viernes, 31 de octubre de 2025

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO - EL EXTRAÑO CASO DEL EXPLORADOR QUE SE CONVIERTE

 

El extraño caso del explotador que se convierte

Domingo 31 Ciclo C

 

El protagonista del evangelio de hoy es un jefe de publicanos y rico. Este término no sugiere al lector actual del evangelio el odio y desprecio que sentía el pueblo judío hacia los miembros de esta profesión, que trabajaban al servicio de los romanos y oprimían al pueblo con el cobro de los impuestos.

¿Mandamos a todos los ricos al infierno?

Hasta ahora, en su evangelio, Lucas no se ha limitado a defender a los pobres y a anunciarles un futuro definitivo mejor. Ha criticado también con enorme dureza a los ricos. Ha puesto en boca de María, en el Magníficat, unas palabras más propias de una anarquista que de una monja de clausura, cuando alaba a Dios porque «derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos.»

Y Jesús se muestra aún más duro en el Discurso de la llanura (equivalente al Sermón del Monte de Mateo): «¡Ay de vosotros, los ricos, porque recibís vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados, porque pasaréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque lloraréis y haréis duelo! (Lc 6,24-25). El ejemplo más claro del rico que llora y hace duelo es el de la parábola del rico y Lázaro, que no podrá disfrutar de una eternidad feliz.

¿Significa esto que ningún rico puede salvarse? El episodio del rico que pretende seguir a Jesús, aunque al final desiste porque no es capaz de renunciar a su riqueza, demuestra que un rico puede salvarse si observa los mandamientos (Lc 18,18-23).

¿Qué ocurre cuando se trata de un rico explotador?  La respuesta la da Lucas en el evangelio de hoy.

El ejemplo de Zaqueo (Lc 19,1-10)

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»

Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»

Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»

Breve comentario

1. Jesús no le pide a Zaqueo que lo invite a comer, le dice que quiere alojarse en su casa. Se trata de algo mucho más personal. Cuando Jesús continúe su camino, seguirá presente en la casa y la vida de Zaqueo.

2. La conducta de Jesús resulta escandalosa. Esta vez no escandaliza a fariseos y escribas, a seglares piadosos y teólogos rancios, sino a todos sus seguidores y partidarios, que han aplaudido hasta ahora sus críticas a los ricos.

3. La diferencia entre Jesús y sus partidarios radica en la forma de considerar al jefe de publicanos. Mientras Jesús lo considera una persona y lo llama por su nombre («Zaqueo, baja…»), sus partidarios lo desprecian («un pecador»). Ellos se dejan guiar por una ideología que condena al rico, mientras que Jesús se guía por la fe («también Zaqueo es hijo de Abrahán») y por su misión de buscar y salvar al que se ha perdido. La historia de Zaqueo recuerda las parábolas del hijo pródigo y de la oveja y la moneda perdidas.

4. La conducta de Zaqueo supone un cambio radical y muy duro. Sin que Jesús le exija nada, por pura iniciativa, da a los pobres la mitad de sus bienes y está dispuesto a restituir cuatro veces si se ha aprovechado de alguno. Y esto es lo que Lucas pretende enseñar: incluso un rico hipotéticamente injusto puede convertirse y salvarse; pero no basta invitar a Jesús a comer, debe darse un cambio profundo en su vida, con repercusiones en el ámbito económico.

5. Finalmente, la conducta de Jesús con Zaqueo trae a la memoria el refrán castellano: «Más moscas se atraen con una gota de miel que con un barril de hiel». Jesús podía haber criticado y condenado a Zaqueo. Sus seguidores lo habrían aplaudido una vez más. Y Zaqueo habría seguido explotando al pueblo.

Un texto precioso (Sabiduría 11,22-12,2)

La primera lectura es un excelente complemento al evangelio. Muchos piensan que el Dios del Antiguo Testamento es un ser cruel y justiciero, enemigo despiadado del pecador. Quien lea este texto tendrá que cambiar de idea: la actitud de Dios es la misma que la de Jesús con Zaqueo.


Señor, el mundo entero es ante ti como grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Y ¿cómo subsistirían las cosas, si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. Todos llevan tu soplo incorruptible. Por eso, corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes, para que se conviertan y crean en ti, Señor.

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

viernes, 24 de octubre de 2025

FALLECIMIENTO DE JUAN CABALLERO GARCÍA

 Hoy ha fallecido en Alcalá de los Gazules, donde residía, nuestro gran amigo y satista comprometido Juan Caballero García. Nació un 19 de Febrero de 1946 y fue inscrito en el Colegio Safa de Alcalá de los Gazules con el número 124.

