Dicen
que la experiencia es la madre de las ciencias. Y debe ser verdad, porque
cuando las personas coinciden en ciertas aseveraciones por experiencias similares,
crean refranes, dichos, proverbios, adagios, aforismos, apotegmas… Son proloquios o máximas
que se erigen en normas intelectuales y de conducta, sin que nadie sepa quién
los ha creado. Y el pueblo los sigue repitiendo como si fueran leyes naturales,
como el mejor futurólogo de los comportamientos, porque lo ha dicho el pueblo. El
refrán es un dicho agudo, sentencioso y de uso popular, que se apoya en dos
muletillas: su popularidad y su anonimato. Los refranes son certeros, pero
exigen tener en cuenta muchos datos que no todos los ciudadanos conocen. Los
hombres del campo y los agricultores siguen aferrados a ellos por una
experiencia de siglos, como si fueran dogmas.
Es
verdad que, en este aspecto, los expertos y estudiosos que transmiten por la
televisión el comportamiento del tiempo, pocas veces se equivocan. Sin embargo,
también cometen errores, aunque bastante menos que los refranes, porque las
computadoras y los satélites artificiales arrojan en cada momento los datos
necesarios para conocer el tiempo incluso con varios días de antelación. No
obstante, las nuevas tecnologías no han acabado con los refranes. En todos los
pueblos hay personas que se dedican a aventurar los tiempos venideros con
aproximaciones sorprendentes. En Alcalá teníamos a Manolito Cielo, que ha
pasado a la galería de “populistas alcalaínos”.
Hoy
hacemos una reflexión sobre el mes que acaba de comenzar, enero en términos
refraneros. Todos repetimos: “Nada peor que subir la cuesta de enero”. Los
camperos lo dicen así: “Quien pasa el mes de enero, pasa el año entero.” Para
los pobres y los braceros, el peor mes es el de enero, porque son muchos los
elementos que se compinchan para hacer de enero el mes más largo y difícil del
año. Hasta los médicos lo temen. El frío, la lluvia, las largas noches y el
barro hacen imposible los caminos a las bicicletas, a las motorcillas, a los
coches, a las bestias...
Los
agricultores se arriesgan cada día con sus refranes y dicen: “El sol de enero
sale tarde y se pone ligero.” Los únicos que ganaban algo eran los carboneros,
pero ahora ni eso, porque los calentadores eléctricos han eliminado las estufas
de cisco y picón. Los que lo pasan peor son los trabajadores temporeros, porque
“Las lluvias de enero llenan las cubas, las tinajas y los graneros. Pero, si es
claro y no ventolero, enero es un caballero.”
Sin
embargo, enero es el mes de los poetas por sus lunas. Nunca veremos durante el
año lunas tan plateadas y luminosas como las de enero “De amores, el primero;
de lunas, las de enero” y hasta los animales se ponen en celos: “En enero,
busca la perdiz su compañero.” Y “los gatos en celo, los verás en enero”. Pero
el frío de diciembre es la mejor señal para los agricultores: “Diciembre
tiritando, buen enero y mejor año.” En cambio, el calor de enero es fatal según
el refrán: “Enero caliente, el diablo trae en el vientre.” Las plantas, las
flores y los árboles también participan de los venturosos refranes: “Quien coge
aceituna en enero, deja el aceite en el madero.” “Por enero, florece el
romero.” Pero la flor de enero no llega al frutero.” Tampoco se escapan los
animales: “Cabrito el de marzo, cordero el de enero.” “Besugo de enero, vale un
carnero.” Para qué seguir, si los
sabemos todos.
JUAN LEIVA
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