Identidad transgénero
La situación de extrema necesidad en la
que he encontrado a una persona amiga durmiendo en un banco de los jardines del
Parque, hace que me sienta conmocionado y obligado a pensar seriamente y a
escribir sin rodeos sobre los graves e injustos problemas psíquicos,
personales, familiares, sociales y religiosos que sufren los transexuales. Transcribo
algunas de las palabras que pronuncié en la presentación del último de sus
libros: “Sabes muy bien que esos ratos compartidos en nuestro Club de Letras constituyen
estimulantes bocanadas de aire saludable que purifican nuestro espíritu y nos
ayudan para que, repensando nuestras vidas, reflexionemos sobre las cosas
importantes, esas que nos hacen sentir y emocionarnos, disfrutar y sufrir,
llorar y reír. Te agradezco la habilidad y la delicadeza con la que nos has
enseñado a los demás miembros del Club de Letras a humanizar nuestras
relaciones, a defendernos de los ataques de la vulgaridad de la sociedad, de la
brutalidad de los poderosos y de la crueldad institucional”.
No hay derecho a que, debido a unas convicciones
convencionales, a unos prejuicios culturales y a unas pautas de comportamientos
tradicionales, sigamos sin reconocer la realidad, ni, mucho menos, que
permanezcamos consintiendo la dolorosa situación de quienes son diferentes e,
incluso, que nos empeñemos en hacerlos cambiar.
Me ha contado que desde la infancia
toda su familia conocía su identidad pero que la única que trataba de
comprenderla era su madre. Incluso experimentó unos trastornos psicológicos serios
debido a los esfuerzos baldíos que realizó por no aceptar su manera de pensar, de
sentir y de ser. Desde muy pronto se sintió fuera de lugar respirando una
atmósfera asfixiante, experimentando el
rechazo de los más próximos, de los miembros de la familia, de los compañeros y
de los amigos. Siempre ha sido objeto de burlas y, a veces, víctima de violencia
física.
Los médicos le diagnosticaron una
enfermedad mental, aplicándole un tratamiento que aún hoy sigue observando
porque, efectivamente, -me confiesa- “el origen del trastorno que sufro no sé
si se debe a mi identidad transgenérica, si es la consecuencia de mi propia
incomprensión o el resultado del odio, del rechazo, de la violencia, de la
discriminación de todos los que me rodean y, por lo tanto, del aislamiento en
el que he vivido durante toda mi vida”. Tras
el fallecimiento de su madre, le ha invadido el deseo irreprimible de desaparecer
y se siente en el fondo de un abismo de vergüenza, de desprecio y de deshonra
por ser de una manera que ella no ha elegido y que no puede cambiar.
Al contemplarla en esta dolorosa
situación, recobran valor las palabras de aquella presentación en la que expliqué
mi convicción de que sus relatos habían nacido de su necesidad de expresarse y
de su ansia honda de dibujar unos seres que, parecidos o diferentes, mostraran sus
recónditas aspiraciones. Te aseguro que todos nosotros te respetamos y te
queremos.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
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