La
eficacia persuasiva de un párroco de barrio
“Menos mal que el cura ha
estado claro, ameno y corto”. Éste ha sido el comentario más repetido tras la
misa en la que han recibido la Primera Comunión seis niños. Y es que, como
coincidían los padres, familiares y amigos de los comulgantes, lo que más
temían era esas homilías cansinas que, además de repetir tópicos vacíos, paternalistas
y sentimentalistas, son pronunciadas con voces superazucaradas, afirmaciones
categóricas y gestos declamatorios. Esas que, más que explicar, oscurecen unos
mensajes evangélicos que son sencillos, claros y amenos.
A algunos las palabras del
padre Juan Martín Baro, el tono cordial con el que las ha pronunciado y la
sencillez de sus actitudes y gestos, les han recordado la figura del Papa
Francisco recientemente fallecido. Es cierto que nos ha hablado muy claro sin
necesidad de elevar la voz, dándonos la impresión de que charlaba con nosotros con las palabras y con
los gestos de una conversación, y empleando nuestro lenguaje. Hemos comentado
cómo, en vez de emplear términos abstractos -"salvación",
"abnegación", "esperanza"...- ha usado esas palabras
concretas que nosotros empleamos para hablar con nuestros familiares, amigos y
vecinos, ese lenguaje sencillo, cordial y humano de la conversación.
Y es que él ha estado pendiente de esos seis niños en vez de exigirles que le
prestaran atención a él.
Estoy convencido, sin embargo, de que esa eficacia comunicativa se
debe, sobre todo, a su condición de “exégeta” –especialista en la
interpretación de los mensajes evangélicos-. Gracias a la observación reflexiva
de la realidad actual en la que él “convive” con los feligreses y a la lectura
evangélica de los sucesos cotidianos, este hombre bueno es capaz de iluminar
sus actividades sacerdotales con una perspicaz lucidez e impregnarlas de un
intenso realismo. Su austeridad personal o, en otras palabras, su pobreza
evangélica -paradójicamente rica y enriquecedora- constituye una llamada a la
conciencia moral y una interpelación para todos los que, ansiosamente, sólo
luchan por acumular bienes materiales. Su manera sencilla de vivir esa radical
renuncia le proporciona una libertad y una credibilidad superiores a las que
prestan las ínfulas presuntuosas y los títulos honoríficos. Es un servidor de
sus hermanos que predica el perdón, la generosidad y la solidaridad.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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