Agradecer en primer lugar las amables palabras de presentación de la Hermana Ana María, generosa en sus elogios como lo es toda esta comunidad.
La verdad es que cuando la Hermana Ana María me invitó a participar en esta charla no le pude dar ninguna excusa para no estar aquí hoy, y no porque pretenciosamente lo pueda hacer mejor o peor, que eso sinceramente no me preocupa tanto, porque ustedes no me van a examinar, sino porque yo creo que cómo le niega uno a este Beaterio una insignificancia como esta cuando esta comunidad tiene sus puertas y su corazón abierto a todos los alcalaínos.
Pero es que además venir al Beaterio para mí es siempre motivo de satisfacción, porque es como volver a mis primeros recuerdos, a mis recuerdos de siempre porque con mayor o menor intervalo de tiempo, por una u otra razón he venido con frecuencia. Recorrer sus patios o su cerca o algunas de sus dependencias aunque se hayan mejorado muchísimo siempre para mí es lo mismo, porque el espíritu es el mismo, el amor que aromatiza esta estancia es siempre el mismo.
Por eso os agradezco vuestra invitación.
Este agradecimiento lo hago extensivo a la presidenta de la Asociación de madres/padres Ana María Gallego y a cuantos de uno u otra forma y de manera desinteresada dedican parte de su tiempo y ponen sus inquietudes al servicio de esta comunidad para provecho de nuestros hijos. No he tenido la oportunidad de decirlo públicamente pero ahora que tengo la oportunidad lo hago.
Y gracias también a ustedes por acudir esta noche a compartir esta charla.
Yo quiero deciros que no hay ninguna intención por mi parte en hacer una exposición del tema que nos trae hoy aquí sentando cátedra. Ni soy la única ni por supuesto la más autorizada para hablar de estos temas. En absoluto, lo que pretendo es exponer el recorrido de unos de los pilares que configuran la esencia de esta institución intentando ahondar en el espíritu de su Fundador, deducido a través de la obra de las hermanas, de las maestras, de las antiguas alumnas/os, y del espíritu de su letra según rezan las constituciones. Pero el papel es noble y sobre él se escribe lo que uno quiere. Lo difícil es seguir el guión. Y lo difícil es que ese guión lo sigan quienes le sucedan, sin apartarse del espíritu de la letra. Después de más de doscientos años eso representa dos cosas:
1. La fidelidad a la idea de D. Diego.
2. Pero sobre todo la actualidad permanente de su obra, de su mensaje educativo, que es en el punto y tema en el que me voy a centrar.
Ustedes saben que el Beaterio se asienta sobre tres pilares entrecruzados:
Las Hermanas
Atención a las ancianas
La educación
Y todo esto forma una aureola que envuelve nuestro pueblo, dándole un carácter especial, porque yo soy de los que creen que Alcalá sin el Beaterio no sería lo mismo.
Cualquiera de esos temas son de por sí ejemplos de compromiso, abnegación y espíritu cristiano, basados en el sacrificio y en la entrega a los demás.
El que más cerca de los tres me toca es el de la educación, aunque he podido comprobar personalmente, in situ, la atención a las ancianas, vivida a través de un familiar que pasó los últimos días de su vida aquí, y por supuesto todos conocemos la reserva espiritual que representa este Beaterio.
Yo, y a lo mejor mucho de ustedes no lo saben, no tenéis porqué saberlo, inicié mis primeros estudios aquí, en el Beaterio, con dos años y aquí aprendí a leer y a escribir de la mano de la Hermana María de la Paz.
Hace cuatro años elegí este centro para que fuera el colegio de mis hijas. No me he arrepentido yo y estoy seguro que ellas al menos me lo van a reconocer el día de mañana.
Por eso quiero dejar claro desde el principio que soy un enamorado del Beaterio porque soy un enamorado de la obra de don Diego de Viera.
Pero comencemos, como todas las cosas, por el principio y remontémosno pues a los antecedentes históricos y al Alcalá del Siglo XVIII.
Ustedes saben que el Siglo XVIII comienza en España con el problema sucesorio planteado tras la muerte de Carlos II sin descendencia directa. Se abre en España una guerra sucesoria entre Austria y Borbones que termina decantándose en el Tratado de Utrech a favor de Felipe V de Anjou, y en consecuencia a favor de la Casa de Borbón.
