Hace tiempo vi
una película sobre
la vida del
Papa Juan XXIII,
hoy San Juan
XXIII. No recuerdo
el nombre del
largometraje, pero me
acuerdo muy bien
de una de
las escenas finales
del film, en la que encontrándose
el anciano Santo
Padre en el
lecho de muerte, después de
recibir los Últimos
Sacramentos, cercano ya
su final ; le susurra
a su secretario
personal, que amaba a
Sotto il Monte. ( Ese
era el nombre
del pequeño pueblo
rural en el
que había nacido
el Pontífice. Sotto il
Monte está en
el nordeste de
Italia, en la provincia
de Bérgamo, región de
Lombardía. El pueblo
actualmente se llama
Sotto il Monte
Giovanni XXIII ). También
le dice que
nunca había olvidado
a su pueblo,
a su campiña, sus
laderas verdes; y
que siempre estuvo
con el, en
cada uno de
los lugares en
los que había estado sirviendo
a los intereses
de la Santa Madre Iglesia.
Ángelo Giuseppe
Roncalli, que así
se llamaba Su
Santidad, era un
hombre de pueblo, un
campesino humilde, el
tercero de los once hijos
que tuvieron sus
padres; y vivió
pocos años en
Sotto il Monte,
pues marchó, siendo
un niño de
diez años, al
seminario y volvió
a ver a
su familia, regresó
a su tierra
natal, cuando fue
ordenado sacerdote. Disfrutó
poco tiempo de
su pueblo y
de sus vecinos, pero
no pudo olvidarlo
nunca, siempre estuvo a
su lado, siempre lo
llevó consigo.
El
recuerdo de esta parte de
la película que
os cuento, me
hizo escribir un
poema en el
que intento explicar
ese cariño, que yo
comparto totalmente, por
la tierra de uno. Yo también salí
de Alcalá siendo
un niño y
ya no volví
jamás a vivir
de forma permanente
en el. Y como
le sucedía al
Papa Roncalli, mi pueblo
siempre vino conmigo
a cuantos lugares
me llevó el destino.
Yo amo a
mi tierra y
a las personas
que la pueblan; y
siento un profundo
dolor cuando me encuentro
con paisanos indiferentes,
fríos y poco
interesados por la
tierra en la
que nacimos y
por sus gentes.
Las personas bien
nacidas veneran sus
raíces, aman a
sus mayores y guardan sus
recuerdos en el
alma. Entiendo, que
aquellos que marcharon
huyendo de la
pobreza ( esa lacra que
parece que nunca
desaparecerá de nuestro
pueblo), se sientan
felices y orgullosos
de haber progresado
en otros lugares
de España o
del mundo, a
los que guardan
cariño y respeto. Me
parece una cosa
correcta y lícita.
Pero eso no
les debe llevar
a olvidar a
su tierra, a
denigrar de su
pueblo. La tierra
es santa, la
tierra es bendita …
y de ninguna
de las maneras
es culpable de
su salida; tu tierra
no fue la
causante de esa
marcha, a veces,
amparada en la
oscuridad de la
noche y como
sintiendo vergüenza por
tener que irse
en busca de
un bienestar que
no podían encontrar
en su pueblo.
No le echemos
la culpa a
la tierra. Los
culpables fueron unos
malos gobernantes que no supieron
o no quisieron
crear las condiciones
necesarias para crear
los puestos de
trabajo que evitaran
que los hijos
de esta hermosa
tierra tuvieran que
abandonarla. Así que
el pueblo no
fue el culpable
de eso, lo
fueron las personas
que tenían que
tomar decisiones. Las personas
que mandaban en el país.
Este es el
poema que escribí
sobre este tema
del que hablamos
y que es el título
que encabeza mi
artículo:
YO AMO A MI TIERRA
Algunos no han comprendido
la
larga historia que
encierra,
el
cariño desmedido
que
le profeso a
mi tierra …
en
la que poco
he vivido.
No
necesito habitarla
para
que viva conmigo.
Como
si mi sombra
fuera,
camina siempre
a mi lado
como
amada compañera.
Cuando estaba
desolado,
hasta
mi encuentro salía …
y
al ver su
cielo azulado
mi
pena se diluía.
Por
eso quiero a
esta tierra
donde
mi madre vivía …
de
cuyo vientre naciera …
¡¡ puede haber
más alegría !!.
Francisco Teodoro
Sánchez Vera
Febrero 2017
1 comentarios:
Totalmente de acuerdo contigo. Hago mío tu poema con tu permiso. Gracias
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