La caja negra de las crisis económicas
En mi opinión, la afirmación
de que las crisis económicas mundiales son fallos exclusivos del sistema y que,
por lo tanto, no es posible identificar a sus principales responsables, es
cierta sólo parcialmente. Ya sabemos que el modelo neoliberal privilegia el
capital y que sitúa en un segundo lugar las repercusiones sociales, pero
también hemos de reconocer que no es verdad que el único causante de los
problemas sea el mal funcionamiento de los mercados y el desbarajuste de las
finanzas. Mucha culpa la tienen también la ineptitud económica de algunos
políticos -que casi nunca pierden- y la insensibilidad social de muchos
financieros -que casi siempre ganan-.
Me atrevo a opinar que las
claves de las crisis -esos agujeros a los que los economistas, los políticos,
los periodistas ni siquiera los espeleólogos logran tapar- están encerradas en la
caja negra que nadie se atreve a abrir. La razón profunda del despiste tan
generalizado estriba en la decisión de poner parches mientras que renuncian a
ahondar en las raíces éticas de las graves dolencias. Como ocurre con el dolor,
con la fiebre y con los demás síntomas patológicos, estos trastornos económicos
deberían hacernos conscientes, al menos, de que el motor de la conciencia moral
y social está fallado.
Las crisis económicas son,
además, unas llamadas de atención para que los responsables hagan un
diagnóstico acertado y apliquen los remedios eficaces. Pero el cuadro de
síntomas se complica gravemente cuando, en vez de interpretar correctamente las
advertencias, los “curanderos” se empeñan en ocultarlas mediante la aplicación
de simples calmantes que suavizan los síntomas pero que no eliminan el daño: no
podemos curar el cáncer que nos corroe las entrañas -la conciencia- con una
simple aspirina.
En el fondo de las crisis económicas
actuales encontramos ese principio tan generalizado y tan peligroso según el
cual el factor más importante del ser humano es la cartera. Las raíces hondas
de estas crisis que presenciamos todos, que lamentamos muchos y que la sufren
los de siempre, se ahondan en un egoísmo suicida que anula la cooperación y elimina
la solidaridad. Mientras que no orientemos las actividades económicas hacia un
concepto integrador del ser humano que también considere la dimensión la social
y comunitaria, mientras que se concentren los esfuerzos en resolver sólo la
crisis económico-financiera aplicando la receta de los despidos baratos y de
los recortes de salario, los problemas más graves seguirán acuciando a la gran
mayoría de ciudadanos.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
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