Jesús
alimenta a su comunidad y prepara un discurso
Domingo
17. Ciclo B
El domingo pasado, el evangelio de Marcos nos presentaba a Jesús enseñando al pueblo, reunido de muy distintos lugares. Inmediatamente después, lo presenta alimentándolo mediante la multiplicación de los panes y peces. Pero este relato no se ha toma hoy de Marcos, sino de Juan, porque los cuatro domingos siguientes los dedica la liturgia a la lectura del discurso del pan de vida, que solo cuenta Juan.
Jesús y Eliseo
Es raro que Juan coincida con los Sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) en algún relato. Este de la multiplicación de los panes y los peces es uno de los pocos casos. Y los cuatro evangelios toman como punto de referencia el milagro atribuido a Eliseo en el Antiguo Testamento. Este profeta, rodeado de una comunidad de unos cien hombres, muy pobres, recibió un día como regalo veinte panes de cebada y cierta cantidad de espigas. Teniendo en cuenta las dimensiones de los antiguos panes, no era demasiado difícil sacar un bocadillo para cada uno. Al criado le parecen pocos; pero, en contra de sus dudas, comieron todos y sobró.
En aquellos días un hombre llegó de Baal Salisá, trayendo al hombre de Dios el pan de las primicias, veinte panes de cebada y espigas nuevas en su alforja. Eliseo ordenó: «Dalo a las gentes para que coman». Pero su criado replicó: «¿Cómo voy a poner esto delante de cien hombres?». Él dijo: «Dalo a la gente para que coman, pues esto dice el Señor: Comerán, y sobrará». Se lo sirvió y comieron; y sobró, como había dicho el Señor.
El milagro de la multiplicación de los panes y los peces
está calcado sobre el de Eliseo, pero aumentando las dificultades. En vez de
cien personas son cinco mil (según Mc, Lc y Jn; Mt añade «sin contar mujeres y niños», lo cual obligaría a pensar en unos veinte mil). Y en
vez de veinte panes, Jesús sólo dispone de cinco.
A pesar de todo, igual que Eliseo dijo: «comerán y sobrará», los comensales de Jesús comen «todo lo que quisieron» y, para demostrar la abundancia, se recogen doce
canastos de sobras de los cinco panes.
Queda claro el poder superior de Jesús. Pero los Sinópticos añaden un detalle importante: este milagro ocurre «en un lugar desierto», y esto trae a la memoria la marcha del pueblo por el desierto, cuando Dios lo alimenta con el maná. Jesús, nuevo Moisés y superior a él, también alimenta a su comunidad (quizá por eso Mt hace mención expresa de las mujeres y niños). Jn desarrollará en el discurso posterior la relación con el maná y con Moisés.
La multiplicación de los panes y peces según Juan
Después
Jesús pasó al otro lado del lago de Galilea (o Tiberíades). La gente lo seguía,
porque veían los prodigios que hacía con los enfermos. Jesús subió al monte y
allí se sentó con sus discípulos.
Estaba cerca la pascua, la fiesta de los
judíos. Jesús alzó los ojos y, al ver tanta gente, dijo a Felipe: «¿Dónde
compraremos panes para que coman todos ellos?». Decía esto para probarlo, pues
él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «El sueldo de un año no
bastaría para que cada uno de ellos comiera un poco».
Entonces, uno de los discípulos, Andrés, el
hermano de Simón Pedro, dijo: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de
cebada y dos peces. Pero ¿qué es esto para tantos?». Jesús dijo: «Decidles que
se sienten».
Había mucha hierba en aquel sitio. Eran
unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó
entre todos; y lo mismo hizo con los peces. Les dio todo lo que quisieron.
Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos:
«Recoged los trozos sobrantes para que no se pierda nada». Los recogieron, y
llenaron doce canastos de las sobras de los cinco panes de cebada.
La gente, al ver el milagro que había hecho Jesús, decía: «Éste es el profeta que tenía que venir al mundo». Y Jesús, dándose cuenta de que querían llevárselo para hacerle rey, se retiró otra vez al monte él solo.
A
pesar de las semejanzas, el relato de Juan ofrece notables diferencias con el
de los Sinópticos.
1. La
indicación temporal falta en los Sinópticos: «Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.» De este modo, Jn relaciona la multiplicación de los
panes con la fecha de la muerte de Jesús. Jn no cuenta la institución de la
Eucaristía, pero este milagro, ocurrido en la misma fiesta, simboliza la idea
de que Jesús alimenta a su pueblo.
