Ilustrísimo Sr. Alcalde
de La Portella, D.
Miquel Carles Catalá
i Visa.
Ilmo. Sres. Alcaldes
de Benavent, D. Josep Mª
Palau i Llovera.
Ilma. Sra.
Alcaldesa de Vilanova
de Segriá, Dª
Mª Teresa Vilella
i Torrelles.
Regidors del Ajuntament
de La Prtella, Albesa, Benavent y
Vilanova.
Pare Alfons, mosén
de La Portella.
Casal d`Avis.
Associació Cultural
de Dones “Nou
Mil.lenni”.
AMPA “Blanca
de Vilallonga”
Coral “Nou
Mil.lenni”
Associació Joves
Llargandaixos.
Club de
Bitlles.
Portellanes y
portellans.
Familia y amics tots,
gràcies per la
vostra presencia.
Dice el
diccionario que un
pregón es un
discurso público con
el que se inician
las fiestas de
los pueblos y
ciudades. Y a pregonar
pues me dispongo, no
sin antes dar las
gracias a D.
Miguel Carles Catalá
y a su
equipo, por honrarme con el nombramiento de primer pregonero de
las Fiestas de
Sant Pere de La Portella. Hoy
tengo la suerte, la gran ocasión, de poder hablar
aquí en La Portella a los portellanas y portellanos. Y la quiero aprovechar para que sepan el cariño que
siento por este pueblo del Segriá
catalán. Aquí nació mi querida esposa y de aquí son todos sus antepasados. Aquí he pasado muchos días de
mi vida; aquí encontré la amistad de un
grupo numeroso de vecinos, y de
ellos presumo; aquí he escrito
decenas de poemas; aquí he atendido a familiares
y amigos de
otros lugares, a los
que enseñé el
pueblo. Os agradezco de
corazón vuestra amistad, vuestra presencia hoy
aquí, y vuestro
respeto.
Una gran
responsabilidad supone para
mí el pregonar, pero espero
que al final
os haya gustado
mi discurso.
Yo nací en
un precioso pueblo
de la provincia
de Cádiz, en
la Baja Andalucía, llamado
Alcalá de los Gazules;
un pueblo blanco
encaramado a un
monte, luciéndose bajo un cielo
azul inmaculado. Algunos
de los que están hoy aquí lo han visitado
conmigo. Vivo en
Lleida durante el
invierno y los
meses del verano
los paso aquí. Este es
mi segundo pueblo. Este es el lugar
donde mejor se
descansa en las
noches calurosas del
verano. Este es el paraíso
de la fruta
y de la tranquilidad.
Hace
cuarenta y cinco
años que vine
por primera vez
a La Portella. Un
día, mi futuro
suegro, Mariano Utgé,
me invitó a
conocer su pueblo,
y para presentarme
a su familia,
ya que pocos
meses después, me casaba
con su hija,
la Pepita de
Cal Po.
Es
mucho el tiempo
que ha pasado
desde aquella primera
visita; recuerdo la
cara de algunos
familiares, hoy veo aquí
a varios; recuerdo también
un bar al que se
llegaba subiendo una
escalera. . . y recuerdo el
ruido de los
tractores, muchos tractores; aquellos
Ebro y Pascuali
, con su
sonido ruidoso y
saltarín. Para mí
era el primer contacto
con el mundo
de la agricultura,
yo venía de
vivir en grandes
poblaciones, donde no
se percibía este ambiente
tan auténtico, tan
peculiar y diferente.
Esta era otra
Cataluña, muy distinta
de la que
había conocido hasta
entonces. Me impactó.
Pero
durante unos cuantos
años no pude
volver. Hasta que un
día, estando trabajando en
Lleida, tuve unas
horas sin nada
especial en que
ocuparme. Estaba pensando como
pasar ese tiempo,
cuando me acordé
del pueblo de
mi esposa, y
me picó la
curiosidad por volver
a visitarlo.
Era verano
y hacía mucho calor, por
lo que al
llegar a la
Plaza de la
Cruz, y ver
que allí había
un nuevo bar,
nos dirigimos a él para
refrescarnos. Al entrar
en el establecimiento me
encontré con Eusebio
Canelles padre, Eusebiet,
aquel hombre tan
y tan entrañable, tan simpático
y tan generoso.
