Introducción
Buenas tardes a todos los que aquí
nos encontramos, para comentar y recordar la experiencia vital de nuestra
partida de Alcalá, a la que tuvimos que abandonar buscando un nuevo futuro y
una nueva vida.
En estos días celebramos un reconocimiento
a todas las alcalaínas y alcalaínos que tuvieron que salir de nuestra tierra,
pero que la quieren y la recuerdan con cariño y con nostalgia y la visitan en
cuanto sus ocupaciones lo permiten.
Es este un homenaje muy merecido,
que se os debía institucionalmente por muchas razones, pero especialmente como un
gesto de recuerdo y de agradecimiento a todos los que tuvieron que abandonar nuestra
bendita tierra y que son abanderados, embajadores y promotores de nuestro querido
Alcalá, en cualquier lugar donde se encuentren.
Debemos agradecer esta iniciativa al
Ilmo. Ayuntamiento de Alcalá en pleno y a sus actuales representantes, nuestro
Alcalde Javier Pizarro y al primer Teniente de Alcalde Jesús Barrera, así como
a la Agrupación de alcalaínos en Cataluña, a su coordinador Rafael Acedo y a
todo el Grupo Organizador, a Andrés Moreno y a todas las personas que
desinteresadamente se han prestado y han trabajado para que este reconocimiento
a nuestros alcalaínos residentes en Cataluña y esta visita saliera delante.
Con este motivo y en homenaje a
todos los que tuvimos que abandonar nuestro querido Alcalá y asentarnos en
algún otro lugar de España o fuera ella, he recopilado algunos textos y
análisis, relacionados con el fenómeno de la emigración y con sus efectos
personales y sociales.
La inmigración y la emigración se ha
dado siempre históricamente en nuestra tierra y principalmente por razones económicas
y laborales, pero aunque no es nada comparable la emigración de andaluces de
los años 60 y 70 con la emigración actual, ni en el entorno socioeconómico, ni en
la protección social, ni en la cantidad, ni en el nivel de formación y de información
de las personas que migran en la actualidad, subsisten razones similares para tomar
la decisión de marcharse, al no encontrar las personas que migran en su propio
entorno, una salida a legítimas aspiraciones laborales, económicas y sociales.
Por otra parte y en la actualidad, el
nivel de movilidad geográfica y de comunicación de las personas con sus lugares
de origen, ha cambiado totalmente por efecto de la propia modernización de Andalucía
y de España y de las actuales infraestructuras de ferrocarril, de autopistas y
carreteras, así como por los nuevos medios de comunicación y de transporte como
el avión. Hoy Londres se encuentra a dos horas y media de viaje, Barcelona a
una hora y media y Nueva York a seis horas y media. Mi propia experiencia de
residente en Cataluña en los años 70 y en los viajes de vuelta a Alcalá, el
tren de Barcelona a Sevilla tardaba 23 o 24 horas y desde Sevilla a Alcalá tres
horas en coche, lo que hacia la bonita cantidad de 26 o 27 horas de viaje y eso
si no se producía ningún retraso.
Como todos conocemos y lo
experimentamos en carne propia, los años 60 y 70 del pasado siglo XX fueron
años de una emigración forzada y masiva de alcalaínos, de gaditanos y
andaluces, motivada por una búsqueda de trabajo y de unas condiciones laborales
que en nuestra tierra se nos negaba.
Aunque en nuestra pasada historia la emigración
andaluza fue similar a la del resto de España, es a partir de 1.950 cuando en
Andalucía adopta un carácter masivo que la configura como un auténtico éxodo.
Por una parte, el crecimiento demográfico, la
quiebra de la sociedad agrícola tradicional, la mecanización del campo, la
inestabilidad y la precariedad de una agricultura marcada por monocultivos como
el olivar, los cereales, la vid, el corcho y el aprovechamiento forestal, en
los que durante meses no requiere mano de obra y por otra, los inicios de la
industrialización en Cataluña y el País Vasco junto con la apertura de
fronteras para satisfacer las demandas de mano de obra del Mercado Común
Europeo, son principalmente las causas de que los movimientos migratorios
andaluces constituyan uno de los acontecimientos de mayor relevancia en la
historia de Andalucía en la segunda mitad del siglo XX.
En la comarca de la Janda y especialmente en
Alcalá y Benalup, el efecto de la emigración se multiplica con la introducción
del gas butano doméstico, que pone fin a la explotación y al consumo de carbón.
La cifra de personas que se vieron obligadas a
salir de nuestra tierra y a sufrir nostalgia y desarraigo es sobrecogedora. Se estima que entre los años 1.960 y 1.973
emigraron 800.000 andaluces a Cataluña, 250.000 a Madrid, 171.000 a Valencia,
50.000 al País Vasco, 50.000 a Baleares, 600.000 a Francia, 300.000 a Suiza, y
200.000 a Alemania. Una despoblación sin precedente histórico, de cerca de
2.500.000 personas.
En 1.930 habitaban en Cataluña aproximadamente unos
70.000 andaluces. Cuarenta años más tarde y en 1.970, la cifra superaba los
840.000.
