La naturaleza nos ayuda a conocernos a nosotros mismos.
Stefan Bollmann
Goethe y la experiencia de la naturaleza
Barcelona, Ariel 2023
Con la lectura de este ensayo que, además de riguroso y serio, es ameno y,
en ocasiones, sugestivo, podemos comprobar cómo los trabajos de Goethe, poeta,
científico y psicólogo, marcan un hito decisivo en el trascurso de las diversas
etapas que se han sucedido en el lento proceso de acercamiento mutuo entre el
hombre y la naturaleza, y, a mi juicio, debería estimular la colaboración
estrecha entre los científicos y los artistas actuales. El filólogo,
historiador y filósofo Stefan Bollmann nos demuestra con datos concluyentes y nos
explica con un lenguaje atractivo cómo Goethe, el poeta alemán autor de Fausto, que ejerció su magisterio sobre
toda Europa, fue también un profundo investigador de las Ciencias Naturales y
un maestro por su manera de explorar y de concebir a la naturaleza no como un
objeto extraño, oscuro e incognoscible, sino como una realidad próxima y cognoscible.
Su vida, afirma categóricamente, “es la historia de una experiencia con la
naturaleza” y, explica con claridad que Goethe denomina ciencia a la
experiencia, e, incluso, la tiene “por la única ciencia verdadera”.
Llega a la conclusión de que cuando nos conformamos con valorar sus ideas
sólo desde la perspectiva histórica, no llegamos a comprender la esencia de lo
que Goethe pensó e hizo durante los cincuenta años dedicados a estudiar la
naturaleza. Nos recuerda que, en sus trabajos de investigación sobre Geología,
Meteorología y Botánica, Meteorología y Física atmosférica, expuso cómo, gracias
a la ciencia y a la técnica, podemos luchar para dominar los espacios hostiles
y los episodios adversos. Y es que Goethe, ya desde su juventud, estaba convencido
de que el ser humano era parte de la Tierra y de que la naturaleza proporcionaba
las fuerzas necesarias para dominar la vida porque, cuanto más aprendemos de la
naturaleza, mejor aprendemos a conocernos a nosotros mismos: “el conocimiento
de la naturaleza es una fuente para comprender nuestra humanidad”. No es
extraño, por lo tanto, que Goethe “frecuente las arboledas y tome baños de
bosque para sanar las heridas de un amor desdichado en su alma”.
La lectura de esta obra nos demuestra que la complementariedad del proceso
de “naturalización de la vida humana” y el de la “humanización de la
naturaleza” comienzan cuando
concebimos a la naturaleza, no como lo extraño y lo incognoscible, sino como lo
próximo y cognoscible. En consecuencia, la
distancia entre la naturaleza y el hombre se acorta a medida en que aquélla nos
abre sus secretos y se nos aparece como más nuestra, más próxima y más familiar.
Esto ocurre cuando asumimos la naturalización de lo
humano y, sobre todo, cuando consideramos lo natural y lo humano como un todo
indisociable. En resumen, a mi juicio, esta obra demuestra cómo Goethe anuncia,
muestra y demuestra una tesis actual: el reconocimiento empírico del hacer
humano como variante del hacer universal.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría de
la Literatura
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