sábado, 6 de junio de 2020

SANTÍSIMA TRINIDAD



Trinidad, fiesta de Dios… del Dios Único… “Un Señor infinitamente bueno, sabio, poderoso, justo, principio y fin de todas las cosas” (Ripalda).

De este Dios Único nos habla toda la Biblia… pero para nosotros, los cristianos, en el Nuevo Testamento, se nos habla también de Jesús y del Espíritu Santo y se nos dice que Jesús, que es hombre es también Dios y que el Espíritu Santo, también es Dios…

De este modo los evangelios, las cartas de Pablo, etc. plantean  "Cómo compaginar el monoteísmo bíblico, con la afirmación de la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".

¿Qué significan estos tres nombres? ¿Son sólo tres maneras de hablar de una misma realidad única, o representan cada uno algo diferente en Dios? Y si fuese así, ¿habría que hablar de tres dioses?

Ya sabéis que no, que la Iglesia de Cristo siempre ha afirmado y creído la unicidad de Dios… Pero entonces, ¿qué quieren decirnos sobre Dios?

Reflexión teológica inicial

La reflexión teológica sobre este tema comenzó ya en los escritos de los llamados "Apologetas" (siglos II-III) y continuó hasta llegar a los grandes Concilios de Nicea (a.325) y de Constantinopla (a.381).

Al “Credo de los Apóstoles” ( alrededor del año 200 ), se añadieron formulaciones que intentaban acercarnos a Dios en su “misterio”. El más conocido es el llamado “Credo Niceno-Constantinopolitano”( formulado después de los Concilios de Nicea y de  Constantinopla ( años 325 y  381 ),  en el que ya hay formulaciones teológicas más precisas que se apoyan en la terminología filosófica de entonces.

"Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra…                                                                                                            "Creemos en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre..."                                                                                                                         "Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe la misma doración y gloria  y que habló por los profetas..."                                           
¿UN LÍO?...

Estas formulaciones, con sus múltiples términos tomados de la filosofía de entonces, "naturaleza", "esencia", "sustancia", "persona", "engendrar", "proceder"... son las que siguen presentes en textos litúrgicos y catecismos, y creemos que han contribuido a hacer del misterio de la Trinidad algo abstracto, difícil de entender, cosa de teólogos y distante de la vida cristiana, cuando en realidad en la base de la doctrina de la Trinidad está la imagen de un Dios que sale de sí mismo, que se entrega y que quiere darse al hombre para transformarlo y elevarlo.

Hoy la Teología más reciente  ha optado por reflexiones que nos acerquen el Misterio de Dios, también en sus aspectos relacionados con la vivencia cristiana de Dios y con su proyección hacia la vida.

Ponemos un ejemplo, tomado de un manual de teología para universitarios, de J.Gómez Caffarena, donde razona así:

"Si decimos que Dios es amor... ¿cómo  podríamos justificarlo si no viéramos en Él una vida íntima, interpersonal?. No pretendo que esta reflexión demuestre que tenía que ser así; que Dios no puede existir de otra manera que en tres personas. Sólo insisto en que, un Dios Amor se nos hace más comprensible y más amable cuando en su inmensa y eterna soledad no aparece como enteramente solitario, sino con una vida íntima que usará para revelarse precisamente términos familiares: padre, hijo,...; una familia, por tanto, un hogar eterno, podríamos decir...".                                                                                      "Dios es Amor... se hace más comprensible cuando se dice que tiene un misterio de vida interpersonal... No entendemos cómo puede ser eso; queda Dios... misterioso,... oscuro,… pero resulta profundamente amable, menos aterrador...".
Tomado de J.Gómez Caffarena, Hacia el verdadero cristianismo, Razón y Fe, pp.322 ss.)

Tras estas líneas, redactadas antes de 1972, podrían citarse otras muchas, que insisten en la misma línea de razonamientos…

Una de ellas es la de J. Serafín Béjar Bacas, en una homilía titulada “La Santísima Trinidad no es un enigma, sino un misterio”, donde razona así:

“La Santísima Trinidad es un misterio, pero no es un enigma. A lo largo de los siglos hemos convertido este misterio de nuestra fe en un enigma. Pero, ¿qué es un enigma?. Un enigma es una especie de acertijo, una especie de problema lógico que habría que resolver con la mente. Y esto ha hecho que la Trinidad quede apartada de la vida de los cristianos. En el fondo vivimos como si nos diera igual que Dios fuera uno, tres o cinco… Por eso es conveniente acercarnos este misterio.

 “Un autor del siglo XIII, Ricardo de San Víctor, intenta acercarnos el misterio de Dios de un modo muy bello. Decía así:

“En las escrituras leemos que Dios  Padre es amor; nos lo dice Juan en su primera carta ( 1 Jn 4,16 ). Pues bien, si Dios es amor no puede estar solo, porque no existe el amor en la soledad, no existe el amor en el aislamiento, no existe el amor de uno solo. Todos sabemos, no tanto por la razón, lo sabemos con el corazón, que la esencia del amor es la entrega, la esencia del amor es la donación. Así pues, si Dios Padre es amor, tiene que haber Otro, porque de lo contario, Dios sería un narcisista que se amaría a sí mismo”. 
  Por ello, sigue diciendo Ricardo de San Víctor:     
 “El Padre, desde toda la eternidad engendra al Hijo, porque quiere hacer del Hijo el receptáculo de todo el torrente de amor que Él es. ¿Quién sería por tanto el Padre  en la Trinidad?  La fuente del amor. ¿Quién sería el Hijo en el seno de la Trinidad? El receptáculo de ese amor recibido del Padre. Y sigue razonando: 
   “Un amor sólo de ida no es un amor verdadero. El ideal del amor es que sea de ida y de vuelta. Si yo amo a alguien, pero ese alguien  no me ama a mí, el amor queda interrumpido, queda roto, queda partido, queda incompleto”. Y remata: 
    “El Hijo no solo permanece cono receptáculo del amor, sino que todo el amor recibido lo entrega de nuevo a su Padre, y se crea una especie de corriente amorosa entre el Padre y el Hijo, entre el Hijo y el Padre. Una corriente tan poderosa, tan vital, que es precisamente la persona del Espíritu Santo”.
.           “El Padre sería la fuente del amor, el Hijo el receptáculo de ese amor recibido del Padre, y el Espíritu sería esa corriente de amor que va desde el Padre al Hijo,  desde el Hijo hasta el Padre. Por eso San Agustín, siglos antes, hablando de las tres personas divinas, ya decía que el Padre era el amante, el Hijo era el amado y el Espíritu Santo era el amor. (…..) .  “La Santísima Trinidad no es un enigma, no es un problema matemático, lógico. La Santísima Trinidad es un misterio. De los enigmas no se puede vivir, en los misterios podemos encontrar una fuente de inspiración y una fuente de vida.
(Tomado de  “Y la Palabra se hizo diálogo”,  de J.Serafín Béjar Bacas, 2016 ).

La conclusión sobre este tema de Dios - Trinidad sólo puede ser que la última palabra de la reflexión ha de ser el silencio y la adoración como preparación para una relación con Él,  llena de respeto, amor y reverencia.

Padre Sicre

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