Nuestro Alcalá pasó de tener 11.382 habitantes
en el año 1960 a 5.913 habitantes en el año 1.980. En dos décadas Alcalá sufrió el drama de la
despoblación de 5.469 de sus habitantes, prácticamente la mitad de su censo,
cantidad a la que habría que sumar la descendencia posterior de los emigrados
que ya están asentados en otros países y comunidades.
Al llegar a sus nuevos destinos, los andaluces
que tuvieron que dejar nuestra tierra, se enfrentaron a costumbres, formas de
vida y culturas diferentes, especialmente los que tuvieron que salir al
extranjero. En muchos casos a estas dificultades había que añadir la
convivencia en guetos urbanos y las barreras lingüísticas que incrementaban la
sensación de aislamiento. En muchos lugares y para dar respuesta a esta
situación e invocando al instinto gregario, se crean centros culturales como
Casas de Andalucía, Peñas flamencas, Hermandades y Cofradías, que se
constituyen en instrumentos para fortalecer las señas de identidad y mantener
vivos los vínculos con Andalucía. Estos centros se convierten en puntos de
encuentro donde acudir tras la jornada laboral y los fines de semana y en
espacios de mutuo apoyo, de solidaridad y de comunicación interpersonal.
Emigración
Las personas que emigran y las
condiciones de migración son de una variedad infinita. Las vivencias de un
profesor o de un diplomático, por ejemplo, que viven lejos de su tierra de
origen, e incluso cambiando frecuentemente de lugar de destino, tiene enormes
diferencias con las de un emigrante que huye de la miseria y de la falta de
trabajo con la esperanza de encontrar un sitio que le permita vivir mucho
mejor.
El término «migración» ha sido
estrictamente aplicado para definir la movilidad geográfica de las personas,
que se desplazan ya sea de forma individual o en pequeños o grandes grupos.
Estas personas que se desplazan por distintos motivos, tanto económicos,
políticos o religiosos, siguen rumbos determinados hacia sitios considerados o
fantaseados como más acogedores. Más allá de los factores que justifican estas
migraciones, opera también la fantasía inconsciente de la búsqueda de una nueva
madre-tierra-nutricia y protectora, frecuentemente idealizada.
La migración propiamente dicha, es
decir, la que da lugar a la calificación de las personas como emigrantes o
inmigrantes, es aquella en la cual el traslado se realiza de una región a otra o de un país a otro,
suficientemente distinta y distante, por un tiempo suficientemente prolongado
como para que implique vivir en otro país y desarrollar en él las actividades
de una vida cotidiana. Sin embargo, aunque no responda a la definición
corriente, también podemos considerar migración al traslado desde un pueblo a
una ciudad, cambiar la vida del campo por la de ciudad y hasta bajar de la
sierra al llano.
A los desplazamientos en el interior
de un mismo país, que pueden ser más o menos definitivos o temporales por
razones de trabajo o para realizar estudios, se les denomina migraciones
interiores.
Siempre han existido fenómenos migratorios
con mayor o menor importancia, y en momentos de crisis económica, buscar nuevas
oportunidades fuera del lugar de origen se convierte en una solución. En la
decisión de emigrar existe una razón común que es el deseo y la esperanza de
comenzar una nueva etapa y de lograr una mejora en las condiciones de vida. Si
la persona que emigra creyera que lo que le espera no va a ser mejor que lo que
tiene en la actualidad, no tomaría esa decisión de cambio tan importante.
Hoy el problema de la migración
se ha hecho más profundo y existen varias razones para esperar que se prolongue
la llamada era de la migración: las crecientes desigualdades de riqueza entre países
del norte y del sur, impulsarán a un mayor número de personas a moverse en
busca de mejores condiciones de vida; las presiones políticas, ecológicas y
demográficas también van a forzar a muchos otros a buscar refugio fuera de sus
propios países.
En España y con la crisis económica que hemos
padecido y padecemos, quién no tiene un familiar, amigo o conocido residiendo
en el Reino Unido, en Francia, en Alemania o en cualquier otro país europeo.
La migración y sus
consecuencias en la vida emocional
Colores, sabores y sonidos, hacen muy difícil para un
español, por muy culto y cosmopolita que sea, olvidar las sensaciones y
sentimientos que experimenta cuando está fuera de España. Emigrar es morir un poquito, que
se dice en Latinoamérica. Todos, sea cual sea el género y la condición, sufren
con la decisión de migrar. Y esto hasta tiene un nombre, llamado el síndrome de
Ulises.
La migración, se convierte en una
experiencia traumática que se manifiesta en el momento de la partida, en el de
la separación del lugar de origen y en el de llegada al nuevo destino, que
incluye también factores determinantes de ansiedad y de pena.
Dejar atrás la familia, los amigos, el barrio,
la ciudad..., decidirlo…., cargar la maleta, cerrar las puertas de la casa, “si
es que se tiene”, para abrir otra “si es que se consigue”.
Cuando las personas deciden migrar, aun sin
saberlo de forma consciente parten en busca de una Tierra Prometida, es decir parten en busca de
una madre nutricia, idealizada y deseada, pero que también conlleva un
sentimiento de temor a lo desconocido, que paraliza y acobarda.
