregarse por los demás, por los más necesitados, por los que sufren, padecen, están solos o necesitan de nuestro consuelo, de nuestra ayuda, de nuestras manos y de toda nuestra entrega generosa, sin reservas, ni justificaciones, sin excusas ni lamentos. Ella es nuestro modelo de fe desde el principio. Este es el ejemplo de vida que hemos de seguir los discípulos del Señor. Y el modo más directo, más cercano y más fácil para llegar a Dios es a través de María, por eso la veneramos, la piropeamos, le rezamos y pedimos su intercesión constantemente.

Y de entrega y generosidad saben mucho y bien en este bendito pueblo de Alcalá. Aquí, hijo mío, hay unas monjas, que las llaman del Beaterio, que entregan sus vidas por esas personas ya ancianas que en el tramo final de su existencia se encuentran solas y abatidas, ellas ponen la alegría y el consuelo, en aquellos que ya no cuentan para una sociedad que pone como meta y como bien más preciado otros valores muy distintos a los que nos enseña el evangelio.

Cuentan que cada cuatro años, cuando la Virgen visita a su pueblo, por las noches, cuando ya las puertas de la Parroquia se cierran, ella, se traslada sigilosa al convento y se pone la toca de lienzo y el hábito de Jesus, María y José y se vela cual novicia que profesa.  La virgen se hace presente en ese anciano que agoniza y su tierna mirada es como una brisa que penetra como bálsamo que alivia en el oscurecer de su existencia y en esa anciana desgastada por el curso de la vida, y que presa de su soledad, solo le queda  la esperanza de sus monjas y en esta madrugada en el silencio de la noche oscura,  la Virgen le mesa con mimo sus cabellos, para acariciar el gozo de su estancia entre los muros del Beaterio para la mañana siguiente despertar de ese dulce sueño de la Virgen y el convento

Al alba, cuando los primeros jilgueros trinan en la plaza y  ya despierta la aurora, la Virgen regresa a la Parroquia de San Jorge, para que todos sus hijos la veneren y le recen y le lloren y le canten, pero ella sabe que mientras sus monjas sigan en el Beaterio podrá regresar tranquila al Santuario por otros cuatro años, que Alcalá no puede quedar en mejores manos que las que son la presencia del Señor en este pueblo.

Por eso hoy, Hermanas, yo quiero pedirle a la Virgen que siempre conserve esta bendita obra de amor, que envíe obreras a su mies, mantenga y aumente las vocaciones a esta llamada de entrega por los alcalaínos más necesitados y un día, el Señor, por la mediación de su Madre la Virgen de los Santos, os pague tanto bien como hicisteis y así, a buen seguro que él os dirá, cuando lleguéis a su presencia, venid a mi benditas de mi padre porque tuve hambre y me disteis de comer, estuve desnudo y me vestisteis, fui forastero y me hospedasteis, tuve sed y me disteis de beber, porque cada vez que lo hicisteis con estos mis hermanos, conmigo lo hicisteis. pasad a la gloria del gozo eterno de mi reino, a las que sois hijas predilectas del padre, mis Hermanas más amadas, mis monjas del Beaterio.

También, hijo mío le pediremos a la Virgen en este día de romería, por aquellos que más queremos y que se han alejado de su hijo, que han perdido la fe en él, que ya no creen, que pasan, que consideran que no puede existir un Dios que permite el sufrimiento en el mundo y que consiente que exista el mal. pero hijo mío, el Señor siempre obtiene un bien mayor ante la existencia de un mal, si no, fíjate cuanto amor, cuanta solidaridad, cuanta entrega generosa que brota del corazón del hombre, cuando se suceden catástrofes, accidentes, actos de violencia producto del mal, y del terror.

Rogaremos, hijo mío, por esas persona, que un día perdieron esa fe que tenían, aquella fe que inculcaron sus mayores en sus vidas, pero que ha volado o emigrado como ave que serpentea  los cielos. Dejaron de creer en el Señor y de rezarle a la Virgen, abandonaron los sacramentos, pero son un ejemplo de entrega y generosidad sin límites, permanentemente  dispuestas a la ayuda a los demás, entregadas a sus familias, jamás escucharás un no de su boca, ni una palabra hiriente, sus miradas reflejan bondad y dulzura, la misericordia de Dios habita en ellos y por supuesto, el Señor está presente siempre en sus vidas, y aunque no lo sepan, la Virgen guía y cuida sus pasos, por eso, esta romería cuando nos postremos delante de la Virgen, pídele, tú también, por todas esas personas, para que  encuentren esa fe perdida en este Santuario y sientan la presencia cercana de su Madre, la Virgen de los Santos.

Pero hijo mío, te estaba hablando de la peregrinación de la Virgen. Imagínate a la Virgen María después de estar ayudando unos meses a su prima, se va a trasladar a Belén, para que de esta forma se cumpliera la profecía y así, cercana ya la hora del parto se ve obligada a una nueva partida con rumbo incierto, ante la proximidad del alumbramiento. Tiene que dar a luz en un establo ¿te imaginas hijo que angustia la de la Virgen María tener que traer al mundo a su hijo en esas condiciones, cuando se le había anunciado que daría a luz al Mesías, al Hijo del Altísimo, que sería grande y que su reino no tendría fin? 

