El ayuno y el hambre
¿Tiene
sentido que, de vez en cuando, ayunemos? Tengamos en cuenta, en primer lugar, que
los nutricionistas nos dicen que el ayuno voluntario y controlado nos puede
servir para desintoxicar el organismo, para perder peso e, incluso, para mejorar
el funcionamiento de la mente y para que, controlando nuestros gustos y
nuestros disgustos, evitemos el insomnio.
Estoy
convencido de que el ayuno vivido como experiencia de privación, nos puede
ayudar a comprender a los que cerca o lejos de nosotros carecen de los medios
necesarios para la subsistencia. Sentir un
poco de hambre, de vez en cuando, nos ayudaría a experimentar la inquietud de
quienes carecen de medios para, simplemente, sobrevivir: para comprender el
sufrimiento de quienes tienen hambre, para recordar que, en la actualidad esta
lacra la sufren 800 millones de personas en todo el mundo, la gran mayoría
niños, y para ser conscientes de que esa desigualdad es una amenaza grave porque
hipoteca el futuro de naciones y de continentes enteros. El ayuno podría
servirnos para que no olvidemos que el hambre mata más que la pandemia, y que
la pandemia agravará las condiciones de vida de buena parte del mundo.
En
mi opinión, el ayuno carece de su sentido más importante si no está movido y si
no tiene como fin estimular la solidaridad con los hambrientos, con los pobres
y con los necesitados de nuestro entorno, de nuestra ciudad, de nuestro de
nuestro país o del mundo entero. El ayuno podría incluso convertirse en una
frívola diversión si no nos estimula para que compartamos nuestros bienes con
los que padecen una cruel e injusta hambruna. Ya sabemos que el hambre no es
contagiosa, pero no olvidemos que mata, y mata mucho más que la COVID-19, que
el sida y que otras enfermedades".
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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