La primera
reacción frente a la experiencia de la migración, es un sentimiento de
desprotección y desamparo que nos hace sentir, que nos han abandonado. Luis Cernuda, nuestro gran poeta andaluz y
exiliado a consecuencia de la Guerra Incivil, define a España en sus poemas
como «Patria madrastra». También Víctor Manuel canta: «España camisa
blanca de mi esperanza, a veces madre siempre madrastra».
Dicha experiencia se asemeja en casi todos
sus aspectos a un sentimiento de pérdida. Hay personas que por su personalidad,
son capaces de tolerar ese sufrimiento de duelo, pero muchas otras no pueden o
solo en parte lo toleran. Esto da lugar a melancolías y a procesos
psicosomáticos, enfermedades corporales y a sufrimientos de diversa índole.
Emigrar ha sido y es, para muchas personas, un
proceso con niveles de estrés tan intensos, que llegan a superar la capacidad
de adaptación a su nueva vida. Todos hemos conocido paisanos y vecinos que una vez
llegados a su destino, no lograron adaptarse a vivir en otro lugar y se volvieron
inmediatamente para Alcalá o para sus lugares de origen.
El emigrante, para su autoafirmación,
necesita aferrarse a distintos vínculos de pertenencia de su ambiente nativo,
tales como objetos familiares, música, bailes, recuerdos y sueños en cuyo
contenido surgen aspectos de su tierra de origen que mantienen la experiencia
de “sentirse a sí mismo”.
Afrontar la migración también entraña asumir
la pérdida simultánea de esos numerosos elementos de ámbito familiar e idioma y
ser capaces de buscar una estabilidad suficiente para desarrollar la vida
cotidiana en otra región o en otro país. Ello implica la necesidad de elaborar
un duelo por pérdidas múltiples y de recuperar y aferrarse a nuevas relaciones
y afectos hacia otras personas y objetos, necesarias para establecer nuevos
vínculos de pertenencia.
No existe ninguna experiencia migratoria que
no implique una crisis dolorosa, cuyos efectos profundos pueden extenderse a lo
largo de toda la vida y hasta transmitirse a las generaciones siguientes. Los
seres humanos vivimos inmersos en una situación dual: o bien debemos optar por
la prisión de nuestros orígenes y de los lugares de pertenencia o bien por las
consecuencias del desarraigo, debiendo asumir las ventajas y los inconvenientes
de nuestra propia decisión.
La emigración ha provocado también en muchas
familias problemas de desestructuración, desamor y desapego, motivados por una
separación física y prolongada del cabeza de familia, de su esposa e hijos.
Cada experiencia de la emigración es una
historia individual y familiar (intrahistoria) que afecta a las vivencias y
emociones de la personas y de las familias que la han experimentado, pero existen
ciertas variables que conforman un tronco común y que se repite en todas las
experiencias, aun cuando las circunstancias de cada persona o colectivo puedan parecer
diferentes.
Fernando Quiñones. El Armario.
Del libro de relatos Nos han dejado solos
El cuento de nuestro escritor
gaditano Fernando Quiñones «El armario» está escrito localismos muy gaditanos y con un
carácter coloquial de la protagonista del mismo, una mujer emigrante (de Alcalá)
que relata a otra emigrante recién llegada, los problemas que ha tenido que
afrontar en Alemania. El relato se ve salpicado por breves y poéticas
descripciones de la vida de nuestro pueblo y que contrastan con el diálogo de
las dos mujeres. En esas descripciones aparece a oscuras, aletargado y dormido,
el armario y la habitación que lo cobija. Armario que fue rescatado de la destrucción
por la protagonista y que representa el alma de la mujer que se ha quedado en
España.
Juani, que así se llama la protagonista, relata la
difícil decisión familiar de marcharse, la poca integración social y la nula
comprensión de la lengua, su opinión sobre la comida local y el acopio de
víveres españoles como el pan de pueblo y el aceite de oliva. Su interlocutora,
la recién llegada Aurori, se ve animada por una Juani que, si bien cuenta
excelencias de la capacidad adquisitiva conseguida que le permite comprar un
transistor, la cocina, la lavadora e incluso un coche de segunda mano, no puede
disimular su tristeza por lo que ha dejado en España y, sobre todo, por la
frustración de su marido que se deprime lejos de su tierra y que tiene accesos
de cólera y melancolía cuando se refugia en el alcohol, ya sea en casa, ya sea
en la Peña Española. Se trata de una historia de la emigración, que describe la
falta de perspectivas económicas y de la falta de libertad política de una
España, que forzó a cientos de miles de trabajadores a emigrar desde 1960.
Habla Juani:
A mí la comida de esta gente
tampoco me gusta. Alguna sí, pero das con ella mu poquitas veces o es de lata.