Desde que se fundó la Asociación de Antiguos Alumnos ha pertenecido a su Junta Directiva.

Descanse en la paz del Señor nuestro amigo Juan Caballero y a Carmen, su esposa, hermana María e hijas María del Carmen, Isabel María y Pilar, nuestro más sentido pésame. Que la Sagrada Familia de Nazaret le acoja bajo su manto.

Los oficios religiosos serán mañana día 25 a las 17:00 horas en la Parroquia del Mártir San Jorge de Alcalá de los Gazules.


DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO - LA JUSTICIA PARCIAL DE DIOS

 

La justicia parcial de Dios

Domingo 30 Ciclo C

El Catecismo que estudié de pequeño decía que Dios “premia a los buenos y castiga a los malos”. Pero no concretaba quiénes eran los buenos y quiénes los malos. Y como nuestra forma de pensar es con frecuencia muy distinta de la de Dios, es probable que los que Dios considera buenos y malos no coincidan con los que nosotros juzgamos como tales.

Dios, un juez parcial a favor del pobre

            Esta es la imagen que ofrece la primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico 35,12-14.16-18

El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor, y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia.

            Lo más curioso de este texto es que no lo escribe un profeta, amante de las denuncias sociales y de las críticas a los ricos y poderosos, sino un judío culto, perteneciente a la clase acomodada del siglo II a.C.: Jesús ben Sira, viajero incansable en busca de la sabiduría, pero también gran conocedor de las tradiciones de Israel. Y la imagen que ofrece de Dios dista mucho de la que tenían bastantes israelitas. No es un Dios imparcial, que juzga a las personas por sus obras; es un Dios parcial, que juzga a las personas por su situación social. Por eso se pone de parte de los pobres, los oprimidos, los huérfanos y las viudas; los seres más débiles de la sociedad.

            Comienza el autor diciendo: El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial. Pero añade de inmediato, con un toque de ironía: no es parcial contra el pobre. Porque la experiencia de Israel, como la de todos los pueblos, enseña que lo más habitual es que la gente se ponga a favor de los poderosos y en contra de los débiles.

Dios, un juez parcial a favor del humilde

            El evangelio de Lucas (Lc 18, 9-14) ofrece el mismo contraste mediante un ejemplo distinto, sin relación con el ámbito económico.

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola:

            ‒ Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: «¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.» El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.» Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

            La parábola es fácil de entender, pero conviene profundizar en la actitud del fariseo.

La confesión de inocencia

            Un niño pequeño, cuando hace una trastada, es frecuente que se excuse diciendo: “Mamá, yo no he sido”. Esta tendencia innata a declararse inocente influyó en la redacción del capítulo 150 del Libro de los muertos, una de las obras más populares del Antiguo Egipto. Es lo que se conoce como la “confesión negativa”, porque el difunto iba recitando una serie de malas acciones que no había cometido. Algo parecido encontramos también en algunos Salmos. Por ejemplo, Salmo 26(25),4-5:                  

                        No me siento con gente falsa,

                        con los clandestinos no voy;

                            detesto la banda de malhechores,

                        con los malvados no me siento.

La profesión de bondad

            Existe también la versión positiva, donde la persona enumera las cosas buenas que ha hecho. Encontramos un espléndido ejemplo en el libro de Job, cuando el protagonista proclama (Job 29,12-17):

                            Yo libraba al pobre que pedía socorro y al huérfano indefenso,

                            recibía la bendición del vagabundo y alegraba el corazón de la viuda;

                            de justicia me vestía y revestía,

                        el derecho era mi manto y mi turbante.

                            Yo era ojos para el ciego, era pies para el cojo,

                            yo era el padre de los pobres

                        y examinaba la causa del desconocido.

                            Le rompía las mandíbulas al inicuo

                        para arrancarle la presa de los dientes.

El orgullo del fariseo

            Volvamos a la confesión del fariseo: «¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.»

            Si el fariseo hubiera sido como Job, se habría limitado a las palabras finales: Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. Pero al fariseo lo come el odio y el desprecio a los demás, a los que considera globalmente pecadores: ladrones, injustos, adúlteros. Sólo él es bueno, y considera que Dios está por completo de su parte.

La humildad del publicano

            En el extremo opuesto se encuentra la actitud del publicano. A diferencia de Job, no recuerda sus buenas acciones, que algunas habría hecho en su vida. A diferencia del Libro de los muertos y algunos Salmos, no enumera malas acciones que no ha cometido. Al contrario, prescindiendo de los hechos concretos se fija en su actitud profunda y reconoce humildemente, mientras se golpea el pecho: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.  

