El tiempo, más que dinero, proporciona otros valores aún más necesarios
Jenny Odell
¡Reconquista
tu tiempo!
Barcelona, Ariel, 2024
El discurrir -lento o rápido- del
tiempo nos debería enseñar a leer la vida con nuevos ojos, a administrarlo con
responsabilidad y a disfrutarlo con libertad. La experiencia nos confirma que,
sin advertirlo, lo despilfarramos de manera, a veces, inconsciente. En estos
momentos en los que presumimos de libertades, en mi opinión nos vamos haciendo cada
vez más obedientes a la influencia sutil de la publicidad, a esa fuerza poderosa
que se apodera de nuestros sentimientos y nos impide reflexionar sobre el curso
de nuestra existencia. Me permito –amigas y amigos- animaros a pensar y a vivir
cada segundo con detenimiento, con fruición y con complacencia.
En esta obra Jenny Odell nos invita a
reflexionar sobre la naturaleza del tiempo y a indagar en las raíces sociales y
materiales que sustentan la idea de que el tiempo es dinero. Responde de manera
clara, detallada y exhaustiva a cuatro cuestiones fundamentales: ¿Quién tiene
capacidad de comprar el tiempo de quién? ¿Cuánto vale el tiempo de una persona?
¿Quién se ve en la obligación de ajustar sus horarios a los de otro? ¿Por qué
el tiempo de alguien se considera como algo disponible? Las detalladas respuestas y los sutiles análisis
de estas preguntas parten del supuesto de que la valoración de tiempo –que no
es una cuestión individual sino cultural e histórica- ha de evitar la
concepción del ocio simplemente como una forma de descanso corporal o de recreo
espiritual para proporcionar nuevas fuerzas para trabajar de nuevo. Odell muestra
y demuestra que la productividad no es –no debe ser- la medida absoluta del
sentido del tiempo ni de su valor.
Explica con claridad cómo cada día
invertimos más dinero y más tiempo en comprar bienes materiales, en adquirir
objetos y servicios de consumo que nos restan las energías espirituales y nos
despojan de unos bienes inmateriales que son mucho más necesarios y más
gratificantes: el consumismo –afirma- nos merma la libertad, la tranquilidad,
el ocio y, en consecuencia, nos limita la cantidad y, sobre todo, la calidad de
la vida humana. Su detallada y amena reflexión, que parte de la observación de
unas hojillas de musgo que brotaban en un tiesto de cerámica colocado junto a
la ventana, le llevó a pensar en las escalas de tiempos muy cortas y en las
escalas evolutivas muy amplias, y le hicieron pensar en lo vano que es
empeñarse en apresar un momento.
En mi opinión, su explicación de que la
manera de recorrer el tiempo –de vivir la vida- depende en gran medida de cada
uno de nosotros imprimiendo mayor o menor velocidad, aligerando o moderando el
ritmo y acortando o alargando cada uno de los momentos, puede –debe- mejorar la
cantidad y la calidad de nuestras vidas. Esta obra –clara, oportuna y
necesaria- nos demuestra cómo el trabajo y el dinero debería proporcionarnos
otros valores más importantes y más necesarios. Por eso la primera conclusión
es que no deberíamos permitirnos perder el tiempo y, sobre todo, que sean otros
los que nos hagan perderlo. Y es que, a veces, los relojes y los calendarios
nos despistan y nos engañan porque no nos informan sobre sus contenidos ni
calculan la anchura, la altura y la profundidad de cada instante.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
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