¿El caviar lo has comido: uy, a mí eso no me gusta nada, haggg. En cambio hay
unos arenques de lata, con unas salsas distintas que están buenos, un poco
sosos pero buenos. Y el salmón, buenísimo está. Riquísimo. El fresco. Ahora:
cualquiera lo compra….Eso, una vez al año yy… Hay una cosa que también va a
gustarte cuando lo pruebes, Aurori, el saucráu, que es como un cocido de berza:
claro, sin garbanzos ni nuestros avíos pero está bueno, lleva coles cortadas
finitas, así como aciditas, salchichas y cerdo. Las salchichas las vas a ver
aquí por todas partes, yo creo que las ponen hasta en los postres. El vino
tampoco me hace gracia, y menos cuando a mi Julián se le atraviesa, uhh. Lo que
es que procuramos hacernos nuestras comidas, como tú misma harás. Ahora con el
coche voy a traerme comida para toda la temporada, porque de pronto se te
antoja cualquier cosa de las nuestras y aquí no las encuentras. De pan de
campo, la última vez nos trajimos qué sé yo, medio saco. Del de la Venta La
Pará, que está lejos del pueblo, de esas teleras grandes. Y un garrafón de
aceite del verdecito, del molino mismo, que yo no sé cómo se las apañó Julián
para pasar todo eso por la frontera. Mientras duraron el pan y el aceite, como
aquí encuentras tomates frescos aunque estén caros, ea, gazpacho caliente una
noche sí y otra también, y él feliz…
….Ahora entérate bien de lo que te estoy diciendo, aquí no vamos a vivir
siempre ¿sabes tú?, aquí estaremos como los demás españoles y to el mundo,
comiendo y ahorrando y ya está. Aunque también eso de irse-irse, también hay
que pensarlo… Porque luego….
….Y esto al principio te pesa mucho y es natural se extraña todo, desde
ese ambiente, el tiempo y hasta las horas de las comidas. Pero luego se va un
día con otro y cuando vienes a darte cuenta, ya estás cogiendo un tren para
irte allí de vacaciones y el que quiere y puede no volverse, pues no se vuelve.
….Aquí cerca también hay un río que algunos días hasta pescao cogen, unos
que son chiquititos como las bogas del rio Barbate.
…Como te decía, mi Julián es el más bueno del mundo, pero tiene sus cosas
y cuando se toma dos copas, muchas veces le caen mal. Muchas veces. Pierde la
cabeza y si no le da llorona, adiós: se embala se pone hecho una fiera y es
capaz de cualquier cosa ¿Quién no tiene su falta?. Allí no le pasaba nunca, de
novio ni de casao, y además se le iban los meses sin probarlo. Aquí llevo yo
con eso unos pocos malos ratos, como si se volviera loco de cuando en cuando:
que veo una botella y me echo a temblá. Sobre todo cuando hay una fiesta de
españoles, me pongo mala. Porque todo empieza mu bonito, mu bien y él mu
contento, estupendo. Hasta que se pone triste y empieza a rebujar la bebida que
eso le sienta mal a cualquiera.
- Julián hijo déjalo.
Y él, dale que dale a la bebida y de pronto le daba por lo de la aceituna
y el bar de allí de la plazoleta de mi calle, que algunos hasta con el apuro
que estaban pasando con él, con to y con eso se reían cuando se ponía a gritar:
- ¡Una aceituna verde y gorda! ¡Una sola, pero en el bar del Troni y un
disco del Menese!
Y luego se va llorando. Y yo detrás:
- ¡Julián, ya!
Y es que él es así, es mu sentío. Se aguanta y se aguanta y se calla
hasta que se toma seis y revienta.
…No, no es que te pase a ti sola, no te creas, eso le pasa a to el mundo:
que al principio se está mucho peor. Por el habla no, eso no. Y bueno eso del
habla que se te quite a ti de la cabeza que tú vas a entender y hablar su
idioma; yo por lo menos no hay manera. Imposible. Ni falta que nos hace: si
esto está lleno de españoles. Que te veas en un apuro y que tú tengas que decir
algo sin dar con algún españó, eso es muy difícil. Los hombres, ya eso es otra
cosa, ellos tienen que tratar y hablar con los alemanes. Pero nosotras no. Con
decir “ya” “nai”, que sí y que no, estamos de la parte´afuera.
«Desde una cornisa del abandonado Ayuntamiento
Viejo, en la Plaza de San Jorge, el mochuelo derrama cuestas abajo, sobre todo
el pueblo, su grave flauta antigua. El monte del Lario, con las nuevas casas
municipales al pie, se ve casi como de día, dulcificadas por la luna llena sus
foscas arboledas continuas. Abajo junto a la parada de los autobuses, la
terraza del Restaurante Padilla cobija aun, ya sin servicio, a dos mesas de
muchachos en charla. “Eso se cae cualquier día”, levanta uno de ellos la cabeza
hacia un muñón del castillo árabe en ruinas, un muñón negro y alto sobre San
Jorge. En la panadería de Cristóbal, donde hornearán hoy molletes como todos
los fines de semana, comienza la briega familiar de la noche. Ha refrescado un
poco y dentro de la casa cerrada, el armario en la sombra cruje un instante en
leve desperezo».
El exilio: una migración específica
«Por poco
liberal que uno sea, o está en la emigración o de vuelta de ella, o
disponiéndose para otra». Mariano
José de Larra.
Aunque no es este el asunto principal, el exilio también está muy
relacionado con la emigración en cuanto a los mismos efectos de desarraigo,
nostalgia y melancolía. Es por ello que quiero señalar que a lo largo de la
historia, han sido y son muy comunes los casos de emigración, destierro y
exilio, forzados por la ortodoxia y por la intolerancia política y religiosa.