            En el AT hay dos casos famosos de confesión de la propia culpa: David y Ajab. David reconoce su pecado después del adulterio con Betsabé y de ordenar la muerte de su esposo, Urías. Ajab reconoce su pecado después del asesinato de Nabot. Pero en ambos casos se trata de pecados muy concretos, y también en ambos casos es preciso que intervenga un profeta (Natán o Elías) para que el rey advierta la maldad de sus acciones. El publicano de la parábola muestra una humildad mucho mayor. No dice: “he hecho algo malo”, no necesita que un profeta le abra los ojos; él mismo se reconoce pecador y necesitado de la misericordia divina.

Dios, un juez parcial e injusto

            Al final de la parábola, Dios emite una sentencia desconcertante: el piadoso fariseo es condenado, mientras que el pecador es declarado inocente: Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no.

            ¿Debemos decir, en contra del Catecismo, que “Dios premia a los malos y castiga a los buenos”? ¿O, más bien, que debemos cambiar nuestros conceptos de buenos y malos, y nuestra imagen de Dios?

           

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura

Por el Instituto Bíblico de Roma

AMIGOS

LA AMISTAD SALVA VIDAS




Robin Dunbar

Amigos

Barcelona, Oaidós, 2023

                                            

La amistad –esa grata necesidad que todos experimentamos- es una fuente de salud y un vivero de bienestar que nos exigen el cultivo de destrezas relacionadas con la imaginación, con la reflexión, con la paciencia y que, en la mayoría de los casos, requiere desarrollar habilidades y esfuerzos permanentes. Tener amigos es un anhelo reconocido en las fuentes de nuestras raíces culturales: la Iliada nos cuenta la profundidad de la amistad que une a Aquiles con Patroclo, Aristóteles -en su Ética a Nicómaco- afirma que amistad es necesaria, bella y honrosa, y, en la tradición cristiana, la amistad es la manera de establecer relaciones con Jesús de Nazaret: “a vosotros os llamo amigos” (Juan, 15, 13-15). Casi todos pensamos que, para ganar y para conservar a los amigos, son suficientes las experiencias y, por eso quizás, a veces no tenemos en cuenta las teorías de los psicólogos, los sociólogos, los antropólogos y los médicos, extraídas de sus estudios científicos y de sus experiencias clínicas. En mi opinión, la teoría y la práctica son dos vías convergentes de aprendizaje porque nos proporcionan enseñanzas complementarias.

En este ensayo el profesor de Psicología Evolutiva de la Universidad de Oxford, Robin Dunbar, reúne las conclusiones a las que ha llegado tras detallados análisis sobre su importancia y sobre la necesidad de desarrollar algunas destrezas que nos ayuden a defenderla, a mantenerla y a mejorarla. En esta obra, que surgió al estudiar el comportamiento de los animales salvajes, nos explica estrategias para reforzar los vínculos de amistad como, por ejemplo, la risa, las canciones, los bailes, las fiestas o, en general, las celebraciones comunitarias. También extrae enseñanzas prácticas sobre los lenguajes de la amistad y descubre las relaciones entre la amistad y la confianza, ese sentimiento que “se va consolidando con el tiempo a medida en que tenemos más experiencias positivas con una persona”. Nos estimula para que nos preguntemos por qué terminan las amistades y por qué la amistad sigue siendo especialmente importante durante la vejez.

Tras sus análisis del comportamiento del cerebro social, de los diferentes tipos de amistades y de los mecanismos psicológicos, explica el supuesto elemental de que la amistad y la soledad son las dos caras de la misma moneda social, y de que nosotros estamos toda la vida pasando de una a otra. Constata cómo lo que más ha sorprendido a los investigadores durante la última década es que el hecho de tener amigos influye de manera espectacular en la felicidad de las personas y en la salud, en el bienestar e, incluso, en la longevidad. Permítanme que les confiese mi convicción de que los amigos salvan vidas porque, efectivamente, pensar que no son necesarios es ya asumir una condena. Estoy convencido de que los lectores que reflexionen sobre sus propias experiencias estarán de acuerdo en que la felicidad está ligada a la calidad de las relaciones personales y que ni el éxito social ni el dinero proporcionan tanto bienestar como los buenos amigos y los buenos amores.

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

viernes, 17 de octubre de 2025

DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO - LOS EJEMPLOS DE TRES MUJERES Y...