María sigue peregrinando en la fe, otra etapa más de su vida de fe. Un nuevo silencio de Dios que parece que no está.

Sin embargo María no pierde la esperanza y unos magos de oriente le hacen saber que han seguido una estrella que les ha guiado hasta ese establo, porque se les ha anunciado como un acontecimiento de gran relevancia. Es la Epifanía, la manifestación de Dios a los hombres.

Pero María se tiene que poner, de nuevo, en camino, ante el anuncio de los magos, de que Herodes quería matar al niño. la huida a Egipto y la matanza de los inocentes, inocentes como los cristianos hermanos nuestros que hoy dan testimonio de su fe con su muerte, fruto de un fanatismo religioso y  del odio perverso hacia los cristianos que son hoy perseguidos y masacrados por el simple hecho de ser cristianos y de venerar la Cruz de Cristo. Estos hermanos nuestros son un ejemplo de una fe vivida en el compromiso inquebrantable del testimonio de vida incluso con el martirio por la cruz.

También son hoy privados de su derecho a nacer en el seno de sus madres millones de niños inocentes, en base a un pretendido derecho, que desvirtúa la naturaleza del ser humano concebido, dándole muerte, sin más razón ética que privarle de su categoría plena de ser humano, distinto de la madre que lo acoge en su seno y que  no nos hace ver de la sin razón que supone aniquilar a nuestros propios descendientes en el vientre materno, como saturno devoraba sus propios hijos, cruel e inmesirecordemente.

Yo quiero hoy alzar la voz por todos esos inocentes que no han podido ver la luz y quiero deciros desde mi propia experiencia personal que todo niño que viene al mundo, aunque venga marcado por cualquier anomalía, incapacidad, invalidez, o deficiencia es el mejor regalo que Dios nos hace, pues esos pequeños, con todas sus carencias, son el verdadero rostro de Dios en la tierra. Yo os aseguro, que el amor y el cariño que se tiene hacia ellos, nos hace sentirnos más cercano de un Dios que se hace hombre y muere por nosotros en un madero, abajándose en su humanidad hasta el dolor y la muerte.

Por todo ello, pido a la Santísima Virgen de los Santos por todas esas madres desesperadas en ese trance, para que sepan ver la mano tendida del Señor en sus vidas y pongo a todos esos niños que no nacerán bajo su manto protector, que ella los acogerá en su gloria como los mejores ángeles de su corte celestial.

Sigue siendo la noche oscura de la fe y María huye a Egipto, cuando ya el anciano Simeón le había anunciado que una espada le atravesaría el alma.
Sin embargo, María, no solicita al Señor milagros, ni señales, tan sólo cuando comienza la vida pública, en las Bodas de Caná, va a comenzar en su vida terrena su labor mediadora, e intercesora, hijo, les falta el vino. haced lo que el os diga, dirá ella.

En estas sosegadas palabras, se compendia toda la fe de María, María intercesora, María a la que acudimos como abogada nuestra, María la mejor mediadora, la que conoce nuestras quejas, nuestras angustias, nuestros problemas, nuestros sufrimientos y media por nosotros.

Pero este camino de la Virgen se tenía que completar en el momento del sacrificio supremo de la cruz a los pies de su hijo agonizante en el madero y con la sola presencia del discípulo Juan, donde se va a sellar la maternidad de María como madre nuestra y de toda la iglesia. María ahí tienes a tu hijo, hijo ahí tienes a tu madre. En la cruz todavía el Señor encomienda una nueva misión a su madre, que sea madre de todo el género humano, que acoja a su naciente iglesia en su corazón de madre y ella acepta de nuevo la misión encomendada. Así, María, en el Gólgota se va a convertir ya para siempre en madre de todos nosotros, y esa maternidad intercesora de María será, nuestra ancla de salvación para llegar a Dios y de esta forma, hijo mío, tú pudieras rezarle todas las noches, y ella velara tus sueños.

Aun le quedaba a nuestra madre un momento decisivo en el plan de salvación de dios y ese fue en pentecostés. dicen las escrituras que maría estaba reunida en el cenáculo con los discípulos, cuando  ese espiritu de dios es derramado. maría en medio de ellos, como canta la letanía. reina de los apóstoles,   asume una nueva maternidad, la de madre de la iglesia naciente. el camino de fe de maría que se inciaba en la encarnación del hijo de Dios en sus entrañas, culmina ahora, en una nueva maternidad sobre la iglesia de su Hijo.

Esta es la fe de María, este es su peregrinar de fe y este es el peregrinar de nuestra fe, María se convierte en nuestro mejor ejemplo y guía en la fe. para llegar al Señor deberemos imitar a María. Por ello y para ello es por lo que venimos a postrarnos a las plantas de esta celestial mediadora y dispensadora de todas las gracias, para eso y por eso tiene sentido que vengamos a celebrar su romería.