Basta recordar la actual serie de guerras en Siria y Oriente próximo y sus
consecuencias, con la migración masiva de miles de personas, a países europeos a
través del Mediterráneo.
La voz que durante todo el siglo XIX designa lo que hoy
conocemos como «exilio» es «emigración». Hay una diferencia sustancial, sin
embargo, entre ambas, que parece haberse borrado con el tiempo y que es más
fácil entender si acudimos a las circunstancias históricas que dieron origen a
la primera gran emigración política: mientras «exilio», del latín exilium
equivale, a la pena de «destierro»; la emigración supone el abandono del propio
país para evitar la cárcel o la muerte por razones religiosas, ideológicas o
políticas.
En España y a lo largo de su historia han
existido múltiples exilios y destierros. Ciñéndonos a épocas documentadas y a
partir de la Edad Media, citar en primer lugar el destierro de ciudadanos
cordobeses andalusíes en el siglo IX hacia Fez y Alejandría, a raíz de la
Revuelta del Arrabal contra el emir Al-Hakam I; el destierro de Rodrigo Díaz de
Vivar “El Cid Campeador” por el rey Alfonso VI de Castilla descrito en el
Cantar de Mío Cid, poema en el que se describe que cuando el ilustre desterrado
salía de tierras castellanas, el pueblo iba diciendo aquello de "qué buen vasallo si oviesse buen
señore". Posteriormente
señalar el exilio de musulmanes andaluces ante la intransigencia política y religiosa
de almorávides y almohades, como le sucedió al rey Al-Mutamid de Sevilla
desterrado en Marruecos. Tras la conquista cristiana del Reino de Granada, seguimos
con el edicto de expulsión de los judíos en el año 1492 por los Reyes Católicos;
con la expulsión de los moriscos en 1609 por el rey Felipe III y ya en la Edad
Contemporánea, con el exilio a Francia e Inglaterra de muchos liberales e
ilustrados españoles en la Década Ominosa, durante el reinado del llamado rey Felón
Fernando VII.
En el siglo XX y recordando nuestra
historia más reciente por especialmente trágica, la diáspora de republicanos españoles
provocada por nuestra guerra incivil y por el régimen franquista, que además de
la fractura social que originó, supuso para España una sangría y un despilfarro
gratuito e irrecuperable de inteligencia, cultura y conocimiento.
Si anteriormente hemos comentado las
complejas emociones involucradas en todas las experiencias migratorias
cualquiera que sea su naturaleza, debemos suponer cuánto más intensa y
desgarradora han de ser las situaciones del exilio o del destierro.
Arrancado de cuajo de su hogar y de
su medio, fresco aún el dolor de la derrota y el desgarro por lo perdido, el
exiliado tiene que partir sin alcanzar casi a despedirse de sus familiares y
amigos.
La despedida y en sentido riguroso, es
un acto ritual que, según Sánchez Ferlosio, sirve para la llamada “protección
del límite”. La partida para un viaje es el límite que divide el estado de
unión, del estado de separación entre el que se va y el que se queda, entre la
presencia y la ausencia. En ese límite se crea de pronto la tensión de la
confianza de “volverse a ver”, junto con el temor de “no volverse a ver”. El
viajero que se va sin despedirse no deja de estar preocupado por un estado de
desasosiego y de aprensión. Muchas veces, durante el viaje, intentará subsanar
la falta de despedida mediante una llamada de teléfono, para calmar su ansiedad
a través del recíproco “menos mal que te encuentro” o “menos mal que me has
llamado”. Las voces de la persona que se ha ido y de la que se queda, sosegarán
sus almas con el efecto de una reparación. La despedida pone un marco protector
al límite que traspasa la partida. La protección no sólo se refiere a la
esperanza de «volverse a ver», sino que se extiende también al «no volverse a
ver». Si efectivamente ocurre la desgracia, la despedida es lo que surge al
instante como el primer asidero a lo que aferrarse para la comprensión y
aceptación de la tragedia. El rito pone marcas virtuales a lo inaprensible:
esas marcas son índices localizadores y orientadores que esbozan un horizonte
en cada trance, porque lo primero que la conciencia necesita es saber por dónde
anda, dónde está. El rito es el aparato de marcas que, entre otras cosas,
deslinda con toda nitidez lo que de tiempo inmemorial se llaman el mundo de los
vivos y el mundo de los muertos.
A los exiliados y generalmente les
falta ese rito protector de la despedida. En la mayoría de los casos han tenido
que partir en forma precipitada. A sus angustias se añade la provocada por la
carencia de una despedida, lo que hace que experimenten su partida como un
atravesar la frontera entre el reino de los muertos y el de los vivos. Para su
vivencia, todos los seres queridos de quienes no han podido despedirse y a
quienes teme “no volver a ver jamás” quedan transformados en «muertos» de
quienes no puede separarse satisfactoriamente.
Los exiliados que han sido obligados
a vivir lejos de su país y que han sido forzados a abandonarlo por razones
políticas o ideológicas, han tenido que huir para asegurar su supervivencia.
