Legislar es abrir cauces por los que discurra la libertad
Fernanda
Pirie
Ordenar
el mundo. Cómo 4.000 años de leyes dieron forma a la civilización
Barcelona,
Crítica, Editorial Planeta, 2022
En
esta ocasión me permito expresar mi convicción de que el conocimiento de estos
detallados análisis será notablemente útil para los estudiosos de las
diferentes Ciencias Humanas que pretendan profundizar en las raíces hondas de
nuestra actual civilización. Es posible que, como ocurrió en 1497, tras el
viaje de Vasco da Gama cuando dobló el cabo de Buena Esperanza, algunos
lectores también se asombren al conocer el “rico y sofisticado mundo de Asia
con sus importantes avances comerciales y tecnológicos, con sus complejas
estructuras de gobierno y con sus detalladas leyes”. Eran unos momentos en los
que los europeos carecían de sistemas políticos, educativos y jurídicos tan
minuciosos y tan sistematizados. Aunque Fernanda
Pirie acepta que “los sistemas jurídicos nacionales que existen actualmente en
todo el mundo se basan en su totalidad en los elaborados por las naciones
europeas en los siglos XVIII y XIX”, también reconoce que las diferentes leyes
fundacionales de Mesopotamia, China y la India, “aportaron las formas que han
adoptado todas las legislaciones posteriores”.
Lo
más importante, a mi juicio, es su conclusión de que, aunque, a veces, las leyes
han servido para consolidar el poder de los poderosos, para ampliar sus dominios
o para disciplinar a las poblaciones, también han ayudado a establecer un orden
y una justicia que hicieran posible la convivencia social. La profesora
Fernanda Pirie detalla en la primera parte de esta obra el surgimiento y la
caída de los sistemas legales que sustentaron los antiguos imperios y las
tradiciones religiosas en Mesopotamia, en Grecia y en Israel. Explica los
contenidos de las leyes relativas al culto, a los ritos y a los sacrificios
religiosos, y analiza las pautas que orientaban los comportamientos sociales e,
incluso, las normas que servían para conservar la salud del cuerpo y del
espíritu.
También
nos cuenta cómo, tanto en el cristianismo como en el islamismo, fueron los
reyes, los sacerdotes, los jueces y los juristas quienes elaboraron los
principales sistemas jurídicos del mundo, aunque, a veces también, algunas personas
que vivían al margen de las instituciones, aportaran sus propios proyectos y
ambiciones, inspirándose en costumbres y en tradiciones. Tras estos análisis
llega a la conclusión de que “lo que verdaderamente une a los seres humanos es
nuestra fe en que las leyes pueden producir justicia, combatir la opresión y
crear un orden a partir del caos”.
En
mi opinión, esta obra constituye una herramienta imprescindible para que los
profesionales del derecho, de la enseñanza y de la política ahonden en las
raíces de las pautas que deben orientar las actividades políticas, sociales,
laborales y familiares con el fin de que el mundo actual, tan entrelazado y tan
interdependiente, sea, simplemente, más habitable: si queremos valorar la
importancia de la ley y cómo se puede regir nuestro mundo, no tenemos más
remedio que conocer la Historia.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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