La llegada de los Borbones a España coincide con el desarrollo a nivel europeo de un movimiento que impactó en la sociedad y que se conoce como la Ilustración que preconizaba la exaltación de la razón frente al principio de la autoridad y la revelación.
Sin embargo mientras en Francia fue un siglo revolucionario en España los ilustrados tuvieron un carácter moderado, respetándose la tradición, el poder real y la religión.
Sin embargo se afrontaron numerosas actuaciones que reformaron algunos aspectos sin socavar los cimientos del antiguo régimen. Nos obstante las reformas cambiaron en un siglo una España arruinada por una España más próspera a fines del Siglo XVIII. Se había recuperado la hacienda, se habían abolidos privilegios y abusos, se había reorganizado la administración, se había favorecido la repoblación y aumentado de seis a once los millones de habitantes. Pero sobre todo se zarandeó bastante, al calor de los inventos y de las nuevas ideas, la actitud de mucho que materializaron sus obras. El Siglo XVIII no es sólo un siglo de inventos es un siglo donde se ponen en práctica muchos inventos e ideas. El sentido práctico, el sentido de “hacer” de actuar. No conformarse con quedarse en la crítica, en la denuncia, sino comprometerse con la puesta en marcha de los proyectos.
¿Todo eso como se vive en Alcalá?
Alcalá pertenecía desde 1623 (hasta 1840) a la Casa Señorial de Medinaceli, cuando Felipe V (el primer Borbón) incorpora por decreto los señoríos a la Corona, el duque tendrá que acudir a un Privilegio real para conservar Alcalá en 1721, pero el duque tendrá que pagar Valimiento a Hacienda. Alcalá se vio obligado a vender algunas fincas: Las Cobatillas, La Palmosa y Cermeño en 1749.
Según el Catastro de Ensenada (27 de Junio de 1752) Alcalá tenía:
Una población de 1.200 vecinos, 4.800 habitantes.
Casas: 800 habitables y 9 arruinadas.
Actividades económicas – Tiende al autoabastecimiento.
- Agricultura: 30.000 fanegas.
- Cultivos: Trigo, cebada, habas, garbanzos, alberjones, saynas, hortalizas, vino, aceite, miel, lana, frutas y naranjas agrias.
- Ganadería: Vacuno, cabrío, ovino, caballar, asnal y porcino.
- Apicultura: 750 colmenas.
Dos molinos de aceite.
Veintiún molinos harineros.
Varias tiendas de comestibles y de surtidos de telas.
Se tendía básicamente a la transformación de los productos naturales sin mucha elaboración, constituyendo una actividad artesanal destinada al mercado local o a lo sumo regional.
Había dos fuentes medicinales: La Hedionda para enfermedades cutáneas y otra cerca de la villa para diarreas. (Importante para prevenir epidemias...)
Existían canteras de cal y yeso, de mármol y jaspe de todos los colores, de ruedas de molino en Peña Arpada, junto con los hornos de cocer ladrillos, tejas, cántaros, y loza basta, además de labrar madera para todos los oficios de la labor.
Había también una fábrica de jabón blando y duro, otra de cera...
Se alumbró en 1778 el Pozo Arriba que se sumó al de Abajo (avabe). Luego en 1842 se alumbraría el de Enmedio. Fuente Salada, Fuente La Sierra, los numerosos pozos y aljibes en casas y patios daban agua potable a la población.
En el orden religioso el templo principal era lógicamente la Parroquia, con un importante cuerpo de Beneficiados. En ella se realizan numerosas obras como:
- La Puerta de San Juan – 1739 que coincide con donación a los hermanos de la Virgen de los Santos de una Bula de Gracia e Indulgencia en la que se señalan las cuatro Romerías que hoy se celebran aunque la Romería de Septiembre es la más importante.
- El terremoto de 1755 en Lisboa obligó a una gran labor de Restauración de la Parroquia:
1. Altar mayor.
2. Altar de la Merced.
3. Altar de la Inmaculada.
4. Capilla de Ánimas.
5. Sagrario actual.
6. Se acabó el órgano.
El terremoto también afectó al Convento de Santo Domingo.
- Aparte de la Parroquia había seis iglesias más:
- Soledad.
- San José.
- San Vicente.
- San Sebastián.
- San Antonio.
- Nuestra Señora de los Santos.
- Tres conventos:
- Mínimos de la Victoria.
- Santo Domingo.
- Santa Clara.
