Dos
meses de verano alcalaíno
Del 1de julio al 31 de agosto,
en Alcalá subían las temperaturas a sus cotas más altas. Era un verano puro,
seco y duro, de los que decía el refrán “Verano caliente que quema al más
valiente”. Por eso los niños aprovechábamos las horas de la mañana para jugar
en el “Joyo de la Playa”; y de las de la noche, para brincar en la Alameda de
la Cruz. Las horas de la tarde nos íbamos a los charcos del río Barbate sin que
lo supieran los padres. Volvíamos al anochecer saturados de sol, de agua y de
piedras caprichosas. El refranero popular recordaba: “Junio, Julio y Agosto, ni
col, ni mujer, ni mosto”.
Las connotaciones de final de
junio eran agradables. Una vez que se recogían las calificaciones de la
Escuela, los chavales emprendíamos las vacaciones más largas del año, sin
actividades para el verano y con una total libertad para gozar de los dos
mejores meses del año. La noche de San Juan era la señal del inicio del asueto
veraniego. A la plaza Alta acudíamos todos los chavales para ver saltar a los
mozos sobre la hoguera. Era una tradición heredada de los pueblos del mar. Los
labradores decían: “Junio, claro y fresquito, para todo es bendito”; y “Por
Julio el mucho calor, nunca asusta al labrador.”
En realidad, Julio era el primer mes del
verano. “En julio, beber y sudar, y en vano el fresco buscar.” Y “Para
encontrar al mozo, en la acequia o en el pozo”. Pero “El labrador le decía al
trigo: en julio te espero, amigo.” Y otra esperanza era “Que te bendiga Julio,
si mayo no pudo.” Los romanos lo denominaban popularmente “sextilis”, porque
constituía el sexto mes y la mitad del año.
Dicen que Rómulo colocó el mes de julio en
el quinto lugar de los meses del calendario romano, denominándolo “quirinalis”;
pero Marco Antonio cambió este nombre por el de Julius, en honor del emperador
Julio César. Su orden se mantiene a través de los siglos en el séptimo lugar.
En España, el mes de julio tenía connotaciones históricas tristes, porque el 18
y el 19 de este mes tuvo lugar el comienzo de la guerra civil española
(1936-1939).
Respecto a temperaturas, julio es el mes
caluroso por antonomasia. Por eso el refranero advierte: “Julio normal, seca el
manantial”. Y otro dicho recuerda: “Por mucho que quiera ser, en julio poco
llover”. Sin embargo, la lluvia era la ruina, como decían otros refranes:
“Aunque raras, muy violentas son por julio las tormentas”. Y otro: “Si en julio
llueve, renace la hierba y el trigo se pierde”. El dulzor de la fruta se hacía
con las calores de julio: “En julio, la uva empieza el zumo y el melón echa
calor”.
Para complacer al emperador romano, se le
dio el nombre de Augustus. Agosto es el mes de las vacaciones oficiales: “Ni en
agosto caminar, ni en enero navegar”. Agosto llevaba también la fama del calor:
“No estés al sol sin sombrero, ni en agosto ni en enero”. Pero a nadie se le
olvidaba a mediados del mes aquello de “Agosto, frío en rostro”. El ritmo
habitual de los trabajos e incluso de los servicios sanitarios perdían el ritmo
y era difícil encontrar un médico.
Agosto, asimismo, retenía temperaturas
altas durante el día, pero entre dos luces cortaba la cara. Por eso se decía:
"Agosto, por el día fríe el rostro, pero por la noche, frío en
rostro." "Agosto todo lo seca, menos el rostro." Sin embargo, “las
tormentas de Agosto dan buenos racimos y mejor mostro.” Era el mes sextilis,
sexto del año, pero se le cambió con el sobrenombre de Octaviano y se convirtió
en el octavo mes del año.
Su piedra simbólica fue la coralina o ágata
rojiza, por ser el mes de la recogida del grano. “Bueno es agosto para el
azafrán, la miel y el mosto.” Además, “Lo que agosto madura, septiembre lo
asegura. Para los alcalaínos, septiembre es el mes mariano por antonomasia y
Alcalá viste sus mejores galas. Pero “Agua por la Virgen de Agosto, quita
aceite y agua el mosto.”
JUAN LEIVA
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