Ahora, habiendo profundizado en la vida y peregrinación en la fe de la Virgen, permitid, por un instante, al pregonero, que os hable de la esperanza de María, que es la esperanza del cristiano en este valle de lágrimas y de esta forma, dirigir la mirada hacia su otra advocación mariana, que día a día gobierna también el timón de su vida y todo su ser. A la que desde niño me enseñaron mis mayores a rezarle implorando a esos sus ojos misericordiosos, en los que aprendí a quererla con verdadera filial devoción y en cuyas manos me sostengo en los momentos de zozobra de mi vida.

A ella, que es reina y soberana de todo un barrio, que se gloría en llamarla Madre, imploro por todos aquellos a los que le falta la esperanza, por los que perdieron la fe y por los que les falta el consuelo, por los marginados y tristes, por los abandonados y excluidos y por los que sufren en hospitales y asilos, por los refugiados y por los que emigraron de sus tierras y sus casas en busca de un futuro mejor, por nuestros hijos y por nuestros mayores, por nuestros difuntos a los que honramos y por los que rogamos su todopoderosa intercesión. Por todos ellos te ruego madre, para que:

Donde haya dolor seas tú el ungüento.
Donde haya llanto seas tú el pañuelo.
Donde abatimiento el consuelo.
Y donde el quebranto, Tú el sustento.

La esperanza del que sufre.
El timón del que naufraga.
El ancla en donde vare.
El alma que en ti descansa.

Por que pase lo que pase
y en la vida y en la muerte
y ante todo el que te rece
siempre queda la esperanza,
la de un día poder verte.

Madre de los trianeros
capitana de mi vida
luz en mis noches oscuras
de Triana el puerto seguro
devoción de un barrio entero
camino recto hacia el cielo.

Y ahora hijo, infundidos del gozo de la madre de Dios e imbuidos de amor fraterno, podremos penetrar en el misterio más profundo de esta fiesta, expresión de la devoción popular. Así y no de otra manera tiene sentido la romería que celebraremos, próximamente, en honor de Nuestra Patrona, Nuestra Madre de los Santos. Vendremos al santuario cargados con la mochila de nuestros pesares, sufrimientos, súplicas, y también con la alegría y algazara de quien visita a su madre y comparte con ella un día de fiesta y de júbilo. De este modo, en la Romería, sentimos la cercanía de la Virgen, el amor maternal y misericordioso de una madre que nos ampara, nos protege, nos acerca a Dios y nos regala un trocito de cielo aquí en la tierra, para, por unos instantes, hacernos gozar del tabor en este bendito Santuario.

Hijo mío, ha llegado el momento de que acompasemos el latir del tiempo del pregón, para llevarte al conocimiento de mi amor  y desvelo por este pueblo y por su madre y patrona la Virgen de los Santos, que evoquemos los recuerdos, para que a través del sentimiento y la fe, tu padre pueda quedar tranquilo en la seguridad de haberte transmitido la esencia de nuestra romería.

Para que llegues al completo entendimiento de  lo que es la romería tendré que remontarme en el tiempo, cabalgar a través de él, rememorar a los que fueron tus bisabuelos y tus abuelos y escudriñar en los sentimientos más profundos, que harán aflorar en mi las lágrimas por tantos recuerdos ya vividos en este pueblo, sin el cual tampoco se entendería esta santa fiesta.

Creo que Dios quiso que su Madre viniera a habitar en estas tierras de Alcalá, pues no conoció ni mejores páramos, ni mejores gentes que estos hijos suyos, que por madre la veneraron y en cuyo manto encontraron el salvoconducto hacia la gloria.

En el lugar más bello del mundo
en la loma y ladera de un monte
Dios mismo le quiso poner nombre
hízose este paraje sin igual
y por nombre quiso llamarlo Alcalá

Alcalá de casas blancas
coronada de una torre
que es su iglesia de San Jorge

De Plazuela y Alameda
de la Salá y el San José
Plaza Alta y Carretera
de la Safa y el Beaterio
y de tanta gente buena
que es sueño de una quimera.

A su vera un santuario
donde los ángeles tallaran
su mejor obra de amor
esencia y relicario
para la Madre del Señor.
Y por eso quiso Dios
que Alcalá y los Santos fueran
aquel lugar de bendición,
santa y bendita devocion,
donde a ella la acogieran.

Todavía recuerdo, cuando de pequeño, mis padres nos traían cada vez que veníamos a Alcala, a visitar a la Virgen y como toda la familia guiados por mi madre, nos arremolinábamos bajo su manto,  buscando su protección y cobijo, para unidos rezar una salve o un avemaría. Mi madre, con mimo nos envolvía, en torno a ella, solicitando su protección y amparo, como hoy después de tantos años, se sigue desvelando por cada uno de sus hijos y nietos, invocando la dulce intercesión de la Virgen de los Santos para cada acontecer de nuestras vidas, en la salud y en la enfermedad.

Se me hace presente en mi memoria, cuando al bajar las escaleras del camarín, mi padre me aupaba, para que a través de la ventanita viera un paisaje en la ontananza teñido del color ámbar de su cristal, y así, en la lejanía, divisaba estas bellas tierras, que hoy, cada vez que piso este recinto sacro, evoco con nostalgia esos recuerdos de la más tierna infancia, esa de la que tu hoy disfrutas.

