Servir con naturalidad, con simpatía y con arte
Joaquín
Díaz Rodríguez
Joaquín desde muy joven decidió ocupar
un discreto lugar y, cuando ya ha cumplido los noventa años, me confiesa que no
comprende a quienes gastan tiempo, energías y hasta dinero para satisfacer unas
ingenuas ansias de reconocimiento, de honras y de honores. Él, que prefirió saborear
los alicientes de las experiencias íntimas, sigue afanándose por concentrarse en
los quehaceres familiares de su hogar disfrutando con su esposa Soledad, con
sus hijos, con sus nietos y biznietos, por servir a sus convecinos y por compartir
los ratos de ocio con sus amigos.
Me confiesa que su principal empeño
como profesional de aquellas papelerías que cautivaban a un público selecto y
amante del detalle, siempre fue contribuir al bienser y al bienestar ofreciendo
a sus clientes aquellos productos en los que alumnos, profesores, escritores y artistas
plasmaban sus creaciones. Su pasión ha sido servirnos con eficiencia y, sobre
todo, con delicadeza y con amabilidad. Movido
por su voluntad de mejorar la vida de los otros, siempre está dispuesto a
responder cuando alguien necesita ayuda identificándose con sus dificultades y tratando
de solucionar sus problemas. “Ahí reside –repite- mi mejor recompensa”. Por eso atiende a quien se lo pide y busca
las maneras de resolver los problemas, ofreciendo apoyo o estando presente
cuando algún convecino lo necesita. Su
intención principal es servir sin esperar nada a cambio.
Pero es que, además, Joaquín, amante de
la música nos deleita con su dominio del contrabajo y pone de manifiesto su
sensibilidad artística para hacernos pasar momentos deliciosos. Paciente y fiel
aliado de las oportunidades que le proporciona cada tiempo, es consciente de
que, con su vida -con su naturalidad, con su simpatía, con su laboriosidad y
con su arte-, hace feliz a las personas con las que convive. Alimenta nuestras
esperanzas manifestando unas insaciables ganas de vivir, unos deseos irreprimibles
de disfrutar soñando con ese tiempo nuevo que, en compañía de su esposa, de sus
hijos, nietos y biznietos, todavía les resta por recorrer, “porque –me
confiesa- aún me sobran fuerzas para surcar esa larga y apasionante travesía
que, todos juntos, tenemos que navegar”.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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