La
humanidad vive en estos momentos un giro histórico que podemos apreciar, por
ejemplo, en algunos de los adelantos que se producen en diversos campos. No
tengo la menor duda a la hora de alabar los avances científicos y técnicos que
contribuyen al bienestar de muchos seres humanos como, por ejemplo, los
progresos que se suceden en la sanidad, en la educación y en la comunicación.
Pero no podemos olvidar que, a mismo tiempo, crece el número de hombres y de
mujeres que viven precariamente el día a día sufriendo unas graves
consecuencias en la salud personal, en el trabajo, en la armonía familiar y en
la convivencia social.
Por poco que examinemos
las estadísticas, advertiremos que algunas patologías individuales, familiares
y sociales hasta tal punto aumentan que el miedo y, a veces, la desesperación
se apoderan del corazón de numerosas personas, incluso en los llamados países
ricos. No es extraño, por lo tanto que, en amplios sectores de nuestra
sociedad, se apague la alegría de vivir, que aumente la falta de respeto, que
crezca la inequidad y que, como consecuencia, surja la violencia. Por eso es
necesario y urgente que todos luchemos para que nosotros vivamos y para que los
demás vivan con la dignidad que a todos nos corresponde como seres humanos.
Hemos de reconocer que
son muchos los millones de conciudadanos que aún permanecen ajenos a las
mejoras que proporcionan el desarrollo científico y las innovaciones
tecnológicas aplicadas en distintos campos de la naturaleza y de la vida
humana.
José Antonio Hernández Guerrero
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