Que un año no es nada - que diría el tango”
Si esta noche vieja miramos hacia atrás, nos daremos cuenta que un año son doce hojas de almanaque; más aún, que 12 meses apenas es tiempo para conseguir un proyecto de estudio; que 48 semanas se las merienda cualquier enfermedad; que la alborada de un día se da la mano con su ocaso y que, como diría Santa Teresa, “la vida, a veces, es una mala noche pasada en una mala posada.”
Y, sin embargo, todos tenemos experiencia de que un año nos haya traído la felicidad para toda nuestra vida; que doce meses de esfuerzo nos han solucionado unas oposiciones; que las cuarenta y ocho semanas del año nos han embargado en trabajos duros para bien de la familia; que un momento presente bien aprovechado ha salvado la vida a la familia o a un necesitado.
Que las horas del día bien administradas dan mucho de sí y cada hora bien vivida es una fuente de energía. Que un momento pletórico de coraje puede salvar a una persona.
Los romanos eran sabios y sabían que el tiempo es el mejor tesoro que tenemos los humanos. Lo expresaban así: “Tempus fugit”: El tiempo huye, vuela, se escapa “Carpe diem”: Atrapa el día, aprovéchalo, exprímelo, sácale toda su riqueza. “Futurum incertum”: El futuro es incierto, aprovecha el momento presente, cada día tiene su afán, que volvería a decir la doctora Teresa “Opera manent”: Las obras permanecen, las palabras se diluyen, nuestras obras son la única realidad.
El año viejo puede ser el mejor regalo que nosotros mismos nos hacemos, o el castigo recibido, por haberlo derrochado inútilmente.
Sin embargo, el año nuevo puede ser un manantial de agua vivificante y transformadora. El Papa Francisco ha convertido el año 2016 en “El año de la misericordia”. Bastaría con que lo queramos aprovechar y lo empleemos en perdonar, amar y ayudar a los demás.
Juan Leiva
0 comentarios:
Publicar un comentario