Con su talante
tan alegre, con
su trato tan
cariñoso. . . me presentó
a todos sus
amigos, de los que
recuerdo a Antonio
el de la
Angeleta y Salvador,
este alto y
enjuto, siempre con
su gorra; me
enseñó el pueblo,
que estaba algo cambiado de
como yo lo
recordaba. . . las casas y
calles estaban reformadas… me
sentí muy cómodo, muy
bien. Pasé un
rato delicioso. A partir
de aquel día,
no hubo ninguna
visita a Lleida,
que no estuviera
unida a una
visita a La
Portella. Mi querido
y recordado Eusebiet
me hizo portellano.
Cuando Eusebiet
se marchó al
cielo, yo seguí viniendo
a La Portella,
y ya todos
los veranos, para
pasar los cálidos
meses estivales con
vosotros .
Decía
el sabio don
Santiago Ramón y
Cajal, Premio Nobel de
Medicina, que los
pueblos que conocen
su historia, se
enriquecen al aprender
de ella, y evitan
errores que cometieron
en el pasado;
y que aquellos
otros pueblos que
no la conocen
están abocados a tener que repetirla.
Así
que vamos a
hacer un repaso
por la historia
de nuestro pueblo e
intentar con ello ser un
pueblo más sabio.
Las primeras
noticias que hay
de La Portella
como lugar habitado
por humanos, se remonta
a la famosa “ Batalla
de Albesa “, ocurrida el 25 de
febrero del año
1003, cuando el conde
Ermengol I de Urgel, apoyado por
las tropas de
Berenguer, obispo de
Elna - Perpignán; decidió castigar
a
los musulmanes; porque
estos, bajo el
mando de su
caudillo Abd - al – Malik – al – Muzzafar
(hijo de
Almanzor), habían realizado
una incursión por
los dominios de su condado,
causándole grandes daños. En
aquel tiempo Albesa
y toda esta
comarca, hasta mucho más allá
de Lleida, era
territorio de los musulmanes. Albesa
era una plaza
árabe importante.
Si
miramos el río
Noguera Ribargozana a
su paso por
aquí, observamos que
la ribera izquierda (la
de Albesa) es prácticamente
plana; y sin
embargo la ribera
derecha (la de La
Portella) es muy empinada
y de difícil
acceso; quedando
ésta orilla en
una posición dominante
sobre la otra. La
Portella quedaba a
la altura de la torre
del castillo de
Albesa. Esto hacía
que fuera un
excelente punto de
vigilancia de los
movimientos que se
producían en la
otra parte del
río. Por eso,
una avanzadilla de las tropas
cristianas, se estableció
en La Portella. Esta es
la primera noticia
documentada, de que vivieran
personas en este
lugar.
La
batalla de Albesa
terminó siendo favorable
a las tropas
musulmanas. El obispo
de Elna-Perpignán, Berenguer, murió
en dicha batalla
e incluso el propio conde
Ermengol I, fue
hecho prisionero, logrando su
libertad meses más
tarde, tras el
pago de un
rescate. Después de esta batalla,
los musulmanes llevaron
a cabo una
operación de castigo
por el territorio
cristiano, en la
que llegaron hasta
Manresa y el
Penedés. El conde
Ermengol I murió
el año 1011, ocho años después de
la batalla de
Albesa, en una
incursión contra los
moros de Córdoba, en
la que acompañaba
a su hermano
Ramón Berenguer II, conde
de Barcelona. El
cuerpo de Ermengol
I fue trasladado
hasta Ripoll, para
que se le
diera cristiana sepultura
en su monasterio.
Bueno, tras
la batalla de
Albesa, este territorio
siguió en poder
de los moros
ciento cincuenta años
más, hasta que
fue ocupado entre
los años 1149-1151, tras la
conquista de Lleida
por Ramón Berenguer
IV, conde de Barcelona,
hecho acaecido el
año 1149. Tras
la conquista de
Lleida, se consiguió expulsar a
los musulmanes de todas estas
comarcas. Esta tierra,
poco a poco, se fue
repoblando, entre ellas,
La Portella, con
personas originarias, en su
mayoría, de pueblos
dels Pallars.
Después de
la toma de
Lleida, el año 1149, estas
tierras, ya cristianas, pasaron
a ser propiedad
de los condes
de Urgel, a
los que se
las donó el
conde de Barcelona, el ya mencionado
Ramón Berenguer IV.
Veinticinco años
después (1173), el conde
Ermengol VII de
Urgel (a los Ermengol,
a veces también
se les escribe
como Armengol; en
castellano Hermenegildo, es nombre visigodo).
