El cero a la izquierda
El "cero a la izquierda", esa
expresión con la que frecuentemente calificamos el escaso protagonismo
familiar, social o político de algunas personas, pone de manifiesto, sobre
todo, nuestras maneras superficiales e injustas de valorar la calidad humana y el
menosprecio a los lugares que ocupan en las tareas familiares y sociales. Esta forma coloquial de hablar muestra que no
solemos tener en cuenta el hecho importante de que cada persona posee perfiles
diferentes y, a veces, imprescindibles para la convivencia y para la
colaboración. En mi opinión, deberíamos ser más conscientes de que, aunque a
primera vista nos parezca insignificante, un silencio o una abstención, por
ejemplo, pueden ejercer funciones determinantes que deberían ser interpretadas
y valoradas de una manera más justa y más acertada.
A veces la sociedad tiende a etiquetar
como "irrelevantes" a individuos que son o pueden ser piezas claves
para sostener la vida familiar o el equilibrio social. El fundamento del papel y de la
dignidad personal radica –no lo olvidemos- en el reconocimiento de que cada persona
posee un valor inalienable, simplemente, por su condición de ser humano. Por eso es imprescindible que tengamos
en cuenta la importancia de cada uno en la vida cotidiana y su impacto real en
nuestro bienestar. La sociedad y la familia son sistemas que se fortalecen
cuando respetamos los papeles diferentes de cada uno de sus miembros.
La irrelevancia del cero a la izquierda
en matemáticas no es aplicable, por ejemplo, en la valoración filosófica,
religiosa y jurídica, esos ámbitos en los que se aplican principios, criterios
y pautas apoyados en la convicción fundamental de que todo individuo merece
respeto, posee derechos y debe ser tratado justamente con independencia de su
condición, origen o capacidades. El juicio ético, jurídico y político de los
comportamientos humanos se apoya en el reconocimiento de la dignidad de las
personas, aunque no estemos de acuerdo con sus ideas, con sus palabras o con
sus actitudes. Éste es, a mi juicio, el punto de partida para la construcción
de una convivencia razonable y grata. El respeto y el apoyo mutuos son las
condiciones indispensables para la convivencia y para la supervivencia
individual y colectiva.
En el núcleo familiar es común que
ciertos miembros sean considerados "menos importantes", ya sea porque
no generan ingresos, no toman decisiones visibles o simplemente no destacan.
Esta visión puede marginar a personas fundamentales, como un abuelo que ofrece
experiencia, un niño que representa el futuro o un ama de casa cuyo trabajo
sostiene la vida diaria. En resumen, ningún ser humano es un cero a la
izquierda porque, inevitablemente, todos y cada uno de nosotros sumamos o restamos,
multiplicamos o dividimos.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
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