También añoro, ya en mi juventud, los últimos años de vida de mi abuelo Andrés, al que traía a este santuario muchas mañanas de verano.
Él, al entrar en esta ermita, rememoraría con lágrimas surcadas en sus verdes ojos, toda una vida gastada en el trabajo sin descanso para en años de penuria llevar el pan a su familia y como disfrutaba, en su ya ancianidad, como un niño pequeño en el despertar de la vida,  cuando veníamos a ver a su Virgen y una vez aquí, subir a su camarín para acariciar su manto y deleitarse en los ojos de la Madre de Dios, en la que recordaba a la suya, la que le dio la vida, para agradecerle tantos y tantos favores recibidos por su bendita intercesión, para después, juntos en la escuelita, con los entrañables Guillermo y Germán, por unos cantes por fandango, seguiriya o solea, paladear una copa de la Ina  o recitar, cadencialmente, la poesía que le ofreciera a la Virgen

Mira hijo, como ya hiciera mi querida a María Toscano en su magnífico pregón, te voy recitar esos versos que él le dedicara a nuestra madre de los santos y con ellos quedaría resumida la romería, mi romería y la que quiero que sea para siempre tu romería:

Siendo niño me enseñaron
a quererte Madre mía
hoy después de tantos años
te quiero más todavía
aunque el tiempo va borrando
muchas cosas en la vida
hay momentos y recuerdos
que jamás se nos olvidan
en una hermosa mañana
de tu alegre romería
de la mano de mi madre
te visité en tu capilla
me puse bajo tu manto
y a mi lado y de rodillas
en voz baja me decía:
pídele lo que tu quieras,
que aunque no te lo de hoy
si te lo dará algún día
yo no sabía que pedirle
pediría una tontería
porque al saberlo mi madre
aunque ella se reía
también vi que de sus ojos
las lágrimas le salían

Cada vez que te visito madre mía,
recuerdo aquella mañana
con verdadera alegría
porque aunque mi madre ha muerto
cuando entro en tu capilla
parece que la estoy viendo.
Hoy que se lo que te pido,
te suplico madre mía
que me conserves la vida
para poder disfrutar muchos años
de tu alegre romería
y recordar a mi madre
como si fuera aquel día

Así, a lo largo de este pregón, pretendo llevarte, hijo mío,  por el sendero de la tradición, y del amor filial hacia la Madre de Dios, nuestra Madre de los Santos, todo ello del hilo conductor de nuestros mayores que nos legaron tan magna devoción.

La romería de la Virgen de los Santos va imprescindiblemente unida a su pueblo de Alcalá de los Gazules, - que bello nombre para un pueblo-  evoco una infancia feliz,  entre la casa de Alcalá y el Prao.

Mis primeros recuerdos ligados a este pueblo, son y siguen siendo unas navidades en Alcalá, al olor de su panadería de Pileta, de sus molletes a la amanecida, de unos chicharrones que preparaba mi abuela María para deleite de toda la familia, de reuniones familiares y comidas con largas sobremesas, de tardes en el parque, de visitas a las monjas del Beaterio, y de noche de reyes embotados por los nervios. De días en el picacho, baños en el lago de la Joya y juegos en Los Larios, para más  tarde disfrutar de noches en Santo Domingo, en la cuadra o  en la discoteca de la Plaza de Toros. Y te cuento esto, porque, como te digo, son mis recuerdos ligados a Alcalá, que se habrán de entremezclar en un velado sueño de jirones de añoranzas y nostalgias.

Bueno papá, pero sigue hablándome de la romería.

Ten paciencia hijo, como paciencia tenían tu padre y sus hermanos esperando el día de la romería de cada año.

Mira hijo, desde pequeños nos veníamos a Alcalá a mediados de agosto, donde disfrutábamos de los mejores días de nuestras vacaciones, y te digo paciencia, porque sabíamos que cuando ya llegaban los días de septiembre, que preludiaban la inminente romería, todo se estaba acabando, el verano llegaba a su fin, cada día que avanzaba fugaz hacia la romería, era una hoja del calendario que nos marcaba la vuelta inexorable al colegio,  por lo que no quieras llegar al final antes de saborear los gozos de las vísperas.

Así se sucedían los días, hasta llegar a la que entonces era feria y romería en honor de Nuestra Patrona la Virgen de los Santos, eran los días señalados y marcados en el calendario en los que Alcalá se llenaba de sus gentes venidas de distintos puntos. Era en esas vísperas de su feria y romería, donde podían volver a reunirse con los suyos en torno a una copa de vino y deleitarse en una conversación en una noche de finales de verano. el pueblo bullía en sus entrañas, se notaba que eran los días que estábamos esperando durante todo el año y que casi sin darnos cuenta se nos habrían de escapar, como se diluye el agua entre las manos.

¡Qué recuerdos de esas romerías, rodeados de nuestros más íntimos amigos, aquellos que Dios puso en nuestras vidas, para caminar en ella¡ ¡que añoranza de esas mañanas de subastas  en el patio de la Victoria en la Alameda, para con la ilusión de un niño, adjudicarnos aquellos nuestros primeros cuartos, esa gañanía en la que tan grandes y buenos momentos compartimos y disfrutamos en torno a una copa de palillo y un tambor estridente en manos de un amigo y al son de unas sevillanas o unos cantes por rumba.