Por lo tanto, se encuentran impedidos de volver a su patria, mientras persistan
las causas que determinaron su alejamiento.
Estos son los aspectos específicos
del exilio que marcan una diferencia fundamental en las vicisitudes y evolución
del proceso migratorio: la imposición de la partida y la imposibilidad del
retorno.
Aunque el término «exilio» es usado
en forma amplia para los alejamientos forzosos y comprende a los que fueron
denominados también «trasplantados», «desplazados», «despatriados», «desterrados»,
«transterrados», etc., se asocia con el destierro que los atenienses de la
antigua Grecia imponían a algunos de sus ciudadanos, y que evaluaban en toda su
significación, ya que la consideraban una condena grave y un castigo muy duro,
generalmente impuesto por motivos políticos.
¿Retornar?
«Había necesidad de volver,
porque prescindir de España es prescindir de la vida propia». Rosa Chacel
«Cien retornos soñamos.....» Concha Zardoya
De cómo don Quijote y
Sancho llegaron a su aldea. (Capítulo LXXII Segunda
parte, 1615)
«Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti
Sancho Panza, tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado. Abre los brazos y
recibe también tu hijo don Quijote, que si viene vencido de los brazos ajenos,
viene vencedor de sí mismo; que, según él me ha dicho, es el mayor vencimiento
que desearse puede. Dineros llevo, porque si buenos azotes me daban, bien
caballero me iba.
- Déjate desas sandeces
-dijo don Quijote-, y vamos con pie derecho a entrar en nuestro lugar, donde
daremos vado a nuestras imaginaciones, y la traza que en la pastoral vida
pensamos ejercitar.
Con esto, bajaron de la
cuesta y se fueron a su pueblo».
La decisión de retornar no es fácil,
tanto para los que emigran voluntariamente como para los que han sufrido el
exilio. Aun para aquellos que desearon ardientemente volver, golpeados por la
nostalgia que les traía imágenes queridas de su gente y de su tierra y que
soñaban constantemente con el reencuentro y con lo que habían dejado atrás, la
decisión de retornar es siempre muy difícil.
Cuando un cambio en las
circunstancias, los enfrenta con la posibilidad del regreso y el poder
concretar la ilusión tanto tiempo deseada de reintegrarse con los suyos, muchos
son los que dudan y vacilan. Algunos proyectan su propia ambivalencia en sus
familiares, como el caso de un actor para quien el exilio había sido muy duro
pero que después de mucho esfuerzo, había alcanzado el éxito, en base a su
talento y perseverancia. En el primer viaje de regreso a su país y después de
un cambio político ocurrido en el mismo, le preguntaron: «¿Qué piensas hacer, vas
a volver definitivamente?» Y su respuesta fue: «No estoy muy seguro. Nunca creí
que me sucedería esto. Para mí es terrible. Mis hijos ya son de allí y han
hecho su vida allí, son adolescentes y tendré que consultarles. No puedo
abandonarlo todo. De momento voy a seguir así y volveré en cuanto pueda. Al fin
y al cabo, siento que no soy de aquí ni de allí.»
Nuestro paisano Gregorio Fernández Saborido,
en su homenaje a nuestro poeta alcalaíno Francisco Gil por su cariñoso poema
dedicado a los emigrantes “Vuelven los
emigrantes”, también habla en su poesía de la imposibilidad y dificultad del
retorno cuando escribe:
…..
mucho me acuerdo de ti (Alcalá)
pero ya no volveré
porque la vida es así
aunque yo soy del pueblo
mi familia no es de allí
y a mi familia me debo
pero quien me quita a mi
de mi infancia los recuerdos
……
«No soy de aquí ni soy de allá, no tengo edad ni
porvenir y ser feliz es mi color de identidad». Estos
sentimientos de nostalgia y melancolía forman parte de la letra de una de las
canciones más recordadas del cantautor y escritor argentino Facundo Cabral que
compuso este tema en el año 1970, seis años antes de partir para su exilio en
México.
Se habla de doble desarraigo porque
cuando las personas, después de un tiempo pueden volver permanente o
transitoriamente a su lugar de origen, éste ya no es el mismo y ellos también
han cambiado. Partieron hacia un lugar que tenía lo que en su lugar de origen
no había; trabajo, organización social, seguridad económica, pero tampoco ese
nuevo lugar posee los argumentos con los que se identificaban en su lugar de
origen.
«El desarraigo es doble porque ninguno de los dos lugares
es su lugar, en ninguno de los dos lugares están completos, en ambos
añoran lo que quedó del otro lado. Por otra parte, la añoranza lleva a
idealizar en muchos casos lo perdido y en otros por el contrario, se lo
defenestra para evitar el dolor de no tenerlo». María Silvia
Dameno, licenciada en Psicología.
Los que más lo sufren, sigue M.S. Dameno,
son aquellos que emigraron acompañando el proyecto de otros (como los hijos
cuando la decisión fue de los padres o las esposas que se mudan por el trabajo
del marido), porque sienten que no pudieron decidirlo, que se fueron contra su
voluntad. También lo padecen mucho aquellos que, aun habiendo sido los que
eligieron mudarse, lo hicieron no por creerlo una opción mejor, sino por no
encontrar ninguna otra opción en su lugar de origen.