 

Los ejemplos de tres mujeres… y de tres varones

Domingo 29 Ciclo C

 

El ejemplo de una viuda (Lucas 18, 1-8)

            Los cristianos para los que Lucas escribió su evangelio no estaban muy acostumbrados a rezar, quizá porque la mayoría de ellos eran paganos recién convertidos. Lucas se esforzó en inculcarles la importancia de la oración: les presentó a Isabel, María, los ángeles, Zacarías, Simeón, pronunciando las más diversas formas de alabanza y acción de gracias; y, sobre todo, a Jesús retirándose a solas para rezar en todos los momentos importantes de su vida.

            El comienzo del evangelio de este domingo parece formar parte de la misma tendencia. Sin embargo, el final nos depara una gran sorpresa.

            En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:

            ‒ Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
            En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle:

            ‒ Hazme justicia frente a mi adversario.

            Por algún tiempo se negó, pero después se dijo:

            ‒ Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.

            Y el Señor añadió:

            ‒ Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios…

            Interrumpe la lectura y pregúntate cuál sería el final lógico. Probablemente éste: Pues Dios, ¿no escuchará a los quienes le suplican continuamente, sin desanimarse?

            Sin embargo, no es así como termina la parábola de Jesús, sino con estas palabras:

            Pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar.

            El acento se ha desplazado al tema de la justicia, a una comunidad angustiada que pide a Dios que la salve. No se trata de pedir cualquier cosa, aunque sea buena, ni de alabar o agradecer. Es la oración que se realiza en medio de una crisis muy grave. Recordemos que Lucas escribe su evangelio entre los años 80-90 del siglo I. El año 81 sube al trono Domiciano, que persigue cruelmente a los cristianos y promulga la siguiente ley: “Que ningún cristiano, una vez traído ante un tribunal, quede exento de castigo si no renuncia a su religión”.

            En este contexto de angustia y persecución se explica muy bien que la comunidad grite a Dios día y noche, y que la parábola prometa que Dios le hará justicia frente a las injusticias de sus perseguidores.

            Sin embargo, Lucas termina con una frase desconcertante: «Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?». En medio de las dificultades y persecuciones, un desafío: que nuestra fe no se limite a cinco minutos o a un comentario, sino que nos impulse a clamar a Dios día y noche.

Los ejemplos de una abuela y de una madre (2 Timoteo 3,14-4,2)

            “Desde niño conoces la Sagrada Escritura”, dice Pablo a su querido discípulo y compañero Timoteo en la segunda lectura de hoy. ¿Quién se la dio a conocer? Lo dice el comienzo de la carta: su abuela, Loide, y su madre, Eunice (2 Tim 1,5). Timoteo es un caso curioso: su padre era pagano; su madre, judía, no circuncida a su hijo (como si hoy día no lo bautizase), pero tanto ella como la abuela instruyen al niño en la Sagrada Escritura. Al pasar los años, quizá por no estar circuncidado, se siente más cerca de los cristianos que de los judíos y tiene excelentes relaciones con las comunidades Iconio y Listra. Estas se lo recomiendan a Pablo y le servirá de compañero durante su segundo viaje misional.

            El texto litúrgico recuerda las ventajas de la Sagrada Escritura, útil para enseñar, reprender, corregir y educar en la virtud. Pero recordemos que su conocimiento no le vino a Timoteo de la sinagoga, sino de su abuela y de su madre. No le podrían proporcionar los conocimientos profundos de un escriba, pero le hicieron enorme bien y a nosotros nos dejan un ejemplo muy digno de imitar.

Querido hermano: Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado; sabiendo de quien lo aprendiste, y que de niño conoces la Sagrada Escritura; ella puede darte la sabiduría que por la fe en Cristo Jesús conduce a la salvación. Toda escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud: así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena.

Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta con toda comprensión y pedagogía. 

El ejemplo de Moisés, Aarón y Jur (Éxodo 17, 8-13

            En comparación con los ejemplos de las mujeres, el de los varones tiene luces y sombras. Los amalecitas, un pueblo nómada, atacaban a menudo a los israelitas durante su peregrinación por el desierto hacia la Tierra Prometida. Pero Moisés no espera que Dios intervenga para salvarlos; ordena a Josué que los ataque. Lo interesante del relato es que mientras Moisés mantiene las manos en alto, en gesto de oración, los israelitas vencen; cuando las baja, son derrotados. ¿Y si se cansa? A los judíos nunca le faltan ideas prácticas para solucionar el problema.

            En aquellos días, Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín. Moisés dijo a Josué:

            ‒ Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón maravilloso de Dios en la mano.

            Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; mientras Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec. Y, como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada.

            Este texto se ha elegido porque va en la misma línea del evangelio: orar siempre sin desanimarse. Pero usar la oración para matar amalecitas no parece una idea muy evangélica.