2. La preocupación por la gente no parte de los discípulos,
sino de Jesús. En los Sinópticos, son ellos quienes se acercan a decirle que
despida a la gente para que se busque algo de comer. En Jn es el mismo Jesús
quien toma la iniciativa preguntando a Felipe cómo resolverán el problema.
3. Lo
anterior demuestra que los discípulos descargan la responsabilidad en el
pueblo: son ellos los que tiene que buscarse de comer. En cambio, Jesús se
encarga de darles de comer.
4. Para
dejar clara la dificultad del problema, Felipe indica lo que costaría alimentar
a esa gente: 200 denarios. El denario era el jornal de un campesino; 200
denarios suponen una cantidad muy grande para un grupo que vive de limosna,
como el de Jesús.
5. La relación entre el milagro de Jesús y el de Eliseo
queda especialmente clara en Juan, ya que, mientras los Sinópticos hablan
simplemente de «cinco
panes»,
Juan indica que son «panes
de cebada»,
como los que regalan a Eliseo.
6. El momento culminante difiere de manera notable. Los
Sinópticos dicen que Jesús «levantando
los ojos al cielo, los bendijo, los partió y los dio a los discípulos para que
los repartieran a la gente».
Tres acciones (alzar la mirada, bendecir, partir), pero quienes reparten el pan
a la gente son los discípulos. En Jn, Jesús solo realiza una acción, dar
gracias (euvcaristh,saj);
pero lo más importante es que es él mismo quien distribuye el pan a todos los
presentes. Es claro que se trata de un dato simbólico. Un camarero para cinco
mil personas es imposible. Jn quiere indicar que, en la eucaristía, es Jesús
mismo quien nos alimenta.
7. Mateo, al contar este milagro, omite la referencia a los
peces en el momento de la multiplicación, para subrayar la importancia del pan como
símbolo eucarístico. Juan lo sugiere de forma distinta. La orden de Jesús: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda», la refieren los discípulos sólo a los panes, no se
preocupan de los peces. Es probable que estas palabras de Jesús reflejen la
práctica litúrgica posterior, cuando se pensó que el pan eucarístico no podía
ser tratado como otro cualquiera.
8. La reacción del pueblo y la de Jesús. En los Sinópticos, la gente no es consciente del milagro ocurrido. En Juan, el pueblo se sorprende de lo hecho por Jesús y deduce que es el profeta esperado, semejante a Moisés, que alimentó al pueblo en el desierto. A primera vista, extraña que identifiquen a ese «profeta que iba a venir al mundo» con el futuro rey de Israel. Pero Flavio Josefo habla de profetas que se presentaban en el siglo I con pretensiones regias, mesiánicas. La intención del pueblo es claramente revolucionaria, nombrar un rey que los gobierne distinto del César romano, un rey que los libere. Pero Jesús no comparte ese punto de vista y huye. «Mi reino no es de este mundo», dirá a Pilato.
Un milagro que continúa en un discurso
En los Sinópticos, el milagro está cerrado en sí mismo. En Juan, el milagro supone el punto de partida para el largo discurso que se leerá en los próximos domingos. Es importante recordar este detalle al comentar el texto: se puede subrayar la preocupación de Jesús por la gente, su poder infinitamente superior al de Eliseo, el simbolismo eucarístico, la oposición de Jesús a un mesianismo político… pero hay que dejar claro que el relato es sólo la puerta a un discurso. «Ahora viene lo bueno». El milagro de los panes sirve para presentar a Jesús como el verdadero pan de vida.
Receta para conseguir la unidad (2ª lectura: Efesios 4,1-6)
El
domingo pasado, la carta a los Efesios recordaba que Dios reconcilió a judíos y
paganos mediante la muerte de Jesús. Pero esa unidad puede resquebrajarse
fácilmente. No solo entre los dos pueblos, sino también dentro de las
comunidades del mismo origen. La experiencia de veinte siglos lo demuestra.
Pablo, desde la cárcel, aconseja las actitudes que ayudan a mantener la unidad:
humildad, amabilidad, comprensión, sobrellevarse mutuamente, esforzarse en
mantener el vínculo de la paz. Así se llegará a ser un solo cuerpo y un solo
espíritu, basados en «un Señor, una fe, un bautismo». Este texto recuerda, con
palabras muy distintas, el gran deseo de Jesús en su despedida, según el
evangelio de Juan: «Padre, que todos sean uno, como tú en mí y yo en ti». Y, en
relación con el evangelio, nos recuerda que somos uno todos los que comemos el
mismo pan.
Padre
José Luis Sicre Díaz, S.J.
Doctor
en Sagrada Escritura por el
Pontificio
Instituto Bíblico de Roma
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