En ese despertar a la vida de adultos descubriríamos la amistad verdadera, la de esos amigos que nunca te fallan y que ya siempre habrían de estar en los buenos y en los malos momentos de la vida. También vendrían amigos de fuera a los que les mostraríamos nuestra romería, en una efusión de amistad y acogimiento de amigos verdaderos, en torno a ella, que todo lo habitaba.

Hoy, con el pasar de los años transcurridos, aun rememoro esas romerías, en las que aprendimos el valor de la amistad, del compartir, de darnos sin esperar nada a cambio, más que el abrazo de un amigo, en torno a una copa de vino y una medalla al cuello, la de la Virgen de los Santos.

Viviamos intensamente con nuestros amigos y familiares los prolegómenos de la feria y romería en honor de nuestra patrona. Disfrutábamos, en esos años de juventud, de esos caminos a caballo al santuario y recuerdo como preparábamos con enorme ilusión aquellos cuartos, en los que en los días previos habíamos trasegado el vino de Chiclana de enormes garrafas a botellas que enjuagábamos en el patio de la casa, para ya el día anterior a la romería ir bien temprano a la plaza de abastos a comprar las enormes barras de hielo que habrían de servir para enfriar el vino que luego compartiríamos.

Evoco con el anhelo de lo vivido, aquellas misas de función principal en la antesacristía porque ya en el santuario no cabía ni un alfiler. Al padre Hermida entonando el salve madre y la voz de Miguelón, llamando con el martillo por tres veces para llevarla al cielo, donde recientemente la habrá acogido a su eterna presencia, o después a Francisco Jara, con su enorme sonrisa y hace poco al padre Marcos implorándole una salve. O quizás algunos recordarán esa bajada a brazos de los que siempre estaban en esas escaleras prestos a acercarnos a la virgen; de Chano, el Cagaleches, de Martín, de Jaime Guerra, Manolo Pérez, Melchor, de Juan Sánchez, Antonio y Julio Toscano, Jaime Cordero, Juanito Narciso y tantos otros, que si cerramos los ojos, veremos en esa bajada de la Virgen, algunos siguen disfrutando del momento y otros ya gozan de ella en el santuario de su eterna gloria.

Y en cada romería, que llegará un año más como ocaso de un verano que ya fenece, evocaremos en la añoranza a los que ya se fueron, o a los que estando no pudieron venir, todas las vivencias de una vida que es marcada en el corazón de cada alcalaíno de septiembre a septiembre.

No obstante, en cada romería se detiene la vida, para por unos instantes regresar a esos otros tiempos  vividos y que dejaron huella en nuestra alma, evocando el recuerdo y la nostalgia de lo imperecedero.

Es cierto y no lo dudo que ya no volverán esos momentos, pero cada año, ella obra el milagro de detener el tiempo. Quien no ha visto en sus hijos o en los hijos de sus hijos el volver de ese pasado junto a sus seres más queridos, que hoy ya no están, pero seguimos sintiéndolos a nuestro lado y nos acompañan en este día de gozosa romería.

Que tendrá este santuario
que halito entre sus muros
que sueño o que quimera
nos embauca y embelesa.

Ay tu rostro en este día
es anhelo de mis sueños
que es tu cara pura esencia
gozo del que en ti confía
devocion de todo un pueblo
y ancla de nuetra existencia
nuestra vida es romería
un año más ver tu cara
un suspiro que se agota
acogido entre tus manos
un anhelo y un quebranto
solea y seguiriya
es un baile y es un canto
es el gozo y la alabanza
a la Madre de los Santos.
Hoy quisiera ser el aire
que te acompaña en este día
ya poniente o ya levante
que mas da, si es romería
quisiera ser la flor dada
como ofrenda de mi vida
que mi vida  tu la llevas
en tus manos y es la brida
en la que yo busco amparo
para andar en este mundo
y hasta el dia en que tu quieras
acogerme en tu regazo

que tendra este santo suelo
nuestra Madre de los Santos,
que es antesala del cielo
cobijo bajo tu manto
un nuevo año en esta ermita
solo por unos momentos
y llegada romería
se ha vuelto a parar el tiempo

Así, otro año más, hijo mío, habremos de llegar temprano al Santuarío, hay que estar en los Santos antes de que comience la función solemne en honor de nuestra Madre. Todavía con las últimas fresquitas de la mañana, ya verás multitud de personas que se arremolinan en torno a la ermita, se ve felicidad en las caras de las gentes, incluso a muchos de ellos les notarás el cansancio reflejado en sus ojos tras haber hecho el camino desde el pueblo,  pero incluso en esos rostros ajados vislumbras un remanso de paz, de espiritualidad, de alegría, que da el saber que se va a vivir un día grande en la vida del que es o se siente alcalaíno y es o se siente alcalaíno todo aquel que lleva en su corazón a la Virgen de los Santos.

