Roland
Barthes
Marcel Proust
Barcelona,
Paidós, 2022
Los profesores y los alumnos que se
sorprenden cuando escuchan que el objetivo común y último de todos los niveles
y de todos los ámbitos de la enseñanza es la lectura, probablemente, no
advierten que leer es una destreza compleja en la que intervienen diversos
mecanismos y múltiples factores. Leer palabras no es sólo deletrear grafemas
sino, también, profundizar en los sucesos, adentrarse en uno mismo y, al mismo
tiempo, acercarse a los otros; es escuchar y hablar; es ser otro sin dejar de
ser uno mismo.
Adelanto mi pronóstico sobre la
favorable acogida que obtendrá esta obra que, a mi juicio, es oportuna,
sorprendente y valiosa: aventuro mi opinión de que su lectura resultará
sugerente y estimulante a los escritores profesionales y a los críticos
aficionados, a los profesores y a los alumnos de teoría, de crítica o de historia
de la literatura, y tengo la impresión de que, de manera especial, proporcionará
ideas novedosas a los que ya conozcan por separado las obras del novelista
Marcel Proust o del teórico y crítico Roland Barthes. Quizás la conclusión más
importante sea que los dos son, más y antes que escritores, unos lectores
cualificados de libros y, sobre todo, de la vida.
Estoy convencido, sin embargo, de que a
quienes más aprovechará este libro será a aquellos lectores que sienten la
vocación de escribir, pero que, como le ocurrió a Marcel Proust, experimentan
durante largo tiempo la impotencia hasta que, finalmente, cuando temen que no
dispondrán de tiempo para terminar sus obras, decidan entregarse plenamente a
la escritura. La afirmación de Barthes es categórica: “El libro de Marcel
Proust es la historia -no de una vida- sino de una escritura”
A los críticos les interesará la
precisión con la que Barthes distingue las vidas del autor, del narrador y del
personaje, su manera detallada de advertir las coincidencias y las diferencias,
y, sobre todo, su crítica del uso que solemos hacer de las biografías. En
contra de los historiadores que afirman que la vida de un autor informa de su
obra, Barthes defiende y demuestra que es la obra la que explica la vida: “la
vida de Proust nos obliga a invertir este prejuicio: no encontramos la vida de
Proust en su obra, sino que encontramos su obra en la vida de Proust”.
A partir de esta constatación Barthes
concluye que el mundo no nos ofrece las claves para interpretar las obras
literarias, sino que es todo lo contrario: son éstas las que nos abren el mundo
para nosotros e, incluso, para identificar algunos sentidos de nuestras vidas
porque, por ejemplo, “la verdad de Proust no viene de una copia genial de la
`realidad´ sino de una reflexión filosófica sobre las esencias y sobre el
arte”.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
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