Sobre el retorno. Del libro Ida
y vuelta. Biografía de Jorge Semprún.
Comentarios de su
amigo Claudio Aranzadi sobre su posible regreso a España.
«Discutíamos mucho y cuando Jorge (Semprún) venía
a Madrid desde París nos decía: Oye que divertido vivir aquí tan cerca. ¿Por
qué no me buscáis otro piso? Y yo me vengo….. Pero yo siempre le decía a mi
mujer: Mira que no, que Jorge tiene una idea de España…. Porque no es lo mismo
venirse de París y estar una semana y hablar con los amigos, que vivir aquí
definitivamente a pesar de que sus verdaderos amigos están en España. Pero
Jorge no es francés, se marchó muy pequeño de España, pero su experiencia vital
no es la de un español…..»
«Y luego cuando vuelves a ver a tus amigos y estás
una semana todos los días comiendo y cenando con ellos. Al final le decía, si
viene a vivir aquí se va a encontrar el día a día, la gente se va a sus trabajos
y a su vida cotidiana y…. Creo que habría sido un error que hubiera venido. De
todas maneras, creo que él fantaseó con la idea de residir en España al final,
pero no creo que se lo plantease realmente en serio. Aunque siempre lo decía:
¿Por qué no me buscáis un piso?. Pero si hubiese… Ten en cuenta que, desde el
punto de vista, por así decirlo y entre comillas, su vínculo con Francia era
más fuerte que con España».
Cara y cruz de la emigración
Es un hecho que el desarrollo de las
sociedades actuales no puede concebirse sin el fenómeno de la emigración, ya
que gracias a él la humanidad ha evolucionado en sus formas de vida y de ver el
mundo, compartiendo experiencias, inventos, avances, pensamientos y valores.
Las experiencias migratorias pueden derivar
en un alto enriquecimiento de la personalidad, si logran ser integradas
creativamente. Por consiguiente, el contacto con culturas distintas a la propia
ha sido desde todos los tiempos, un motor de crecimiento y de apertura y
desarrollo.
Es evidente que la inmigración conlleva el
encuentro de culturas distintas y de modos de vida que durante un largo proceso,
han de ir acomodándose desde la tolerancia reciproca que haga posible la
convivencia; aunque normalmente es la cultura del lugar de acogida, la que
termina imponiéndose a través de una o de dos generaciones.
El aspecto más positivo de la emigración es el
enriquecimiento que tiene el conocer nuevas sociedades, culturas y modos de
vida y de tener la posibilidad de mejorar no solo económicamente, sino también
intelectualmente.
Experiencias vitales, tales como darse
cuenta y ser conscientes de que Alcalá y su entorno no era el centro del mundo
(aunque a algunos nos lo pareciera) y de que existían otras culturas, otras
historias y otras formas de encarar la vida.
La existencia de ese intercambio cultural y
también de un intercambio gastronómico, descubriendo y enriqueciendo nuestro
paladar con nuevos gustos e ingredientes: Esqueixada y Sanfaina, Conejo con
caracoles, Patatas de Olot, Pa amb tomáquet, Butifarras, Escudella i Carn de olla
y Crema catalana, alternándolo con Pistos, Gazpacho fresco y Gazpacho caliente,
Salmorejo, Caracoles con poleo, Pescaito frito, Calamares a la andaluza,
Tortillitas de bacalao, Morcillas de sangre y cebolla, Cocidos, Torrijas y
Arroz con leche….
La emigración también nos ha dado la
posibilidad de crecer y desarrollarnos personalmente. Debemos realizar un
ejercicio de abstracción y pensar en el futuro que esperaba a muchos emigrantes
y a sus hijos, quedándose en su lugar de origen y alternativamente, lo que les
ha beneficiado al emigrar a otras tierras.
Poemas de
la emigración y del exilio
Rafael Alberti. Coplas de Juan Panadero
A Alcalá
de los Gazules, la del precioso nombre, alta maravilla torreada
Andaluza
gaditana
gloria
del campo que está
desangrándose
en sus hijos
que se
mueren o se van
lejos a
tierra extranjera
para
poder trabajar
El Emigrante. Jacinto Verdaguer
Dolça Catalunya,
pàtria del meu cor,
quan de tu s’allunya
d’enyorança es mor
Dulce Cataluña
patria de mi corazón
cuando de ti me alejo
de añoranza me muero
Rafael Alberti. Roma,
peligro para caminantes
Lo que
dejé por ti
Dejé por ti mis
bosques, mi perdida
arboleda, mis
perros desvelados,
mis capitales
años desterrados
hasta casi el
invierno de la vida.
Dejé un temblor,
dejé una sacudida,
un resplandor de
fuegos no apagados,
dejé mi sombra en
los desesperados
ojos sangrantes
de la despedida.
Dejé palomas
tristes junto a un río,
caballos sobre el
sol de las arenas,
dejé de oler la
mar, dejé de verte.
Dejé por ti todo
lo que era mío.
Dame tú, Roma a
cambio de mis penas,
tanto como dejé
para tenerte.
