Chanda
Livia Candiani
El silencio es algo vivo. El arte de la
meditación
Barcelona,
Ariel, 2022
Parto del supuesto de que la meditación
no es una práctica reservada a los religiosos, a los intelectuales, a los
artistas o a los poetas sino una actividad simple que, practicada desde hace
miles de años, es importante y, a veces, imprescindible para vivir humanamente.
Es una terapia que beneficia a la mente y al organismo porque alivia el exceso
de ocupaciones y de preocupaciones que acumulamos en la actualidad durante todo
el día. Es un ejercicio que nos sirve para encontrarnos con nosotros mismos,
para identificar, en el fondo de nuestras consciencias, esas vivencias que nos
identifican, que definen nuestras peculiares maneras de pensar, de sentir y,
por lo tanto, que configura nuestra personal forma de ser.
Aventuro mi conjetura de que la lectura
de este libro sobre el silencio es especialmente
oportuna en unos momentos en los que tropezamos con serias dificultades para
cultivarlo, para aprovecharlo como fuente de vitalidad, de fantasía y de creatividad,
para respirar hondo y para oxigenar nuestro espíritu: para reflexionar sobre
nuestros cambios, para meditar pausadamente en el imparable correr de nuestros
días y para contemplar, asombrarnos, el espectáculo de la naturaleza: para
descifrar los mensajes imponentes del mar, del cielo o de la montaña, o para,
simplemente, percibir la voz discreta de un rosa o el imperceptible crecimiento
de una brizna de hierba.
La lectura de esta obra –breve,
sencilla, clara y, sobre todo, bella- nos descubre cómo la meditación es un
ejercicio indispensable para penetrar en nuestro interior con el fin de
descubrir los significados de los objetos y los sentidos de nuestros
comportamientos. Estos análisis parten del supuesto de que el silencio es una senda
obligada para orientar nuestros pasos en el enmarañado entramado de senderos, a
veces tortuosos, de nuestras vidas. Con un lenguaje transparente Chandra Livia
Candiani, poeta y traductora de textos budistas, nos explica cómo la meditación
y la poesía nos iluminan para que tomemos conciencia, para que descubramos cómo
crecemos escuchando nuestro cuerpo y sintiendo nuestro espíritu.
Estas son las razones de mi valoración
positiva de este libro que nos orienta y nos estimula para que callemos y para
que nos escuchemos a nosotros mismos, para que llenemos nuestras vidas de vida.
La poesía, efectivamente, “es una práctica de vida, no de supervivencia”, es
una senda que nos orienta y nos estimula para que habitemos en espacios cada
vez más vastos de nosotros mismos y del mundo, y la meditación nos descubre que
“el cuerpo es nuestra carne habitada, sentida, percibida con atención,
precisión y con profundísima intimidad”.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
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