Los
Reyes Magos siguen vivos
Una de las verdades en las que creíamos
cuando éramos pequeños y que ahora, cuando ya hemos cumplido algunos añitos más,
siguen siendo ciertas es que los Reyes Magos existen realmente. Por mucho que
hayan avanzado la ciencia y la tecnología, a muchos nos siguen seduciendo la magia
y el misterio, esas las fuerzas secretas universales que están encerradas en el
arte, en la literatura y, sobre todo, en los comportamientos generosos de
quienes vencen las inercias de sus propios intereses y se olvidan de sí mismos
para regalar a otros sus tiempos, sus esfuerzos y sus siempre escasos medios
materiales. Me refiero a quienes disfrutan más dando que recibiendo y parto del
supuesto de que la imaginación, la generosidad y el cariño influyen en las maneras de interpretar y de vivir nuestras
vidas.
Cuando éramos niños, creíamos en la
magia de los Reyes, y ahora, por muchos años que hayamos cumplido, tenemos
razones poderosas para pensar que, en contra de esos hechos crueles que nos
cuentan los medios de comunicación, estamos rodeados de “personajes”
excepcionales que son generosos, imaginativos y “mágicos”, que aciertan
haciéndonos regalos, esos gestos, palabras y objetos valiosos y amables,
propios de los reyes con los que convivimos diariamente, esos seres que
interpretan, incluso mejor que nosotros mismos, lo que sentimos y que sufrimos,
lo que tememos y deseamos, lo que amamos y aborrecemos.
Los Reyes Magos, además de ser una
expresión cultural hondamente arraigada, transmiten unos mensajes claros sobre
los valores de la vida humana, sobre el gozo, la alegría, la delicadeza, la
generosidad, la solidaridad, la gratitud y el amor. Estos Reyes son mujeres y
hombres de verdad que están aquí a nuestro lado. En contra de lo que muchos
adultos pensamos, esas verdades en las que creíamos cuando éramos niños son más
ciertas que las que después hemos descubierto con nuestras experiencias.
Teníamos razón cuando pensábamos que algunas personas estaban dotadas de
poderes reales –naturales y sobrenaturales- para trascender las dimensiones de
los objetos y para convertir en tesoros “mágicos” todo lo que tocan, para crear
una vida más luminosa, para cultivar la amistad,
para celebrar fiestas, para convertir el tiempo fugaz en eternidad. Ocurre cada
vez que, por ejemplo, con sus gestos sencillos y con sus palabras amables, nos explican que el amor, la
generosidad y la delicadeza son las
metas y los caminos, las lecciones y los aprendizajes, los problemas y las soluciones
de la vida humana. Gracias, queridas reinas y queridos reyes magos.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
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