El otro
día me acordaba
de mi infancia
y primera juventud
vividas en mi
querido pueblo gaditano, Alcalá de
los Gazules. Y
recordaba cómo, durante los
meses de la
primavera, los chavales
de mi barrio, la
calle de Los
Pozos, guardábamos ramajes, pasto y
trozos de madera
en un lugar seguro y secreto. Lo
de elegir un
buen escondite era
primordial para evitar
su robo por
parte de los
chiquillos de los
otros barrios, que
solían intentarlo, para
que su hoguera
fuera la mejor,
y tenían incluso
hasta sus espías
para tratar de
localizar el lugar
de nuestro almacenamiento, al
igual que nosotros
tratábamos de encontrar
los suyos. Con
ese pasto, como le
llamábamos entonces, encendíamos
una gran hoguera
la tarde-noche del
día de San
Juan. Ahora eso
no existe, aquello formaba
parte de nuestros
juegos de aquellos
tiempos, en los
que escaseaban los
juguetes, sobre todo
los fabricados para
la juventud. En
los últimos años
he visto algunas
fogatas en algunas
ciudades, pero todo muy
organizado, muy previsible y
hasta con la presencia vigilante
de bomberos. Lo
nuestro era diferente, era una
tradición transmitida de
padres a hijos,
y formaba parte
de nuestra manera
de vivir. Ya los
jóvenes no preparan
esas hogueras nuestras,
para celebrar la
llegada de la
noche más larga
del año. Esta
es una más, de las
muchas costumbres que
se han ido perdiendo, hábitos
que mi generación
había heredado de
sus ancestros y que celebraba
y veneraba con
cariño y respeto.
En la
actualidad el mercantilismo imperante
en la sociedad
de consumo, en
la que nos
ha tocado vivir,
a través de
los comercios y las
grandes superficies, se encarga
de imponernos sus
gustos, costumbres y sus
celebraciones, no buscando
nuestra felicidad ni nuestro beneficio, sino el engorde de
sus cajas registradoras.
De ahí
que aquellas celebraciones
propias de la
cultura española : las mencionadas
hogueras, el Día de
Todos los Santos, los
Reyes Magos, el Día de
la
Madre, los Campanilleros, la Misa
del Gallo, la Semana Santa, muchas
Romerías, Verbenas, etc.,
están desapareciendo o quedando relegadas
por otras de
origen foráneo, que
nada tienen que
ver con nuestras
cultura y costumbres
milenarias. En Semana Santa, la
gente se va
a la playa
o a la
montaña en lugar
de asistir a
esa explosión maravillosa
de Fervor, Arte y
Cultura por las
calles de todos
los pueblos de España; como
si no hubiera
tiempo para marchar
a esos sitios
durante los largos
veranos de nuestro
país.
Nuestras fiestas
más populares actualmente, Semana Santa, Navidad, Ferias y
Romerías, si esto no
cambia, tienen un
futuro incierto. Leía
hace unos días
que de los
niños nacidos actualmente
en España, el sesenta
por ciento no
son cristianos,
principalmente son musulmanes.
Está claro que
dentro de veinticinco
o treinta años, estos
niños tendrán la
mayoría de cargos
de responsabilidad de
gobierno municipal o
incluso nacional. Y
es obvio, que estos
dirigentes no estarán
por la defensa
y desarrollo de estas fiestas
nuestras de ahora.
Hoy las
fiestas que causan
furor : Halloween, una
celebración de origen
celta-irlandés que disfrutan
los países anglosajones,
ha relegado al
olvido al Día
de “Tosantos” y las calabazas
han enviado a
la basura a
los ricos huesos
de santo ; está claro
que Papá Noel
está acabando con
los Reyes Magos
y los sueños
infantiles de millones
de nuestros niños.
Esta semana estamos
siendo bombardeados, a todas
horas del día
y de la
noche por la
publicidad del Black
Friday (Viernes Negro) como un
día en el
que si no
vamos de compra, aunque no
nos haga falta, seremos poco
menos que unos
bichos raros, unos pobres
diablos, y quedaremos
mal vistos. Alguno
dirá : “Mirad, Black Friday
y no lleva
tres o cuatro
bolsas llenas de artículos
en las manos, ¡qué
desgraciado!, ¡así le irá!”
Pronto nos
veremos, como apuntaba mi
amigo Paco Mármol
en un acertado
comentario, celebrando en lugar
de la comida
familiar de Navidad, el
Día de Acción
de Gracias; fiesta ésta
típica de Canadá
y USA. Y
nos comeremos el
pavo relleno de
pan de maíz
y con salsa
de calabaza y
boniato, en lugar
de nuestro jamón
ibérico, nuestras gambitas de
Huelva o nuestro
queso El Gazul.
Nos olvidaremos de
los polvorones, los alfajores, los roscos
de vino y
los pestiños. En
su lugar degustaremos
una repostería a
base de manteca de
cacao, pero eso sí … seguramente fabricada
en los alrededores
de la avenida
de Broadway de
Nueva York … que
farda un montón.
Contra este
adoctrinamiento continuado,
que nos
arrastra irremisiblemente a
la pérdida de
nuestra cultura, mi único
consuelo es que
nuestro Carnaval, con
sus erizada y
ostionada y esa
noche mágica de
la final del
Falla, parece que está
muy vivo. Como
lo están las Ferias,
Romerías y Semana
Santa andaluzas. Un
fuerte alivio ver
que hay cosas
muy nuestras, que como las
murallitas de Cádiz, aguantan con
firmeza, contra viento y
marea, y sin
fisuras, todos los
asedios y ataques
de las modas que nos
imponen los fanfarrones
extranjeros.
Francisco Teodoro Sánchez
Vera
11-17
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