Pues bien, como
decíamos, el conde
Ermengol VII regaló
las tierras de
La Portella. La mitad se las
concedió a los
Caballeros de la
Orden de San Juan de
Jerusalén, también conocidos
como Caballeros Hospitalarios.
Y la otra
mitad de las
tierras las
dio a Pedro
de Bellvís. Seis años más
tarde, el tal Pedro de
Bellvís le vendió
su mitad a
los Caballeros Hospitalarios, que de
esta manera, se
hicieron los dueños
absolutos de estos
terrenos, y los incluyeron,
junto a Corregó,
Ratera y Vilanova
de Segría, dentro
de la baronía
de Alguaire, de
la que eran
señores.
¿Quién era
este tal Pedro
de Bellvís que
durante unos años
fue dueño de
la mitad de
La Portella?. Era un
hombre de armas,
un caballero al
servicio del conde
de Urgel, y
que después pasó
a servir al
rey de Castilla.
Por sus hazañas
en la lucha contra
los musulmanes recibió
regalos y donaciones
de sus señores. Ocho
años después de
vender su parte
de La Portella,
era el Señor
de Tarancón, en la
provincia de Cuenca.
El día
23
de junio de
1250, se inauguró
el monasterio de
monjas de Alguaire, era
un monasterio de
monjas hospitalarias, y su primera
Madre priora fue
Marquesa de Saguardia.
Los
caballeros hospitalarios le
donaron la baronía
de Alguaire, con
todas sus tierras,
a estas monjas
de su misma Orden.
Y de esta
manera, las monjas
pasaron a ser las
nuevas dueñas de
La Portella.
Tras
unos años de
prosperidad, viene a
continuación una larga
etapa de conflictos
y luchas entre
los pueblos de
estas comarcas. De peleas y continuas
desavenencias que empobrecieron el
territorio. Con esta
situación acabó el
rey Fernando II
de Aragón, llamado el
Católico, que impuso su
autoridad y devolvió
la tranquilidad a
la zona.
Entre
los años 1421
y 1446, fue Priora
del monasterio de
Alguaire y por
tanto dueña de
La Portella, una monja
de la nobleza
catalana llamada Blanca
de Vilallonga. Esta
monja le concedió
la jurisdicción a
La Portella. Con
ello este pueblo
pudo resolver sus
litigios sin tener
que acudir a
la autoridad de
Alguaire. Años más tarde, se
incluyó en la
Veguería de Lleida.
Las escuelas públicas
de este pueblo
llevan el nombre
de esta monja
notable, que se llamó
Blanca de Vilallonga.
Las
monjas fueron dueñas
de La Portella
hasta el año
1836. Por la ley
conocida como “Desamortización de Mendizábal”,
el Estado expropió
los bienes de
la Iglesia y
los vendió en
pública subasta o
los donó a los municipios. Y
con ello este
pueblo pasó a
ser propiedad de
un terrateniente llamado
Josep Teixidor. Dejó
de pertenecer a
la demarcación de
Lleida y pasó
a depender del
partido judicial de
Balaguer, al parecer en
contra de la
voluntad de los
vecinos. Y con
ello empieza la
historia moderna de nuestra villa.
Y termina mi
exposición sobre la
historia portellana.
Ahora vamos
a hablar de ciertas cosas
de este lugar, que
se preguntan los
portellanos y que muchos
desconocen su respuesta.
Vamos a tratar
de poner en
claro, algunas de
estas cosas.
En
primer lugar vamos
a saber, ¿por qué
es Sant Pere
nuestro Patrón? Sant
Pere Mártir o
Sant Pere Apóstol, como
le queramos llamar,
es nuestro patrón
porque así lo
quisieron los condes
de Urgel, que fueron señores
de este lugar. Los
condes de Urgel eran
muy devotos del
santo. Tanto es
así que el
conde Ermengol I, al
que me he referido
antes, cuando hablaba
de la batalla
de Albesa, hizo
dos viajes a
Roma para visitar
la tumba del Apóstol
. El primer viaje
lo hizo el año
992, acompañado por Gualdo, que
tenía la pretensión
de ser nombrado
obispo de Vic.
