Preparar y vivir la ancianidad nos puede servir para recrearnos en el doble sentido de esta palabra
Laure
Adler
La viajera de noche
Barcelona,
Ariel, 2022
“La vida ya no es lo que era”. Esta
afirmación, válida para las diferentes etapas de nuestra existencia humana, posee
especial trascendencia durante la ancianidad, una época que, por haberse
alargado de manera constante, posee unas condiciones que eran insospechadas
hace escasas fechas. Debido a los progresos de la medicina y a los cambios en
las condiciones laborales, ya hablamos de la cuarta y hasta de la quinta edad.
En mi opinión, sin embargo, aún permanecen vigentes algunas –muchas- de las
consideraciones y de los prejuicios de tiempos pasados. Estoy convencido, por
lo tanto, de que es imprescindible y urgente que analicemos esta nueva
situación con el fin de que se vayan abriendo nuevos cauces para adaptar
nuestros comportamientos personales, familiares, sociales, políticos y humanos a
esta nueva interpretación y valoración de la vida humana, de la nuestra y de
las personas con las que convivimos, porque, efectivamente, “la vejez es un tema
vital, un asunto que nos concierne a todos y a todas, cualquiera que sea
nuestra edad”.
Adelanto mi sorpresa por esta manera
diferente con la que Laure Adler aborda esta cuestión sin recurrir a las
consideraciones tópicas repetidas en la mayoría de las que obras que últimamente
se están publicando. Expreso mi agradecimiento por su exhaustiva selección de
los análisis que han efectuado pensadores como Epicuro, Séneca, Inmanuel Kant,
Michel de Montaigne, Roland Barthes o Paul Ricoeur, y por sus acertadas citas de
escritores como Simone de Beauvoir, Marcel Proust, Giuseppe Tomasi de
Lampedusa, Hermann Hesse o Virginia Woolf pero, sobre todo, valoro su
originalidad al relatar y explicar su personal manera de vivir con sorpresa,
con intensidad y con “arte” una época que es -que puede ser- notablemente
fecunda, grata y, en ocasiones, apasionante. Ya comprobarán cómo la lectura de
estas cadencias personales, de estos recuerdos y sentimientos les proporcionan
experiencias intelectuales y literarias inéditas.
Importante, a mi juicio, es su
habilidad para hacernos pensar en que, por ejemplo, es urgente aprovechar todas
las oportunidades para vivir, para paladear cada uno de los instantes y para
exprimir todas las ocasiones de crecer, de fructificar y de disfrutar
respetando, amando y colaborando con las demás personas con las que convivimos.
Preparar y vivir la ancianidad, efectivamente, nos puede servir para recrearnos
en el doble sentido de esta palabra: para inventar una nueva manera de vivir,
para aprovecharla y para disfrutarla más y mejor. Creo que este libro es una
invitación amable, lúcida y estimulante para que pensemos y para repensemos
nuestras actuales formas de vivir la ancianidad.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
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