Ocupados
sólo en el logro de un bienestar inmediato y atraídos exclusivamente por
pequeñas esperanzas de unos beneficios efímeros, somos muchos los que corremos
el riesgo de empobrecer el horizonte de nuestra existencia perdiendo el anhelo
de un crecimiento verdaderamente humano, ético, social e, incluso, estético.
Deberíamos preguntarnos si este debilitamiento de las aspiraciones es realmente
un progreso humano o si, por el contrario, estas conquistas materiales
representan un retroceso inhumano. Hemos de tener en cuenta dos hechos
fácilmente comprobables en nuestra sociedad: por una parte, crecen los deseos
de un mundo mejor, más digno, más
humano y más dichoso. Pero, por otra parte,
también aumentan el desencanto, el
escepticismo y la incertidumbre ante un futuro lleno de serias amenazas
de sufrimientos absurdos en las personas, de oscuros augurios de conflictos
envenenados entre los pueblos y de graves advertencias de alarmantes abusos
contra el Planeta.
Es cierto que el
desarrollo de la ciencia y el crecimiento de la tecnología están
logrando resolver muchos males y agudos sufrimientos, y es verdad que aún no
somos capaces de intuir la capacidad que se encierra en el ser humano para
desarrollar un bienestar físico, psíquico y social. Pero no sería honesto
olvidar que este desarrollo prodigioso sólo nos está “salvando” de algunos
males y que sólo lo consigue de una manera desequilibrada, injusta y limitada.
La consideración del envejecimiento progresivo, de la muerte
inevitable o del poder extraño del mal, por ejemplo, hacen que muchos comiencen
a sentir que la ciencia, la técnica o, incluso, muchas de las doctrinas
ideológicas no nos valen –no son suficientes- para salvarnos de una vida encerrada dentro de los
estrechos límites de la economía y del bienestar exclusivamente material, ajeno
a los misterios de la Bondad, de la Belleza, de la Solidaridad y del
Amor.
José Antonio Hernández Guerrero
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