 

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

ALICIA EN EL PAIS DE LAS IDEAS

 Las cuestiones filosóficas también nos interesan

Roger Pol-Droit

Alicia en el país de las ideas

Barcelona, Ariel, 2025

                                     

De igual manera que las enfermedades que estudian los médicos nos afectan a todos los nosotros, las cuestiones que plantean los filósofos también pueden resultarnos interesantes a quienes deseamos y necesitamos vivir de una manera lo más razonablemente posible.  El pensamiento es esa herramienta indispensable para vivir como seres humanos, para tomar las mejores decisiones en nuestras vidas personales y en nuestras actividades sociales; es un importante motor para colaborar en el cuidado de la naturaleza, en el progreso moral y en la justicia social. Es el instrumento útil para plantear los problemas importantes y para decidir el camino más directo en busca de un progreso y del bienestar realmente humanos.

Estoy de acuerdo con quienes afirman que las cuestiones filosóficas son difíciles de entender, pero me permito advertirles que la razón de esas dificultades reside a veces en el lenguaje “técnico” que los profesionales usan para entenderse entre ellos, pero que los asuntos que ellos tratan son las mismos que a nosotros nos preocupan en la vida diaria. Lo importante es, por lo tanto, que nos los traduzcan usando unas palabras que nosotros entendamos.

Ahí reside, en mi opinión, el valor de esta obra que nos ha escrito el filósofo y escritor francés Roger Pol-Droit a quienes no somos filósofos, pero hacemos preguntas sobre cuestiones realmente interesantes: ¿Cómo vivir?, ¿Qué valores cultivar?, ¿Qué mundo queremos construir? o ¿Cómo podemos ser útiles a la sociedad? 

He llegado a la conclusión de que esta obra, a usted que es filósofo y a usted que no lo es, a usted que es profesor y a usted que es alumno, también les va a resultar interesante y clarificadora.

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

viernes, 10 de octubre de 2025

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO Y FIESTA DE LA VIRGEN DEL PILAR

 

Dos misas, a elegir una

Domingo 28 Ciclo C

 

Este 12 de octubre coinciden la fiesta de la Virgen del Pilar y el Domingo 28 del Tiempo Ordinario. Daré unas ideas breves sobre las lecturas y que cada cual elija la misa que prefiere decir.

VIRGEN DEL PILAR

Las lecturas aluden a tres temas esenciales este día: fiesta, oración, doble piropo.

            Fiesta (1ª lectura: 1 Crónicas,3-4.15-16).

El arca de la alianza era una caja de 1.25 m de largo, 75 cm de ancho y 75 cm de alto. Era el símbolo de la presencia de Dios que había acompañado al pueblo de Israel durante su marcha por el desierto. Tras muchos avatares terminó en Jerusalén, pero al aire libre, sin un lugar apropiado, hasta que David le construye una tienda para cobijarla. Más tarde, Salomón le construirá un templo.

            La lectura recoge el momento en que es trasladada a la tienda preparada por David y la gran fiesta que se celebra con ese motivo. Este ambiente festivo encaja muy bien con el día de hoy en Zaragoza y en otros lugares.

            Oración (2ª lectura: Hechos de los apóstoles 1,12-14)

            Tras la ascensión de Jesús, los apóstoles, algunas mujeres, «María, la madre de Jesús», y sus hermanos se dedican a la oración en Jerusalén. Es la única referencia a María fuera de los evangelios y en la historia de la iglesia primitiva. Lucas la presenta acompañando a la comunidad y a todos nosotros en la oración. El evangelista Juan diría: «Como una madre que acompaña a sus hijos, de acuerdo con el encargo de Jesús».

            Doble piropo (Lucas 11,27-28)

            Este breve episodio es el más simpático y popular del evangelio. Al escuchar a Jesús, una mujer exclama entusiasmada: «¡Bendito sea el vientre que te llevó y los pechos que mamaste!». Entre nosotros habría dicho: «¡Bendita sea la madre que te parió!». Pero la mujer del evangelio sabe que después de parir la mujer sigue cumpliendo una función igual de importante: alimentar. Su deseo de alabar a Jesús le lleva a alabar a su madre.

            Jesús aprovecha la ocasión para enseñar que la verdadera dicha consiste en escuchar y poner en práctica la palabra de Dios. Pero esto no disminuye en nada el elogio de María. Al contrario. Ella dijo desde el primer momento: «Hágase en mí según tu palabra».