- Había un hospital, el de la Misericordia, (varones) desde el Siglo XVI, al que se le une en 1793 el del Beaterio.
En los primeros meses de 1781 se celebró la revisión del Beato Diego de Cádiz. Estuvo predicando unas misiones populares. Lógicamente Viera y el Beato Diego debieron de tratarse.
No faltaron los problemas a nivel religioso e institucional como:
- El incidente entre dominicos y el Guión de la Vera Cruz fruto del celo religioso de aquella época, o
- El conflicto entre el Ayuntamiento y el Clero en las traídas de la Virgen de los Santos (1773), fruto también de ese sentido general de capitalizar el fervor hacia la Virgen, último reducto al que acudir en un mundo donde los hombres y las epidemias hacían del vivir diario una odisea.
Del hambre, las guerras y la peste líbranos Señor.
Por supuesto que al Siglo XVIII pertenece la más genuina expresión del baile alcalaíno: El gazpacho.
Todos conocemos la letra:
El gazpacho de Alcalá
es del siglo XVIII
y a todo el mundo le gusta
cuando lo suele probar.
El desarrollo de todos los procesos de cambios culminan con la fecundación de dos instituciones que son coetáneas:
- La Sociedad Amigos del País, y
- El Beaterio.
La primera, la Sociedad Amigos del País en su versión alcalaína se funda definitivamente el 18 de octubre de 1788, pero desde 1785 tramitaba su solicitud de aprobación, y de alguna manera ya había empezado a funcionar.
Tenía como objetivo el desarrollo económico y cultural de los pueblos. Abogaba por fomentar abonos y fertilizantes para la agricultura, la cría del ganado, principalmente el vacuno que había sido la riqueza del siglo XVII, la producción de quesos de ovejas y vacas, que hasta el momento no se había hecho en Alcalá. Proponía también ocupar los terrenos sin cultivar y dedicarlos a olivar y viñas que faltaban, repoblar de bellotas y frutales, y potenciar el lino y la oveja merina.
En el orden social preconizaba el fomento de las artes, las industrias, sobre todo de las mujeres y niñas.
Bajo la batuta del Obispo don José Escalzo que fue su director se inscribieron como socios Viera, López Becerra y Juan Delgado, el triunvirato que bajo la inspiración de don Diego haría levantarse en Alcalá la obra de este Beaterio.
En este siglo, y ahora, se introduce como producciones desde América, el tomate, el nopal, la judía, la chumbera y la pita americana y desde Sanlúcar de Barrameda se introduce la patata a finales del Siglo.
La segunda institución es el Beaterio.
El 12 de abril de 1788 es la gran fecha de la fundación de Viera; la jornada en la que oficialmente se bendijo la obra y con ella, su inauguración oficial. El Hospital: 8 modestas camas. A su cuidado primero tres mujeres beatas, pues vivían juntas y consagradas por meros lazos espirituales internos. Mujeres que se ofrecieron a entrar para “asistir a las enfermas” y para “el mayor bien espiritual y temporal de este pueblo.”
El título “Hospital del Amor de Dios.”
No creo que haya título más sugerente.
Este hospital después de más de 200 años continúa en Alcalá, transformado en Residencia de Mujeres.
Requeriría extenderse amplísimamente en la obra e importancia que las hermanas realizan en él, pero hoy no corresponde eso y por tanto para no hacerlo bien, como se merece, mejor dejarlo para otra ocasión.
Sin embargo, no perdamos nunca de nuestro conocimiento que esa fue la idea primitiva de Viera, que luego fue ampliando sucesivamente.
Así mientras atiende don Diego de Viera con decisión a su Hospital, simultaneando su tiempo y trabajo con los deberes parroquiales, admite y desarrolla conscientemente la idea de crear un colegio y dar forma definitiva a la Fundación.
Ya incluso a poco de comenzar el Hospital las primeras beatas se dedicaban a enseñar a algunas niñas que solían concurrir al mismo Hospital.
¿Cuál era la situación educativa de Alcalá en esos momentos?
¿Cuál era la situación de la educación en Alcalá en esos momentos?
Trasladando un poco la nomenclatura de las escuelas de aquella época podemos decir que existían tres modelos de Escuelas:
La pública.
La privada concertada. Todas con un elemento común que eran gratuitas.
La privada.
