Pedro Insua
Cuando España echó a andar
Barcelona,
Ariel, 2023
Al menos los que aceptamos que el
Estado nación no es una realidad eterna creada al comienzo de los tiempos ni
tampoco un hecho que podemos cambiar arbitrariamente, deberíamos aceptar que es
imprescindible su estudio histórico de una manera especial en los momentos en
los que surgen problemas inesperados. Es cierto que algunos procesos son
inéditos, pero también es verdad que muchas de las aspiraciones y de los temores
poseen profundas raíces personales y sociológicas. Es conveniente –pienso que
imprescindible- que prestemos atención a las soluciones –¿ocurrencias?- que
otros han dado en situaciones parecidas.
Esta obra parte de una serie de
preguntas que, quizás algunos de nosotros nos hemos formulado más de una vez:
¿Es España una nación o un conjunto de naciones? ¿Cuándo y cómo nació la nación
española? ¿Qué proceso histórico se ha seguido para configurar esa entidad que
recibe el nombre de España? Pedro Insua, profesor de Filosofía, nos responde y
nos explica con claridad el resultado de sus análisis interpretativos y valorativos
apoyados en unos datos que él extrae tras minuciosas investigaciones
históricas. Llega a la conclusión de que la formación de España como nación
política no aparece por generación espontánea, sino que es la consecuencia de
un largo proceso histórico que surge en la Baja Edad Media y que, como afirma Gustavo
Bueno, “el pistoletazo de salida de la nación española son las Cortes de
Cádiz”, una de las primeras en constituirse como tal en el sentido
contemporáneo. (p. 36)
A los que afirman simplemente que la
nación española nace en Cádiz, él muestra y demuestra cómo esta opinión es -puede
ser- una reducción unívoca del concepto “nación política” cuyo contenido esté determinado
por el desconocimiento y mal uso del concepto “nación histórica”. Es, a su
juicio, la razón de una interpretación que se presta a afirmar ingenuamente que,
por ejemplo, en Cádiz se encendió un “interruptor constitucional” que,
aglutinando pueblos de ambos hemisferios, echó a andar de repente a la nación
española. También analiza el modo en el que se fijó el origen de la nación española
a partir de los Reyes Católicos, con el pistoletazo de salida en el matrimonio
de Isabel y Fernando en Valladolid en 1469 y explica cómo que, incurriendo en
un claro anacronismo, se identifica nación con soberanía.
Frente al “provincialismo” de la España
eterna, frente al negacionismo de su existencia o frente a esa concepción
telúrica del “suelo español” defiende que España como nación posee un origen y
que ese origen tiene lugar ya en el contexto de lo que la historiografía ha
recogido bajo el nombre de la “reconquista”.
Recuerda cómo, durante buena parte de
la Transición, se pretendió borrar o desdibujar el concepto de España en la
Edad Media para tratar de justificar la realidad presuntamente preespañola de
las distintas autonomías, y defiende que la nación española echó a andar
precisamente cuando el castellano se propaga por el resto de los reinos
hispanos como elemento de cohesión social. El factor –afirma- que hoy otorga
unidad nacional a España es el castellano, una lengua común que permite –el convivium, la convivencia y –el connubium- el establecimiento de lazos
de sangre porque “la generación es el mecanismo que permite la persistencia de
la nación, pues sin nacidos, sin crecimiento natural, no existe la nación en
sentido antropológico o sociológico”. La lectura detenida de estos datos
históricos y la valoración desapasionada de sus razonamientos pueden orientar
una discusión seria sobre unos asuntos que, en amplios sectores aún siguen estando
movidos por prejuicios sentimentales.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
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