 

DOMINGO 28

 

Las lecturas de este domingo son fáciles de entender y animan a ser agradecidos con Dios. La del Antiguo Testamento y el evangelio tienen como protagonistas a personajes muy parecidos: en ambos casos se trata de un extranjero. El primero es sirio, y las relaciones entre sirios e israelitas eran tan malas entonces como ahora. El segundo es samaritano, que es como decir, hoy día, palestino. Para colmo, tanto el sirio como el samaritano están enfermos de lepra.

Naamán el sirio (2 Reyes 5,14-17)

            En aquellos días, Naamán de Siria bajó al Jordán y se bañó siete veces, como había ordenado el profeta Eliseo, y su carne quedó limpia de la lepra, como la de un niño. Volvió con su comitiva y se presentó al profeta, diciendo:

            ‒ Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel. Acepta un regalo de tu servidor.

            Eliseo contestó:

            ‒ ¡Vive Dios, a quien sirvo! No aceptaré nada.

            Y aunque le insistía, lo rehusó. Naamán dijo:

            ‒ Entonces, que a tu servidor le dejen llevar tierra, la carga de un par de mulas; porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses fuera del Señor.

            Con vistas al tema de este domingo, lo importante es la actitud de agradecimiento: primero con el profeta, al que pretende inútilmente hacer un regalo, y luego con Yahvé, el dios de Israel, al que piensa dar culto el resto de su vida. Pero no olvidemos que Naamán es un extranjero, una persona de la que muchos judíos piadosos no podrían esperar nada bueno. Sin embargo, el “malo” es tremendamente agradecido.

Un samaritano anónimo (Lucas 17,11-19)

            Si malo era un sirio, peor, en tiempos de Jesús, era un samaritano. Pero a Lucas le gusta dejarlos en buen lugar.

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:

            ‒ Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.

            Al verlos, les dijo:

            ‒ Id a presentaros a los sacerdotes.

            Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo:

            ‒ ¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?

            Y le dijo:

            ‒ Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

            Este relato refleja mejor que el de Naamán la situación de los leprosos. Viven lejos de la sociedad, tienen que mantenerse a distancia, hablan a gritos. «Jesús, jefe, ten compasión de nosotros». Se encuentran en situación desesperada, y su grito recuerda al que en los salmos se dirige a Dios cuando el orante se siente desfallecer, solo y afligido, en profunda angustia (Sal 6,3; 9,14; 25,16 etc.).

Ante la petición Jesús no hace nada, se limita a ordenarles: «Id a presentaros a los sacerdotes». Y los leprosos, sin que les desaparezca la lepra de inmediato, obedecen a Jesús y se ponen en camino. Un notable acto de fe en la palabra de Jesús, porque la sensación de haberse curado no la tienen hasta más adelante.

Entonces, solo uno vuelve, alabando a Dios por el camino, y se postra rostro en tierra a los pies de Jesús para darle gracias. Pero Jesús no se dirige a él, sino a un auditorio que abarca a todos los presentes, haciendo tres preguntas: ¿No han quedado limpios los diez? Él sabe que sí, aunque los demás no lo sepan. ¿Dónde están los otros nueve? ¿Solo este extranjero ha vuelto a dar gloria a Dios? Algo evidente, aunque nadie sabe que es extranjero. Cabe una objeción: este samaritano dio gloria a Dios en cuanto advirtió que estaba curado, ¿no habrán hecho lo mismo los demás, aunque no volviesen a dar las gracias a Jesús? Esta pregunta nos hace caer en la cuenta de que no se puede dar gloria a Dios sin dar las gracias a Jesús.

La escena termina con unas palabras que hemos escuchado en otros casos: «Tu fe te ha salvado» (7,50; 8,48; reaparecerá en 18,42). Todos han sido curados, solo uno se ha salvado. Nueve han mejorado su salud, solo uno ha mejorado en su cuerpo y en su espíritu, ha vuelto a dar gloria a Dios.

Examen de conciencia

            ¿Dónde me sitúo? ¿Entre los “buenos” poco agradecidos, o entre los “malos” agradecidos?       

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

EROS DANZA - ISABEL CORRALES MARTÍNEZ

 Las resonancias emocionales de unos gestos expresivos

Isabel Canales

Eros Danza

Jerez de la Frontera. Torrejoyanca. PIC, 2025

                                              

Este relato que -como revela el título- es erótico, prolonga la corta senda trazada por escritoras de diferentes lenguas, todas contemporáneas nuestras, en la exploración literaria de la sexualidad. Aunque con sellos propios determinados por sus peculiares estilos, estas obras de creación y de recreación femeninas guardan entre sí algunas analogías que marcan distancias con los textos elaborados por hombres.