Vamos hijo para la iglesia que va empezar la eucaristía, nos colgaremos al cuello nuestra medalla de la Virgen y no olvides nunca que no tendría significado todo lo que te cuento de nuestra romería sin el sacramento de la eucaristía, fuente y culmen de la vida del cristiano, donde cristo mismo se hace presente entre nosotros, se parte en el pan eucarístico y se hace vida para que nosotros tengamos vida y esa vida sea eterna.

Pero como te digo, pongámonos en presencia del Señor, el sacerdote nos saludará a todos los que hemos peregrinado hasta llegar a los pies de nuestra Madre de los Santos e invocando al Padre al Hijo y al Espíritu Santo nos hará ver que somos como vasijas de barro, que reconozcamos nuestras culpas y que si tenemos alguna afrenta con el hermano o si nos hemos alejado del Señor, es el momento de reconocernos frágiles, débiles y pecadores, para ponernos en mejor disposición de recibir al hijo de María en nuestros corazones. Será el momento de pedir perdón, y si nos es posible, durante el día, acercarnos al sacramento de la reconciliación.

En el perdón encontraremos la alegría de sentirnos hijos de Dios, pues lo somos, de ser tocados en nuestra alma por el Señor que nos llama continuamente a la conversión y a su encuentro gozoso, sentid su presencia como una brisa suave que nos acaricia y nos envuelve en esta mañana de final del verano y experimentad el abrazo del padre en la misericordia infinita de su perdón, por la mediación de los santos sacerdotes que nos acompañarán en este día.

Una vez experimentada la gracia del perdón, escucharemos la palabra de Dios.
 
El evangelio de San Juan, empieza diciendo al principio existía la palabra, y la palabra estaba junto a Dios y la palabra era Dios.

En la liturgia de la palabra, Dios se hace presente de modo actual y eficaz y esa palabra de Dios se hizo carne en las entrañas de María y habitó entre nosotros, en la plenitud de todos los tiempos.

Concluida la liturgia de la palabra, con la homilía y la oración de los fieles, nos acercaremos al gran misterio de nuestra fe, donde en la liturgia eucarística y por medio de la consagración, las especies del pan y del vino se habrán de transustanciar en el cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, que quiso quedarse con nosotros hasta su definitiva venida gloriosa.

Así, con el convencimiento de que en el sacrificio de la eucaristía hemos dejado  en la mesa del altar todo nuestro ser, es cuando nos acercaremos a recibir su cuerpo.

Tú, hijo mío, todavía no te podrás acercar a recibir las sagradas especies, pero  como hacemos en tantas eucaristías, te agarrarás de mi mano o de la de tu madre, en las filas de los romeros que se acercan a comulgar, para que sientas la presencia cercana del Dios hecho pan, para que tu padre y tu madre puedan sentir que te transmiten este legado de la fe y asimismo, nos hagas sentirnos colaboradores del Padre en la obra de la creación, porque en ese momento supremo en el que nos acercamos a recibir el pan de vida, daremos gracias al Señor por el don de la vida recibida, de nuestros padres y sobre todo por nuestros hijos. Así, colmados de la gracia y sabiéndonos queridos por el Padre, como acción de gracias por la santa y divina eucaristía diremos:

Carne inmolada y sangre derramada
víctima y cordero pascual entregado
milagro de todo un dios encarnado
ya toda esperanza quedó colmada

En rescate de este género humano
las huellas lacerosas de tus llagas
son precio de la deuda liquidada
y perdonados son nuestros pecados

Pan y vino serán transustanciados
borbotones de gracia regalada
en cuerpo y sangre de Cristo inmolado

En tu resurrección la vida dada
en el sacramento amor desbordado
por la cruz. la vida eterna alcanzada

Antes de concluir la eucaristía de la misa de romeros, se nos dará la bendición, en nombre del Dios uno y trino, del Dios que nos llama al amor para con todos y que habremos de derramar a raudales en este día de romería. Seamos capaces de dar razón de nuestra esperanza y nuestra esperanza es Cristo y a él llegamos por medio de su bendita Madre.

La eucaristía ha terminado, y en el nombre del Señor podemos ir en paz.

Ahora ha llegado el momento que tanto anhelábamos y con el que daba comienzo este pregón, es el momento de la bajada de la Virgen de su camarín a su templete de plata, se desbocan los corazones en su bajada, solo se escuchan aplausos, vivas a la Virgen de los Santos y al pastorcillo divino, ella nos acoge bajo su manto protector y nosotros acudiremos como hijos que necesitan enjugar sus penas y compartir su alegría en su tránsito por el olivar, ese bendito olivar que es el paraíso en esta mañana de alegre romería. 

Que nervios, hijo a la salida, venga, vamos a colocarnos en buen sitio, para poder deleitarnos con su presencia cuando la veamos abajarse por las escaleras del camarín, ya verás que los caballos y jinetes están también impacientes.

Deseosos de acompañarla en esta cálida  mañana, donde el sol está en lo más alto de un cielo azul, en el que habrá años que nos acompañe el levante, que tampoco quiere perderse la procesión por el olivar y que aunque nosotros le pongamos reparos y nos quejemos de su presencia, él también es dueño de estos lugares y sopla a su antojo en esas mañanas de romería en que se agradecerá su soplo fresco cuando ya lleguemos a la primera cruz y no haya sombra donde cobijarnos.

