Antonio Ceballos Atienza
Evangelizadores con espíritu
Invitación al “modelo de vida
apostólica”
Ejercicios Espirituales y Nueva
Evangelización
Madrid, PPC, 2020
Esta obra, clara y profunda, actual y enraizada
en las entrañas evangélicas, identifica la senda que hemos de seguir para
acercarnos a la santidad, y aplica los principios, los criterios y las pautas
para emprender la “Nueva Evangelización” o, en otras palabras, para renovar los
proyectos y los planes de la recristianización de nuestras vidas individuales,
familiares y eclesiales. Confieso que me ha sorprendido la habilidad con la que
el autor explica los mensajes cristianos fundamentales extrayendo savia
evangélica e iluminándola con las fórmulas pastorales aplicadas por San Pablo,
con las líneas ascéticas trazadas en los Ejercicios
Espirituales de San Ignacio, con las orientaciones de San Juan de Ávila, con
la Exhortación apostólica postsinodal Pastores Dabo Vobis de Juan Pablo II
sobre la formación de los sacerdotes en la situación actual, y con las actuales
enseñanzas de papa Francisco, en especial con la Exhortación Apostólica Evangelii
Gaudium.
Aunque explícitamente está dirigido a
los sacerdotes, todas sus consideraciones son aplicables a los demás creyentes
e, incluso, a los hombres y a las mujeres que buscan orientaciones para crecer
humanamente y para vivir la vida de manera más digna, para alcanzar la paz
individual y el bienestar social. Importante, a mi juicio, es la convergencia que
establece entre la primera parte del libro titulada “Apuntes para unos
ejercicios espirituales” y la segunda en la que nos ofrece “Sugerencias para
una espiritualidad de la nueva evangelización”. Una espiritualidad
experimentada con todos los sentidos y vivida con las emociones más nobles, con
la misericordia, con la compasión y, sobre todo, con el amor. No podemos
olvidar que los cristianos nos diferenciamos, más por nuestra manera de amar
que por nuestra forma de pensar. Las raíces de nuestra peculiaridad personal y
eclesial se ahondan en el fondo de nuestros sentimientos y, sobre todo, en
nuestra participación en los sufrimientos. Aún tengo muy presente la permanente
referencia a la oración y la insistencia de Mons. Ceballos en el cultivo de la
amistad íntima con Jesús de Nazaret como vía imprescindible para convivir con
nuestros convecinos participando de sus problemas, dialogando, ayudando y
sirviendo a los fieles y a los demás hombres y mujeres de cualquier condición y
edad a los que siempre hemos de considerar como hermanos y como amigos.
En mi opinión, el interés que
despiertan las consideraciones de don Antonio Ceballos -sacerdote y obispo- es
su forma sencilla de relatar experiencias vividas personalmente adoptando el
tono confidencial de quien cuenta los secretos del amor. Y es que, como él
mismo declara, “es un creyente que ama porque se sabe amado”. Por eso nos explica con palabras claras y con
comparaciones familiares los diversos recursos que, como seres humanos y como
amigos de Jesús de Nazaret, tenemos a nuestra disposición. Sin restar importancia
a los fundamentos teológicos en los que se cimienta la construcción de la vida
cristiana, Monseñor Ceballos nos muestra cómo la fórmula más estimulante para
transmitir los valores evangélicos es el testimonio de una vida sencilla y coherente.
Quizás lo más sorprendente de este
libro sea la forma de descubrirnos esas aparentes paradojas de la vida
cristiana como, por ejemplo, la elocuencia del silencio, la compañía de la
soledad, la fecundidad del sufrimiento, la espiritualidad de los sentidos, la
riqueza de la pobreza, la necesidad permanente de conversión y, sobre todo, su alentadora
invitación a los sacerdotes y a todos nosotros para que sintamos,
experimentemos y vivamos el amor: “No existe un verdadero amor -son sus
palabras- que no pase por el corazón de la persona, pues el amor no solamente
se piensa y se desea, sino que se vive en el corazón. La caridad queda
desnaturalizada y desencarnada cuando se le retira la afectividad, porque la
caridad, por definición es afectiva; el sacerdote que dice que ama, pero no
siente ese amor en lo más profundo del corazón y no logra expresarlo a los
demás, es porque no tiene relación cordial con Dios y con los demás. Vive un
amor incompleto, una caridad sin alma”. (pp. 292-293)
En mi opinión el valor y la utilidad de
este libro residen en la claridad con la que nos transmite el mensaje de la
conveniencia saludable de profundizar en el interior de nosotros mismos para
descubrir esas raíces íntimas que han de alimentar el crecimiento trascendente
de la vida espiritual. Estoy convencido de que bucear en el misterio de la vida
espiritual es una práctica urgente y beneficiosa cuyo aprendizaje no es posible
sólo con el auxilio de la ciencia, de la tecnología, de la filosofía, de la psicología
ni siquiera de la teología sino que son necesarias la oración y la convivencia fraterna sobre todo con los
que sufren: “Compartir la vida entraña tener un mismo latido, caminar
unidos en tensión de sintonía”.
José Antonio Hernández Guerrero
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