Lo primero que nos llama la atención de este relato de ficción es la habilidad con las que Isabel Canales identifica las resonancias emocionales de unos comportamientos interpretados y vividos como gestos profundamente expresivos. A pesar de las apariencias y de las “lecturas” superficiales de muchos comentarios sobre este género literario, ella nos muestra cómo los diferentes sentidos –la vista, el olfato, el gusto, el oído y el tacto- confluyen para generar unos ecos de aprobación en cualquier parte de la piel o en cualquier rincón del organismo. Justamente estas vibraciones son las que explican la valoración psicológica -¿espiritual?- de unos comportamientos que, lo menos que podemos decir, es que no siempre son frívolos, superficiales o insignificantes, sino compatibles con la seriedad, por ejemplo, de aquella señora que, tras haber estado “disfrutando” durante su viaje en metro, en cuestión de minutos, “se transforma en una profesional competente, en esa mujer seria y distante que todos conocen, y que siempre está dispuesta para la tarea y lista para opinar”.

En los sucesivos relatos advertimos una gama escalonada de diferentes y, a veces opuestas interpretaciones de las actitudes y de las conductas femeninas determinadas por sus respectivos perfiles psicológicos –no olvidemos que la autora es doctora en Psicología- que ella explora en los deseos de conexión emocional y, sobre todo, en sus análisis de los diferentes niveles de la intimidad y en los espacios interiores vulnerables que desarrollan unos vínculos incontrolables.

Aunque ella los describe a veces con detalle, muestra cómo el placer femenino no se reduce a las resonancias físicas o genitales, sino que, también y, sobre todo, descubre la riqueza sensorial, simbólica y emocional, por eso, desafiando los estereotipos, explora los deseos no normativos examinados mediante una mirada “empoderadora”. Parte del supuesto de que el erotismo no sólo consiste, como muchos proclaman, en la fascinación ante el cuerpo ni, exclusivamente, en la actividad de los sentidos, sino que es un juego aparentemente improductivo en el que también intervienen la imaginación y las emociones.

 

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

viernes, 3 de octubre de 2025

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO - FALTA DE FE Y EXCESO DE PRESUNCIÓN

 

Falta de fe y exceso de presunción

Domingo 27 Ciclo C

 

Después de la parábola del rico y Lázaro, leída el domingo pasado, Lucas empalma cuatro enseñanzas de Jesús a propósito del escándalo, el perdón, la fe y la humildad. Son frases muy breves, sin aparente relación entre ellas, pronunciadas por Jesús en distintos momentos. De esas cuatro enseñanzas, el evangelio de este domingo ha seleccionado solo las dos últimas, sobre la fe y la humildad (Lucas 17,5-10).

Menos fe que un ateo

En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor:

            ‒ Auméntanos la fe.

El Señor contestó:

            ‒ Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa montaña: «Arráncate de raíz y plántate en el mar». Y os obedecería.

            El evangelio de Mateo cuenta algo parecido: un padre trae a su hijo, que sufre ataques de epilepsia, para que lo curen los apóstoles. Ellos no lo consiguen. Aparece Jesús, y lo cura de inmediato. Los apóstoles, admirados, le preguntan por qué ellos no han sido capaces de curarlo. Y Jesús les responde: “Por vuestra poca fe. Si tuvierais fe como un grano de mostaza…”

            Lucas ofrece un enfoque distinto, más irónico y malicioso. En su evangelio los apóstoles no buscan la explicación a un fracaso, sino que formulan una petición: “Auméntanos la fe”.

            ¿Qué piden los apóstoles? ¿Qué idea tienen de la fe? Ya que no eran grandes teólogos, ni habían estudiado nuestro catecismo, su preocupación no se centra en el Credo ni en un conjunto de verdades. Si leemos el evangelio de Lucas desde el comienzo hasta el momento en el que los apóstoles formulan su petición, encontramos cuatro episodios en los que se habla de la fe:

ü  Jesús, viendo la fe de cuatro personas que le llevan a un paralítico, lo perdona y lo cura        (5,20).

ü  Cuando un centurión le pide a Jesús que cure a su criado, diciendo que le basta pronunciar una palabra para que quede sano, Jesús se admira y dice que nunca ha visto una fe tan grande, ni siquiera en Israel (7,9).

ü  A la prostituta que llora a sus pies, le dice: “Tu fe te ha salvado” (7,50).

ü  A la mujer con flujo de sangre: “Hija, tu fe te ha salvado” (8,48).

            En todos estos casos, la fe se relaciona con el poder milagroso de Jesús. La persona que tiene fe es la que cree que Jesús puede curarla o curar a otro.

