Virgen de los Santos, la llena de gracias
En
esta ocasión me limito a mostrar mi agradecimiento a nuestra Virgen de los
Santos, a esa mujer buena, que tan amable y tan generosamente nos acompaña, nos
alivia y nos empuja para que, en medio de los nubarrones, sigamos remando y para
que, en medio de las tormentas, convivamos en paz como paisanos, como amigos y
como hermanos.
La
Virgen de los Santos, esa mujer servidora de los pobres, es el modelo riguroso,
serio y claro, que nos orienta en las sendas que hemos de recorrer en el
crecimiento de la vida humana y, también, en la profundización en el sentido
social de la espiritualidad cristiana con el fin de lograr la disminución de
las desigualdades. Sus comportamientos, tal como los dibujan los Evangelios,
representan un estilo de vida que deberíamos copiar tanto las mujeres como los
hombres. Como mujer creyente, seguidora de Jesús y servidora de los pobres,
constituye una “buena noticia” para todos los que nos consideramos sus hijos.
Nuestro
amor a la Virgen de los Santos nos infunde fuerza y vitalidad, nutre
nuestras tareas y nos ayuda para que miremos estos espacios y para que vivamos
estos tiempos de una manera más humana: para que descubramos sus múltiples alicientes
y sus fascinantes sentidos. Por eso Alcalá, nuestro Alcalá, es el espacio
privilegiado para la acogida, para la reunión, para la participación en los
sentimientos nobles de esperanza y de cariño, por eso es aquí donde mejor suena
y resuena la palabra “gracias”.
La
Virgen de los Santos, la mujer amable que es el faro de nuestra esperanza, la
causa de nuestra alegría, la reina de nuestra familia y, sobre todo, nuestra madre
y nuestra amiga “llena de la gracia”.
Hoy
me he limito a pronunciar y a repetir esta palabra “gracias”. La más bella, la más beneficiosa y más gratificante de
nuestra lengua porque expresa los sentimientos más profundos y más nobles,
porque nos hace saborear y vivir la vida con agrado, porque aumenta la amistad,
incrementa la alegría y abre las puertas del infinito, las ventanas por las que
penetra el aire que purifica la atmósfera de impurezas, porque nos ayuda a
contemplar y a vivir la belleza, la alegría y, sobre todo, el amor. Gracias, gracias y gracias.
José
Antonio Hernández Guerrero
Catedrático
de Teoría de la Literatura
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