El
difícil arte de escuchar
Tengo la impresión de que son
escasas las personas que aceptan que escuchar es una tarea difícil que exige
aprender diferentes destrezas mediante un dilatado y costoso entrenamiento.
Opino que para hablar y para expresar con palabras, con gestos, con actitudes o
con comportamientos nuestras sensaciones, nuestras emociones o nuestras ideas
y, en resumen, para exponer nuestra personal manera de percibir y de vivir la
vida y cada uno de los episodios, es imprescindible aprender a escuchar, esa
operación que implica, además de oír los sonidos o de percibir los gestos,
descifrar sus significados e identificar sus sentidos: es, sobre todo, valorar
el origen, las causas, el por qué, los fundamentos y la finalidad de esas
palabras, actitudes o conductas de los otros. En resumen, escuchar es
comprender al interlocutor y ponernos en su lugar. Es tratar de ver el mundo,
la vida, los episodios y los objetos con su mirada. Efectivamente nos cuesta
mucho trabajo ponernos en la piel de los otros.
No caemos en la cuenta de que sólo
entonces nuestras respuestas podrán ser correctas, y nuestras reacciones las adecuadas
y colaborativas. ¿No es verdad –pregunto- que, a veces, oímos sin interpretar,
y que respondemos con contestaciones previamente adoptadas? Todos conocemos a
personas que, cuando escuchan decir que algo es blanco, automáticamente nos responden que es negro, y, si les decimos que
es negro, responderán que es blanco. Son los que siempre están con la escopeta
cargada. ¿Quieren un ejemplo? Observen los comportamientos de todos los
portavoces de los partidos políticos en la tribuna del Parlamento.
En la agitada vida actual
necesitamos espacios y tiempos en los que, absolutamente solos, al menos por
unos instantes, escuchemos los latidos de nuestro corazón, sintamos los ecos de
las llamadas que los otros nos hacen y dialoguemos con nuestra propia
conciencia para encontrar allí lo esencial de nuestras vidas humanas.
Para exponer nuestra personal
manera de percibir y de vivir la vida y cada uno de los episodios, es
imprescindible aprender a escuchar, esa operación que implica, además de oír
los sonidos o de percibir los gestos, descifrar sus significados e identificar
sus sentidos. Escuchar es, sobre todo, valorar el origen, las causas, el por
qué, los fundamentos y la finalidad de esas palabras, actitudes o conductas. En
resumen, escuchar es comprender al interlocutor y ponernos en su lugar. Es
tratar de ver el mundo, la vida, los episodios y los objetos con su mirada.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría de
la Literatura
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