Con este fin
se entrevistaron con
el Papa Gregorio
V. Nueve años
después, volvió a la
Ciudad Eterna, esta vez
acompañado por el
obispo Sallas de
Urgel, y después
de orar ante
el sepulcro de
San Pedro, se entrevistaron
con el nuevo
Papa Silvestre II. Los
siguientes condes de
Urgel fueron también
muy devotos del
santo. Muchos pueblos de
su condado tienen
sus iglesias consagradas
a el. Así, por ejemplo,
ocurre con Áger, en cuya
colegiata de Sant Pere
está enterrado el
conde Ermengol III, con
Alcarrás, con Alfés y con Roselló.
Todos ellos tienen
las llaves del
santo en sus
escudos, igual que
La Portella.
Otra
cosa que tenemos
que conocer son
nuestros símbolos. Nuestros
símbolos son nuestro
escudo y nuestra
bandera. El escudo
de La Portella
tiene forma de
rombo, y sobre un
fondo de gules
(En heráldica se
conoce como gules
el color rojo
vivo), están las llaves
de San Pedro
cruzadas en aspa. Una
de oro y
otra de plata, estando la
de oro sobre
la de plata. Con
los dientes de
las llaves arriba
y mirando hacia
fuera. Encima de las
llaves esta la
Cruz de los
Caballeros de San
Juan de Jerusalén
o Caballeros Hospitalarios
que fueron dueños
de la villa.
Esta cruz es
conocida también como
Cruz de Malta. La
cruz es de
color blanco con
cuatro brazos iguales.
Cada brazo termina
en dos puntas, con
lo que la
cruz tiene ocho
puntas. Todos los Caballeros
Hospitalarios, tenían la obligación
de llevarla en
el pecho sobre
un hábito negro.
Así lo dice
el artículo nº 1 de
sus reglas.
Así
que en nuestro
escudo las llaves
están por San
Pere, y la cruz
por los Caballeros
Hospitalarios. Pero este
escudo no fue
siempre así. Según don
Pascual Madoz, en su
Diccionario Geográfico –
Estadístico (Madrid 1849), en
el tomo XII, apartado
II, dice que el
escudo de PORTELLA
es ovalado y
lleva las llaves
de Sant Pere, pero
con los dientes
abajo. Y debajo de
las llaves estaba
escrita la palabra
PORTELLA, bordeando a las
llaves en la
parte inferior del
escudo. En este escudo
no estaba la
Cruz de Malta.
Este año de
1849, según Madoz, tenía
este pueblo: cárcel propia
en el Ayuntamiento, una fábrica
de aguardiente, un molino
de aceite y
su censo era
de 400 vecinos.
Siguiendo con
los símbolos del
pueblo, hablemos de
la bandera. Nuestra
bandera es de
color rojo vivo. En
el centro está
la Cruz plana
blanca de Malta,
cruzada por dos
barras, una de oro
y otra de
plata, que representan las
llaves de Sant
Pere.
Otra
cosa de la
que he oído
hablar estos años, y
de la que parece
que nadie sabe
con certeza la
respuesta, es la referente
al origen del
nombre de la
villa : LA PORTELLA.
¿Por qué
se llama así? Unos dicen
que por las
llaves del escudo. Las llaves
sirven para abrir
puertas, de puerta a LA
PORTELLA, puede ser (?). Otros
explican que podría
venir del monasterio
de Sant Pere de La
Portella , que está en Quart,
en el Berguedá. . . Yo
me inclino más
por esta otra
versión: Os decía
antes que, este lugar fue poblado, tras
la conquista cristiana, por personas
que procedían en su mayoría de
pueblos dels Pallars; pues
bien en pallarés,
a un montículo elevado
se le llama
“PORTELLA”. Es decir
que una Portella
es una pequeña
montaña. Está claro
que desde aquí
oteamos los valles
de Vilanova, de
Alguaire, de Albesa. Estamos
en una posición
de altura. A mí me
gusta esta teoría.
Naturalmente esta es
mi opinión, y
no tengo ningún
documento que la
autentifique, así que
cada uno se
quede con la
que más le
guste.
Hasta aquí
hemos hablado de la historia
de LA PORTELLA
y de curiosidades
de este pueblo, ahora
hablaremos de los
portellanos, de los agricultores de aquí; de
los payeses; del payés y
junto a él , codo
con codo, la
payesa.
Os voy
a leer un
poema titulado PAYESES
PORTELLANOS, y que
he escrito en
vuestro honor:
Con monótono
ronquido,
se oye
lejano el tractor,
luce el
campo florecido ,
brilla el
blanco de la
flor.
