Una explicación de las contradicciones en las que las personas normales vivimos
Fernando
Aramburu
Los
vencejos
Barcelona,
Tusquets, 2021
Acreditados especialistas en teoría y en
crítica literaria han calificado a Fernando Aramburu como poderoso narrador,
como autor plenamente maduro y como uno de los mejores escritores españoles de
la actualidad. Otros han valorado Los vencejos como una novela vital,
original, potente, extraordinaria, ácida, enternecedora y como “un monumento
literario”. Coincido con estas valoraciones y justifico mi juicio positivo de
su elevada riqueza literaria.
En mi opinión, los valores de esta obra
están determinados por la eficacia comunicativa de un lenguaje con el que
Fernando Aramburu elabora su relato a través del recurso de la escritura de un
diario personal en el que el protagonista, además de desahogarse contándonos
las desdichadas experiencias de su niñez y de su juventud, nos narra episodios nocivos
con su esposa, con su hijo y con su amigo. El punto de partida -su decisión de
terminar con su vida- nos plantea el asunto de la esencial relación de la vida
con la muerte, una cuestión natural que, a pesar de ser idéntica para todos los
seres vivos, cada uno la asume de forma diferente: si para algunos es una
experiencia de destrucción, para Toni, el protagonista, es una liberación o,
simplemente, el fin de la existencia; si, para muchos, es el fondo de los
miedos que experimentan en diferentes situaciones, para este profesor de
filosofía es la cancelación de una vida decepcionante y aburrida. Por eso, tras
haber vivido cincuenta y cinco años, decide no seguir viviendo.
Considero que la elevada calidad de
esta obra estriba en la habilidad con la que Fernando Aramburu armoniza los
“dis-cursos” trazados por las sensaciones, las emociones, las fantasías y los pensamientos
de Toni con las experiencias diarias que éste vive. De esta manera logra un
relato literario en el que los significados de comportamientos aparentemente
caprichosos nos descubren las claves de diversos aspectos de una realidad que,
observada desde fuera, nos parece similar a las de muchas de las personas con
las que convivimos. En esas combinaciones de hilos de colores emotivos y
racionales, reales y ficticios, dibuja el perfil humano de Toni claramente
expresado con sus palabras claras, con sus actitudes displicentes y con sus
reacciones airadas.
Gracias a sus penetrantes análisis esta
obra de ficción nos traslada, paradójicamente, al mundo de la realidad: un
mundo cercano al nuestro tanto física como ética y socialmente. Sentimos la
sensación de que presenciamos y vivimos estos episodios experimentando las
contradictorias sensaciones y los hondos sentimientos del protagonista tan
acertadamente dibujado. Con su lenguaje claro descubrimos los fondos
psicológicos de unos comportamientos que, a primera vista, nos podrían parecer extraños.
Las explicaciones claras y, al mismo
tiempo, profundas que nos proporciona Toni evidencian los análisis psicológicos
del autor que, como es sabido, constituyen las herramientas narrativas
tradicionales que están vigentes en la actualidad y que gozan de una aceptación
generalizada entre los críticos y los lectores. Los relatos de estos episodios
son exploraciones serias que, además de interesarnos, nos distraen, nos
divierten y nos hacen pensar. Son exámenes de unas maneras opuestas de concebir
y de vivir el tiempo, el espacio, el amor, el desamor, la soledad, la amistad,
el sexo, la belleza, la verdad, la alegría, la tristeza, la salud, la
enfermedad, el trabajo, el ocio, el aburrimiento, la diversión y hasta la
mediocridad política. Valoro,
sobre todo, el tino con el que Fernando Aramburu logra interesarnos
contrastando los opuestos modelos de mundo, las distintas concepciones de la
vida y del bienestar humano. Esta obra constituye, a mi juicio, una explicación
de las contradicciones en las que las personas normales vivimos. Los vencejos no sólo es una novela interesante,
sugestiva y amena, sino también una guía orientadora para los escritores
noveles que busquen pistas y pautas para sus creaciones.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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