Acompañaremos a la Virgen por el olivar entre salves, rosarios, vivas, ángelus  y sevillanas de Manolo Caro, para ir poco a poco remando en ese mar de olivos que nos lleve a la cruz, donde le rendirán pleitesía jinetes a caballo que aguardan y ansían saludarla en esta mañana de romería.

Con un simple saludo, se confiarán ciegos a su amor misericordioso, depositando en ella todas sus esperanzas, para persignarse y destocarse, lanzándole un beso o un piropo, que ella acoge como ofrenda de amor, en su corazón de madre.

En ese saludo se refleja todo un pueblo, que la venera como madre y que encomienda en su mirada, todas sus preocupaciones y desvelos, sus angustias y sufrimientos, sus alegrías y venturas, sus anhelos y sus llantos y que es la devoción a su Virgen de los Santos.

Y tras el bello saludo a los pies de la cruz, continuaremos la procesión acompañando a la Virgen hasta su entrada en el santuario. Ya se nota el calor de la mañana seca de verano, el sudor se hace notar en nuestras frentes, el cansancio hace mella en los que cargan con su dulce peso, pero queda un último momento de estar tan cerca de ella. Queremos que el recorrido que nos queda por andar se alargase, para continuar un ratito más disfrutando de su presencia. las últimas súplicas y gracias por todo un año de favores recibidos.
Nos intentaremos acercar para llevarla en el último suspiro que ya queda para alcanzar el dintel de la puerta, desde donde hace unos instantes, se nos hacía presente.

Es la última arriada. Quedan los zancos del paso en el suelo, para retirar sus andas y ser elevada a su camarín, donde ella nos espera todo el año a que vayamos a contarle nuestras cuitas.

De nuevo las lágrimas aparecerán en los rostros más curtidos, prisioneros de la emoción y del recuerdo de los que ya se fueron, o pesarosos por las cruces del camino de la vida de cada uno, o quien sabe, si gozosos por tantos bienes recibidos, quisiéramos, de nuevo, detener el tiempo y quedarnos junto a ella, para deleite de nuestras almas.

Una vez rezada esa última salve en la ermita y con la emoción todavía en nuestros corazones, con alguna lágrima aun surcando nuestras mejillas y con la garganta trémula y quebrada nos dispondremos a compartir en nuestros cuartos un ágape de amor fraterno con nuestras familias y amigos y con todo aquel que se acerque a tomarse con nosotros una copa de vino, o un bocado de cualquier vianda preparada con cariño y esmero.

En el cuarto de los Santos, creo que se revive cada año el milagro de nuestro Señor de los panes y los peces, porque ya pueden acercarse a nuestros cuartos cuantos alcalaínos quieran, que siempre habrá para ellos una copa y un plato que compartir, ya en forma de deliciosos chicharrones, asaduras, atún mechao, garbanzos con tagarninas, ricas chacinas, morcillas de Paíno y quesos de Jorge Puerto, y  ya a la tarde vendrán los postres que serán los típicos del lugar y por supuesto, no habrá de faltar, torta de pellizco de Pileta, y todo ello regado con una copa de vino fino y no hago propaganda comercial, porque todos sabéis lo que por estos pagos gusta y se degusta.

En los cuartos durante toda la tarde habremos compartido un día de romería con todos aquellos que queremos y con todos los que sé nos han acercado a estar un rato con nosotros, en esos cuartos habremos experimentado la mejor de la convivencias, no habremos sentido nada como nuestro, sino todo como dádivas bendecidas por nuestra Madre de los Santos, que se congratula de la felicidad de sus hijos en este bello día, en que de la comunión espiritual y real del cuerpo de su hijo, recibimos las gracias, para ahora compartir todos los dones recibidos.

¿No imagináis así el cielo, en la presencia de Nuestro Señor, acompañados de su Madre y disfrutando ya de la vida eterna, con la dicha y el gozo de todos nuestros seres queridos, en la común unión de los santos?. Por eso os decía al inicio del pregón, que la romería es la antesala del cielo, de ese cielo que esperamos un día alcanzar, esa será  la romería que viviremos en la eternidad y que a buen seguro que en el sentir y gozar del alma, se asemejará al gozo que sentimos al compartir la dicha de estar juntos un año más en la romería de la Virgen de los Santos, en el paraíso en la tierra que es esta ermita, prefiguración de la gloria que un día habremos de alcanzar y que aquí ya pregustamos.

Recuerdo las últimas romerías que compartí con mi tío Pepe Prieto, al que admiraba, y que sabiendo que sus romerías vividas eran una prórroga con que el señor le bendecía degustábamos unas copas de vino con Melchor Fernández en la ventanita del 16, con la vista puesta en ese patio exterior del Santuario y en la que brindábamos por una nueva romería para el siguiente año. Mi tío sabía que, posiblemente, aquella fuera su última, pero nunca perdía la esperanza de volver a regresar a disfrutar de la gloria en vida de otra romería, esa de la que hoy estará disfrutando, como aquí hacía cada año, con su cuñado Juan y su cuñada Pepa, en el cuarto eterno, morada de la gracia, en el banquete que el Señor nos tiene preparado, en esa romería celestial.