Ya pasó
el invierno frío,
tan duro,
que dejó huella
hasta en
el cauce del
río
que pasa
por La Portella.
Ya está
calentando el sol
las copas
de los frutales,
llenándolas de
dulzor
y engordando
los ramales.
El bancal
está sediento. . .
agua refresca
su entraña,
para que
siga creciendo
la mejor
fruta de España.
Rica fruta
portellana
llena de
jugo y sabor,
que cuida
cada mañana
el payés
trabajador.
Hombres que
sin descansar,
laboran en
los bancales
para
que pueda engordar
el fruto
de sus frutales.
Ya con
la fruta cogida,
el
sudor queda olvidado,
goza payés
de la vida,
te lo
tienes bien ganado.
Y es
que el payés es
el personaje central
de este pueblo. Yo
no soy ningún
experto agrícola, conozco
muy poco la
agricultura, pero veo
a estos hombres
dedicados plenamente a tener
sus campos en
las mejores condiciones. Los veo con
el tesón, con
la constancia, con
las fatigas de
los productos que
tienen que emplear para
sanar sus árboles;
les veo sudar
en tiempo de podar, en
tiempo de pulgar
y en tiempo
de recoger la
fruta. . . Y creo que
no están pagados, que
no reciben la
recompensa que se
merecen por su
esfuerzo. Creo que
la palabra es “valorar”.
Como he dicho
antes, al payés
no se le valora, ni su esfuerzo, ni
el saber, ni
la dedicación, ni los
gastos y tampoco
se valora el
precio del producto,
no se le da un
precio justo. . . después de
pasar noches sin
dormir pendientes de
la helada, de días
de mirar al
cielo temiendo al
fuerte viento y
a la piedra. . .
Deseo que esto
se arregle, ellos son
el sostén de
la economía de
esta zona y
merecen ser compensados
por ello. Ellos
hacen que en
este pueblo no
exista el paro,
ellos han hecho
rico a este
pueblo y vuelvo
a repetir, que
para ellos deben
llegar las ayudas
y las recompensas.
No os
quiero cansar más. Rezo mi
oración desde el
fondo de mi
alma al Crist
del Bon Consol,
para que le
ordene a Sant
Pere, que no deje
de proteger a los vecinos
de este pueblo, llenándolos de
salud y de
alegría. Que vigile
sus campos y
sus casas . . . Quiero ver
a los portellanos
con la sonrisa
siempre en los
labios, felices y satisfechos.
Me quiero
despedir de todos
ustedes, recitándoles un poema
que escribí a
esta plaza que
tenemos delante . Lo titulé: PLAZA
DE LA CRUZ. Y
dice así:
Desde
un pedestal de piedra,
un
Cristo de hierro
forjado
que
está clavado en
la cruz,
te
dá nombre y
es tu hado
limpia Plaza
de la Cruz.
Unos
árboles frondosos
mimosos filtran
la luz,
dándole a
la fuente fresca
un
aire de senectud.
Y
a sus dos grises tazones
les
manda sin descansar
agua
clara catalana
el
cántaro de un
chaval.
Plaza
de la Cruz
tranquila,
zona
de encuentro y
de cita
del
pueblo de La
Portella
a
cualquier hora del
día.
Y
nunca se queja
ella
de
los motores ruidosos,
de
coches que van
y vienen
con
payeses laboriosos.
Plaza
de la Cruz
solemne,
en
tu rellano se
escucha
con
nitidez imponente
las
horas que da
el reloj
y
el toque de
las campanas,
de
Dominga y Meritxell
llamando a
duelo; o a misa
las
fiestas por la
mañana.
Plaza
de la Cruz
sencilla,
árboles, farol
y fuente,
y
bancos que dan
cabida
los
jueves semanalmente
al
mercado de la
villa.
¡¡Plaza de
los portellanos,
ojalá
seas muchos años
testigo de
mis paseos
en
los meses del
verano!!.
Y con
esto termino, muchas
gracias por vuestra
presencia. Que todos
los portellanos y
los que nos
visitan pasen bien
la Fiesta de
Sant Pere. Todos
contentos a participar
en ellas. Todos alegres
a disfrutar de
ellas.
¡¡¡VISCA SANT
PERE!!!
Y
¡¡¡VISCA LA
PORTELLA!!!.
Francisco
Teodoro Sánchez Vera
La Portella 25 de Abril de 2014
La Portella 25 de Abril de 2014
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