Luís Cernuda. Un español habla de su
tierra
Las playas, parameras
al rubio sol durmiendo,
los oteros, las vegas
en paz, a solas, lejos;
Los castillos, ermitas,
cortijos y conventos,
la vida con la historia,
tan dulces al recuerdo,
Ellos, los vencedores
caínes sempiternos,
de todo me arrancaron.
me dejan el destierro.
Una mano divina
tu tierra alzó en mi cuerpo
y allí la voz dispuso
que hablase tu silencio.
Contigo solo estaba,
en ti sola creyendo;
pensar tu nombre ahora
envenena mis sueños.
Amargos son los días
de la vida, viviendo
sólo una larga espera
a fuerza de recuerdos.
Un
día, tú ya libre
de
la mentira de ellos,
me
buscarás. Entonces
¿qué
ha de decir un muerto?
Entre España y México. Pedro Garfias
El 13 de Junio de 1939
el barco “Sinaia” llegaba al puerto de Veracruz. Fue la primera expedición
colectiva de exiliados españoles a México. Una enorme pancarta les daba la
bienvenida: “EL SINDICATO DE TORTILLERAS OS SALUDA”. Los exiliados españoles se
quedaron atónitos. Naturalmente no sabían de la típica tortilla mexicana (torta
de maíz que se usa como el pan) ni de sus artesanas que nada tenían que ver con
la opción homosexual.
A bordo de este barco,
y en sus 18 días de travesía, el poeta Pedro Garfias escribió:
Qué hilo tan fino, qué delgado junco
-de acero fiel- nos une y nos separa
con España presente en el recuerdo,
con Méjico presente en la esperanza.
Repite el mar sus cóncavos azules,
repite el cielo sus tranquilas aguas
y entre el cielo y el mar ensayan vuelos
de análoga ambición, nuestras miradas.
España que perdimos, no nos pierdas;
guárdanos en tu frente derrumbada,
conserva a tu costado el hueco vivo
de nuestra ausencia amarga
que un día volveremos, más veloces,
sobre la densa y poderosa espalda
de este mar, con los brazos ondeantes
y el latido del mar en la garganta.
Y tú, Méjico libre, pueblo abierto
al ágil viento y a la luz del alba,
indios de clara estirpe, campesinos
con tierra, con simientes y con máquinas;
proletarios gigantes de anchas manos
que forjan el destino de la Patria;
pueblo libre de Méjico:
como otro tiempo por la mar salada
te va un río español de sangre roja,
de generosa sangre desbordada.
Pero eres tú esta vez quien nos conquistas,
y para siempre, ¡oh vieja y nueva España!
Pedro Garfias. Primavera en
Eaton Hastings. Fragmento VI
Hoy que llevo mis
campos en mis ojos
y me basta mirar para
verlos crecer
siento vuestra
llamada, prados de verde edad,
oigo vuestra palabra,
árboles de cien años,
y os busco inútilmente
a través de la tarde.
Ni el vuelo de los
trinos ni el canto de las ramas
han de romper el duro
silencio de mi boca.
Si me quedase inmóvil,
como esta buena encina,
vendrían vuestros
pájaros a anidar a mi frente,
vendrían vuestras
aguas a morder mis raíces
y aún seguiría viendo
con su blancura intacta
quién sabe si dormida,
la España que he perdido.
Rafael Alberti. Hoy las nubes me trajeron.
Hoy las nubes me trajeron,
volando, el mapa de España.
¡Qué pequeño sobre el río
y qué grande sobre el pasto
la sombra que proyectaba!
Se le llenó de caballos
la sombra que proyectaba.
Yo, a caballo, por su
sombra
busqué mi pueblo y mi casa.
Entré en el patio que un
día
fuera una fuente con agua.
Aunque no estaba la fuente,
la fuente siempre sonaba.
Y el agua que no corría
volvió para darme agua.
Manuel Altolaguirre. Era mi dolor tan alto
Era mi dolor tan alto,
que la puerta de la casa,
de donde salí llorando,
me llegaba a la cintura.
¡Qué pequeños resultaban
los hombres que iban conmigo!
Crecí como una alta llama
de tela blanca y cabellos.
Si derriban mi frente
los toros bravos saldrían,
luto en desorden, dementes,
contra los cuerpos humanos.
Era mi dolor tan alto,
que miraba al otro mundo
por encima del ocaso
Notas y textos:
Psicoanálisis de la migración y del exilio. León y Rebeca Grinberg
Los exilios en la España Contemporánea. Encarnación
Lemus
Una
aproximación a la emigración andaluza y alcalaína. Tomás Acedo
La imagen del inmigrante en la novela
española actual. Maja Zovko
Migración y exilio
españoles en el siglo XX. Luis M. Calvo Salgado
Don Quijote de la Mancha. Miguel de
Cervantes
Nos han dejado solo. Fernando Quiñones
Los clásicos de la literatura española
y la inmigración. Ester Trigo y Marta Zambrano
La Literatura de los
exilios españoles. Isolda
Alfaro
Exilio cultural y Poesía del Exilio
http://mialcala.blogspot.com.es/. Poesías de Francisco Gil
Tomás Acedo Alberto
8 de Septiembre de 2016
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