Viudas buenas y teólogos malos
Domingo 32 ciclo B
El evangelio del domingo anterior nos dejó en el templo de Jerusalén. Por delante de Jesús han ido desfilando autoridades religiosas, fariseos, saduceos, y un escriba que le preguntó por el mandamiento principal y terminó recibiendo un gran elogio de Jesús. Al parecer, ya no queda nadie importante a quien presentar. Sin embargo, falta el personaje más desconcertante: una viuda que no se interesa por Jesús. La primera lectura, tomada de la historia del profeta Elías, ayuda a entender y valorar la actitud de esta viuda.
Una viuda generosa y con mucha fe (1 Reyes 17,10-16)
En aquellos días, el profeta Elías se puso
en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí
una viuda, que recogía leña. La llamo y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de
agua en un jarro para que beba.»
Mientras
iba a buscarla, le grito: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de
pan.» Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me
queda solo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza.
Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para
mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»
Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: "La orza de harina no se vaciara, la alcuza de aceite no se agotara, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra. Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agoto, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.
Se trata de un relato muy sencillo, que recuerda a las
leyendas sobre San Francisco de Asís (las “Florecillas”). Lo importante no es
su valor histórico sino su mensaje. Destaco algunos detalles.
1. La pobreza de los protagonistas. En el mundo antiguo, las
personas con mayor peligro de marginación y miseria eran las viudas y los
huérfanos de padre, al carecer de un varón que las protegiese. En nuestro
relato, esta situación se ve agravada por la sequía, hasta el punto de la mujer
está segura de que ni ella ni su hijo podrán sobrevivir.
2. La fe y la obediencia de la mujer. Muchas veces,
comentando este texto, se habla de su generosidad, ya que está dispuesta a dar
al profeta lo poco que le queda. Pero lo que el autor del relato subraya es su
fe en lo que ha dicho el Señor a propósito de la harina y el aceite, y su
obediencia a lo que le manda Elías.
3. La categoría excepcional de Elías, al que Dios comunica su palabra y a través del cual realiza un gran milagro.
Teólogos presumidos y una viuda generosa (evangelio)
El relato tiene dos partes: la primera denuncia a los escribas; la segunda alaba a una viuda. Lo que las relaciona es la actitud tan contraria de los protagonistas: los escribas “devoran los bienes de las viudas”, la viuda echa en el arca “todo lo que tenía para vivir”.
¡Cuidado con los escribas!
En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»
Los escribas eran especialistas en cuestiones religiosas, dedicados desde
niños al estudio de la Torá. Tenían gran autoridad y gozaban de enorme respeto
entre los judíos. Pero Jesús no se fija en su ciencia, sino en su apariencia
externa y sus pretensiones. La descripción que ofrece de ellos no puede ser más
irónica, incluso cruel. Forma de vestir (amplios ropajes), presunción (les
gustan las reverencias en la calle), vanidad (buscan los primeros puestos en la
sinagoga y en los banquetes), codicia (devoran los bienes de las viudas),
hipocresía (con pretexto de largos rezos). Todo esto es completamente contrario
al estilo de vida de Jesús y a lo que él desea de sus discípulos. Por eso los
amonesta severamente: «¡Cuidado con los escribas!».
No es preciso añadir que los discípulos le hicieron poco caso y terminaron vistiendo como los escribas, exigiendo reverencias y besos de anillos, ocupando primeros puestos, y devorando bienes de viudas, viudos y casados. Por desgracia, de este evangelio no se puede decir: «Cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia», aunque debemos reconocer que la situación ha mejorado bastante.
Elogio de la viuda
Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echo dos leptas, que equivale a un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
En la 1ª lectura y en esta segunda parte del evangelio tenemos
personajes parecidos: una viuda y un profeta (Elías-Jesús). Pero la relación
entre ellos se presenta de manera muy distinta. Basta fijarse en los siguientes
detalles:
¿De qué hablan la
viuda y el profeta? Elías y la viuda mantienen
un diálogo, mientras que Jesús no dirige ni una palabra a la viuda. Cuando ve
lo que ha hecho, no la llama para dialogar con ella, sino que llama a sus
discípulos para darles una enseñanza.
¿Qué hace la viuda
por el profeta? La viuda entrega todo lo que tiene a Elías y
trabaja para él; la viuda del evangelio no hace nada por Jesús.
¿Qué hace el profeta por la viuda? Elías hace un gran milagro para resolver el problema económico de la viuda; Jesús no le da ni un céntimo.
La enseñanza silenciosa de la viuda
Los relatos anteriores de Marcos (que no se han leído en las
misas del domingo) hablan de una serie de personas y grupos que se presentan
ante Jesús para discutir con él las cuestiones más diversas: de dónde procede
su autoridad, si hay pagar tributo al César, si hay resurrección de los
muertos, cuál es el mandamiento principal, etc. Al final aparece esta viuda,
que no se preocupa de cuestiones teóricas ni teológicas, ni siquiera se
interesa por Jesús; sólo le preocupa saber que hay gente pobre a la que ella
puede ayudar con lo poco que tiene.
La viuda es un símbolo magnífico de tantas personas de hoy
día que no tienen relación con Jesús, pero que se preocupan por la gente
necesitada e intentan ayudarlas, sin considerarse ni ser cristianos. Pero es
importante advertir que la preocupación de la viuda no es de boquilla, entrega
todo lo que tiene.
Jesús, que no llama a la viuda para dialogar con ella ni pedirle que pase a formar parte del grupo de sus discípulos, nos puede servir de ejemplo para la actitud que debemos adoptar ante esas personas. No hay que intentar convertirlas a toda costa.
En los tiempos que corren, de tanta necesidad para tanta gente (pienso
sobre todo en los damnificados por la DANA en Valencia), el evangelio de este
domingo nos da mucho que pensar y que rezar.
Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.
Doctor en Sagrada Escritura por el
Pontificio Instituto Bíblico de Roma
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