El
día 25 de mayo del 2012, el verano se tomó el privilegio de aparecer en plena
primavera. Ya hacía varios días que las calores se habían adelantado marcando
grados de temperaturas superiores a las de estas fechas. “Dios estaba azul”,
que diría Juan Ramón, y los campos comenzaban a vestir sus lomas de pardo
pajizo. Por tres caminos llegaban los convocados. Los primeros fueron los gaditanos.
A José Antonio nadie le gana la partida; siempre es el primero. Tomaron la
carretera de Chiclana y aparecieron por Medina por la autovía de Jerez-Los
Barrios. Entrar por ahí es sorprender la faz menos orgullosa de la ciudad, pero
la más auténtica, la que dominaba la cora de Asidonia. Por ahí, la vieja torre
de la catedral se asoma a todos los rincones.
El
grupo de Jerez llegó cómodamente enfilando la autovía. Los molinos eólicos
ocupan las colinas que barruntan la ciudad, la Medina árabe. E inmediatamente,
los humilladeros avisan que el Santuario de la Virgen de los Santos están a un par
de kilómetros. Desde Alcalá a la ermita hay una legua y el camino está
desgastado por las mandas de los alcalaínos. Ahora el camino está cubierto de
alquitrán y los alcalaínos van en coche, aunque nunca faltan las promesas de
los andariegos. El tercer grupo de convocados venía del Este, de donde llegan
las ventoleras del Mediterráneo, los aires del desierto y las civilizaciones
fenicia, griega y romana. Pero hay un camino verde interior que une las dos
bahías, la de Cádiz y la de Algeciras, y lo ocupa el parque más impresionante
de Andalucía, Los Alcornocales, integrado por dieciséis municipios de la
provincia de Cádiz y uno de Málaga. ¡Qué bendición, Dios mío!
En
Alcalá se suele entrar por el camino de Jerez, por San Antonio; o por el de
Algeciras, por el cerro de Ortega. Las dos carreteras llevan a la “Playa”. El
salón de actos donde nos dirigimos está en la antigua iglesia de los Padres
Dominicos, donde hizo las Humanidades San Juan de Ribera. Es una lástima que la
Plaza de Abastos oculte el edificio, pero ahí está rehabilitado y remozado,
convertido en el Centro Cultural Santo Domingo, salón de actos de usos
múltiples. Unas cincuenta personas nos encontramos allí, para hablar de una
sola cosa, de Literatura, el arte que nunca pasa, que siempre permanece.
Cincuenta personas son bastantes para una convocatoria elitista como ésta. Y,
sobre todo, cincuenta personas que no pierden una palabra de los temas que se
trataron y de los artículos y poemas que se emitieron.
El
acto lo abrió la concejala de Cultura, Zulema Sánchez Bazán, en nombre del
alcalde de la ciudad, don Julio R. Toscano Gómez, que no pudo asistir por
cuestiones laborales. Después fue concediendo la palabra Pedro Castilla,
miembro del Club de Letras de la Universidad de Cádiz. María Luisa Niebla,
secretaria del grupo de Jerez, habló de las celebraciones del Club. Y Juan
Leiva de “Speculum” y de las revistas literarias gaditanas que han visto la luz
a travén del siglo XX. Antonio Cantizano, vicedirector del grupo de Cádiz, hizo
una espléndida descripción de lo que quieren hacer y hacen los miembros del
Club impregnando la vida de literatura.
La
parte práctica corrió a cargo de los escritores de los tres grupos y por los
alcalaínos que quisieron dejar constancia de su presencia y de su buen hacer.
José Antonio Hernández, catedrático de Teoría de la Literatura y director de
“Speculum”, dejó en el ambiente unas sabias palabras sobre las esencias
literarias que cada mes viene exponiendo en los distintos grupos. Y, de nuevo, en
nombre del alcalde, clausuró el acto el primer teniende de alcalde Juan Carlos
Fernández Luna.
Juan Leiva
25/05/2012
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