Y llegará la caída de la tarde y los que venimos de fuera tendremos que regresar a nuestros hogares, después de haber compartido un día de gozo, como los apóstoles en el Monte Tabor, donde vieron la transfiguración del Señor, nosotros también habremos contemplado y gozado de la presencia del Señor que se ha hecho presente en nuestras vidas, de mil formas distintas a cada uno.

Pero antes de regresar nos postraremos por última vez a sus plantas y como todos los años, querido hijo mío, juntos le rezaremos la última salve, en la que a tu padre se le escaparán las últimas lágrimas, el corazón encogido no de pena, hijo, sino del gozo vivido y ya anhelado para una próxima romería.  En esta última visita, le pediremos  salud para todos, trabajo, el don de la fe y del amor que habite en nosotros por siempre, le pediré por tu madre y por cada uno de vosotros, hijos míos, por las abuelas y por toda la familia y por supuesto, le pediremos a la Virgen, que el próximo año podamos estar otra vez aquí, donde nos encontraremos con muchos otros que, posiblemente, no volveremos a ver en todo un año.  ahora que ya nos vamos, pídele, hijo, por aquello que desees, que como dice el Señor en el evangelio, pedid y se os dará, pues más aún, pedid a su celestial intercesora, que es su madre a la que nos dejó al pie de la cruz, para que ya por siempre fuera también nuestra madre.

Pero recuerda, hijo mío, que ella siempre está aquí, y no sólo en este día de preciosa romería, que ella vela y cuida de ti a cada instante, no la abandones, nunca, porque ella jamás te abandonará a ti, confíate y acógete siempre a su maternal amparo de madre, como asi hacían los primeros cristianos en la  primitiva oración del suub tuum praesidium.

Hasta aquí hemos llegado juntos, hijo mío, y este es mi legado de fe a modo de testamento indeleble que me gustaría impregnara tu corazón y el de tus hermanos, pues tanto tu madre como yo, siempre os intentaremos dejar como herencia nuestra vida en la fe, que a su vez, recibimos de vuestros abuelos y éstos de sus padres.

Ya tu bisabuela María, hijo, nos dejó como testamento ológrafo la mejor obra de amor, que fue su vida entregada a su familia y en esa memoria de vida, escrita de su puño y letra, cuando presentía su partida cercana, redactó en dulces trazos su última acción de gracias al Señor por todo una vida regalada y bendecida, como don de Dios. De él venimos y a él vamos.

Espero que un día tú también, con tus hermanos sepáis comprender la fe que hemos intentado trasmitiros y en especial la devoción a la Virgen María, esperanza nuestra y madre de todos los santos.

Con este pregón que ya culmino he querido que, juntos, peregrináramos con la Virgen María hasta este Santuario, te he anunciado el camino de la peregrinación de la Virgen y he deseado inculcarte a María como ejemplo en la vida de la fe. Recuerda siempre que cuando vengas a esta romería estarás un poquito más cerca del Señor porque por ella, llegarás a él por el camino más corto y más seguro.

Y ya para terminar hijo y ya que llegarán noches oscuras a tu vida de fe, acuérdate de las palabras con las que quiero terminar mi pregón, para que acudas a ellas cuando la noche no te deje ver la claridad del día, cuando se enturbien las aguas de la vida o se haga presente la realidad del peso de  la cruz con su quebranto o el dolor en el misterio insondable del sufrimiento.

Si presientes, en  algún momento de tu vida, que la fe se desvanece, busca en este lugar que hoy pisas y aquí encontrarás un remanso de paz, de fe, de amor y  vida.

Es un lugar donde habita una Virgen chiquita, es un lugar donde la fe se hace grande, el corazón se hincha y el alma reposa y todo tu ser se goza ante la presencia de la que es madre de dios y ofrenda de amor.

Busca entre olivos verdes
que se adivinan en la ontananza
de un mar blanco de esperanza.
busca tu fe en este lugar
refugio de la que  habita
y morada en esta ermita.
ella siempre te avivará
esa fe que en ti dormita.
busca en lo hondo de tu alma
donde habrás de encontrar tu paz
que a ella siempre la hallarás
en este bendito lugar.
En las buenas y en las malas
encomiéndale tu vida
y recibirás la gracia
de esa fe un día recibida.
esa que un día te  ofrecimos
los que te dimos la vida
en la gracia del bautismo.
te intentamos dar ejemplo
y testimonio de fe en dios.

Nunca abandones la oración
ni la desbordante gracia
del sacranento del perdón.
vive tu fe en la eucaristía
sin Dios nada hay en tu vida
y cuando, algún día, alcances
el gozo de la presencia
de nuestro Dios y Señor
ten por seguro, hijo mío
que delante de tí estará
tu más preciada abogada
nuestro alcázar y refugio
la que te aguarda seguro
la que es y por siempre será
la que alabaron los cantos
la que todo un dios quiso dar
como  la madre de Alcalá
y es tu Virgen de los Santos.

Asi sea.

Manuel Fernández-Armenta Pastor

3 de Septiembre de 2016

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