Homenaje a la mujer
En el día dedicado a la mujer me siento
en la necesidad y en la obligación de mostrar mi respeto, mi admiración y mi
agradecimiento a una mujer concreta en la que resumo las cualidades de todas
las mujeres con las que he convivido, con las que he trabajado y de las que he
aprendido. Confieso con todo descaro que de todas ellas he aprendido a vivir, a
crecer y a disfrutar. Hoy -os pido que me perdonéis- no me refiero, aunque
también las aplaudo, a esas mujeres que los medios de comunicación presentan
como modelos ejemplares de la lucha por reivindicar sus derechos humanos. Dedico
mi homenaje a una mujer concreta que, con sus comportamientos, más que con sus
discursos, me ha acostumbrado a escuchar, a contemplar y a meditar, a calibrar
la importancia de los asuntos menudos y a interpretar los papeles secundarios a
los que no solía dar importancia.
Hoy menciono, sin decir su nombre, a
quien sin reservarse tiempo alguno y sin pretender destacar, con su lucidez,
con su modestia y con su firmeza, ha contribuido, de una manera decisiva, para
que realizáramos y culmináramos las tareas familiares y profesionales de las
que, sin duda alguna, ella es la autora y la protagonista principal. Lo menos
que puedo hacer es reconocer cómo, a veces sólo con su mirada limpia, refleja
el resplandor directo de la satisfacción que ella experimenta por el
“privilegio”, como dice ella, de acompañar en los momentos de alegría
compartida y participar en las situaciones dolorosas logrando que la vida en
común transcurra con dignidad.
Estas son las razones que, a mi juicio,
explican la marea de respeto y de cariño que, inevitablemente, desbordan mi
capacidad para explicar mi alegría y mi agradecimiento. Ante su grandeza y ante
su sencillez sólo caben el asombro y el estremecimiento; sobran las palabras.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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