Dios se había vestido de gris
–que diría Juan Ramón- la mañana del pasado sábado 25 de abril. A las 11 de la
mañana, el acceso de Alcalá por San Antonio gozaba de una soledad y de una paz
espléndidas. El formidable escenario de la Ciudad nos cautivó al tomar la
última curva, como si fuera la primera vez que veíamos el lienzo de nuestro
pueblo en recóndito descanso. Sin embargo, los aparcamientos estaban
abarrotados de coches, sin que viéramos ni oyéramos a nadie. Dejamos el nuestro
en San Antonio, para no privarnos de subir la cuesta hasta la calle Real. “¿Dónde
se habrá metido la gente?”- dije a mi
mujer.
De pronto, nos topamos con un
gran gentío al final de la calle Real e, inmediatamente, pudimos observar que
la Plazuela y buena parte de la calle estaba abarrotada de alcalaínos
emigrantes y de vecinos de Alcalá. El alcalde, Julio Toscano, micrófono en
mano, daba la bienvenida a todos y mostraba el motivo de la venida al lugar,
indicando el azulejo que daba el nuevo nombre a la Plazuela cubierto por la
bandera de la Provincia.
A continuación, nuestro paisano
Paco Teodoro Sánchez Vera, con el micrófono en una mano y el corazón en la otra,
desgranó con una agilidad literaria sorprendente lo que significaba expatriarse
e inmigrar a otras tierras, lejos de Alcalá. Y yo pensaba que era verdad,
porque si escondes demasiado tu alma, tus orígenes, tus experiencias, tu
familia, sólo tú cosecharás los frutos
de la nueva vida que has emprendido en
otras tierras o en otros países. Y, como un orgullo, no dejará de cuchichearte
al oído un secreto, la aristocracia de ser de Alcalá.
Si combates ese sentimiento
huraño y exclusivo y ofreces lo que hemos recibido en nuestra tierra, los demás
tomarán de ti la riqueza que convenga, como cada raíz busca en la misma tierra
sus jugos y encuentra la sublime sustancia para sus flores. Alcalá tiene tres
símbolos que no olvidará jamás: un cielo que nos da agua, aire y sol; la
opulenta libertad de vivir bajo ese cielo en medio del parque de Los Alcornocales, pletórico de vida;
y la Virgen de los Santos, madre y patrona que une a todos los alcalaínos, a
los de dentro y a los de fuera.
El día de San Jorge lo pudimos
ver en las tres plazas más clásicas de Alcalá: La pequeña Plazuela donde, ese
día, se reunieron los emigrantes y los alcalaínos bajo su nuevo nombre “Plaza
Emigrantes de Alcalá”; la Plaza Alta, ahíta de jóvenes alcalaínos, donde soltaron
una vaquilla para que pudieran demostrar que Alcalá tiene vida y futuro; y la Plaza
de la Cruz o Alameda, por donde los
alcalaínos suben a la Coracha, bajan al Lario o se van a Patrite.
Pues coge tu hacha de fe y corta
las malezas que te ha acarreado la vida. Verás cuán espaciosa se ha vuelto la
ruta y cómo convida a recordar y recorrer todas las aventuras que has vivido.
Comprobarás que la vida te ha preparado algunas sorpresas que no podías imaginar. Y sobre ella brilla aún un presente mágico y
un futuro maravilloso, por inesperado.
Juan Leiva
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