            Pero la actitud de los apóstoles no es la de estas personas. Cuando una tempestad amenaza con hundir la barca en el lago, no confían en el poder de Jesús y piensan que morirán ahogados. Y Jesús les reprocha: “¿Dónde está vuestra fe?” (8,25). La petición del evangelio de hoy, “auméntanos la fe”, empalmaría muy bien con ese episodio de la tempestad calmada: “tenemos poca fe, haz que creamos más en ti”. Pero Jesús, como en otras ocasiones, responde de forma irónica y desconcertante: “Vuestra fe no llega ni al tamaño de un grano de mostaza”.

            ¿Qué puede motivar una respuesta tan dura a una petición tan buena? El texto no lo dice. Pero podemos aventurar una idea: lo que pretende Lucas es dar un severo toque de atención a los responsables de las comunidades cristianas. La historia demuestra que muchas veces los papas, obispos, sacerdotes y religiosos/as nos consideramos por encima del resto del pueblo de Dios, como las verdaderas personas de fe y los modelos a imitar. No sería raro que esto mismo ocurriese en la iglesia antigua, y Lucas nos recuerda las palabras de Jesús: “No presumáis de fe, no tenéis ni un gramo de ella”.

Ni las gracias ni propina

            En línea parecida iría la enseñanza sobre la humildad. El apóstol, el misionero, los responsables de las comunidades, pueden sufrir la tentación de pensar que hacen algo grande, excepcional; algunos pueden pensar que merecen ser recompensados con un episcopado o un cardenalato. Jesús vuelve a echarles un jarro de agua fría.

Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa»? ¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú»? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer».

            La parábola es de una ironía sutil. Al principio, el lector u oyente se siente un gran propietario, que dispone de criados a los que puede dar órdenes. Al final, le dicen que el propietario es Dios, y él un pobre siervo, que se limita a hacer lo que le mandan. Si fuese un camarero, no debería esperar que le diesen las gracias ni propina. Un lenguaje duro, hiriente, muy típico del que usa Jesús con sus discípulos.

¿Dios no lee el periódico ni ve el telediario? (Hab 1,2-3; 2, 2-4)

            Basta recordar lo ocurrido esta semana para preguntarse si a Dios le preocupa lo que nos ocurre. Gaza, Ucrania, Yemen, tifón en Hong Kong, inundaciones destructoras en el norte de Italia y sur de Francia, narcotráfico…

            El profeta Habacuc, en el siglo VII-VI a.C. se planteó este problema, pero centrándose en la tragedia producida por las invasiones sucesivas de los grandes imperios: Asiria, Egipto y Babilonia. El profeta comienza quejándose a Dios. El profeta comienza quejándose a Dios.

¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que escuches?

¿Te gritaré “violencia” sin que salves?

¿Por qué me haces ver desgracias,

me muestras trabajos, violencias y catástrofes,

surgen luchas, se alzan contiendas? 

No comprende que contemple impasible las desgracias de su tiempo, la opresión del faraón y de su marioneta, el rey Joaquín. Y el Señor le responde que piensa castigar a los opresores egipcios mediante otro imperio, el babilonio (1,5-8). Pero esta respuesta de Dios es insatisfactoria: al cabo de poco tiempo, los babilonios resultan tan déspotas y crueles como los asirios y los egipcios. Y el profeta se queja de nuevo a Dios: le duele la alegría con la que el nuevo imperio se apodera de las naciones y mata pueblos sin compasión. No comprende que Dios «contemple en silencio a los traidores, al culpable que devora al inocente». Y así, en actitud vigilante, espera una nueva respuesta de Dios.

El Señor me respondió así: 

«Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido. 

La visión espera su momento, se acerca su término y no fallará;

si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. 

El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe.»

La visión que llegará sin retrasarse es la de la destrucción de Babilonia, el injusto que será castigado por Dios. El justo es el pueblo judío y todos los que confíen en la acción salvadora del Señor. El mensaje de Habacuc es un grito de esperanza y de fe en un futuro mejor. Aunque hoy día, más que al pueblo judíos, habría que dirigírselo a los de Gaza, Ucrania, Yemen…

Este tema no tiene relación con la petición de los discípulos. Pero las palabras finales, “el justo vivirá por su fe”, tuvieron mucha importancia para san Pablo, que las relacionó con la fe en Jesús. Este puede ser el punto de contacto con el evangelio. Porque, aunque nuestra fe no llegue al grano de mostaza ni esperemos cambiar montañas de sitio, esa pizca de fe en Jesús nos da la vida, y es bueno seguir pidiendo: “auméntanos la fe”.

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

El tiempo que hará...