Dentro de las privadas en el sentido de que se mantenía con las donaciones del monasterio, estaba la que se encontraba en Santo Domingo. Era una escuela gratuita que se mantenía con las ventas de algunas tierras. Tuvo una gran Biblioteca que desgraciadamente desapareció en la Guerra de la Independencia.
También se consigna en torno a 1730 una particular sin ayuda de costa que montó Gabriel Ramírez.
Después dentro de las privadas concertadas estaban las que existían en:
La Ermita de San José.
La de los mínimos.
La de los mínimos se impartía en el Monasterio de Mínimos en lo que hoy se conoce como la Victoria. Su fundador (1585) Alonso Cárdeno estableció una enseñanza gratuita.
Se impartía fundamentalmente gramática latina.
La escuela primitiva de los Mínimos se amplió a mediado del Siglo XVIII con otra fundación. En este caso de Pedro Gutiérrez, natural de Alcalá, que donó un molino de pan en la Ribera de Patrite que él había construido para ampliar la enseñanza a las primeras letras y gramática castellana.
Las primeras letras eran: Leer, escribir, contar y la doctrina cristiana.
Decimos que eran concertadas, o subvencionadas en la terminología actual porque el Cabildo ayudaba a estas escuelas de los Mínimos con una cantidad que no siempre pagaba puntualmente (hasta 4 años).
En la Ermita de San José existía también otra escuela, acaso complementaria de la anterior.
Dentro de las que podíamos llamar públicas, porque eran costeadas por el cabildo, existían dos:
- Una de varones, de primeros rudimentos, primeras letras, que dirigía, por los tiempos de Viera, Agustín Infante.
- Había otra de niñas, la única, gratuita, que prácticamente está en vías de desaparecer, pues hay constancia de que la Sociedad Amigos del País solicita que no se cierre. Sin embargo la escuela se cerró.
Existían lógicamente algunas “Amigas” en la calle de su nombre (hoy Juan María de Castro).
Pero una localidad como Alcalá donde existía un alto porcentaje de población que vivía en el campo ha sido necesario, como prácticamente en toda Andalucía, el maestro de campo, el maestro cortijero, de estampa rústica, que vagaban de un lado para otro iniciando a niños y adultos en las primeras letras, cálculos y preces. Eran maestros con “espíritu misionero, que desempeñaban su labor en escuelas fantasmas”, entreabiertas. Eran maestros que carecían de títulos, al que incluso le costaba leer y escribir medianamente bien y que solía compaginar la maestría con el oficio de barbero, con la caza. La miseria se manifestaba con crueldad en estos “enseñaores y misioneros, domines y socráticos, místicos y filántropos.
No conocemos planes de estudios, ni metodología de la enseñanza de la época. Pero no podría diferir mucho en lo formal, de los habituales y oficiales de la época. Era este:
Todos los cursos serían de seis horas, tres por la mañana y tres por la tarde. El sistema de enseñanza incidía en aspectos religiosos y puramente culturales.
En cuanto a las materias, los niños tenían que aprender a dibujar, leer, escribir y contar. Se insistía en que adquirieran conocimientos paleográficos, aprendiendo “letra antigua y muy difícil para que nunca falte quien sepa leerlas.”
Los sábados se dedicarían a la enseñanza de la doctrina cristiana y se recomendaba a los maestros que tuvieran especial cuidado en inculcar a los niños las máximas de política, obediencia y buenas costumbres, las cuales, el titular de la escuela, tendría que enseñar no sólo de viva voz, sino, lo que era mucho más convincente, predicando con su ejemplo.
Evidentemente en este ambiente:
- Hospital de Varones: funda un Hospital para mujeres.
- Escuela de Varones: Viera va a sentir la imperiosa necesidad de fundar una escuela para las niñas.
Viera amplía por tanto su idea inicial de fundar un Hospital con la de fundar también una Escuela.
Ahora nos parece que fundar una Institución donde se conjunten las funciones hospitalarias y docentes no es tan novedoso, sin duda, porque después se han fundado muchas. Pero en los tiempos de Viera no se conocían aún las “Hijas de la Caridad.”
Por tanto Viera debió de debatirse en muchas disquisiciones personales, no porque no lo viera necesario sino porque una cosa pudiera poner en peligro la otra.
Pero Viera era un hombre empapado del espíritu ilustrado en su versión española. Hemos dicho que perteneció a la Sociedad Amigos del País y hermanadas a ellas nacieron la Juntas de Damas, fundadas unas y otras para fomentar la producción y la cultura.
Son muchas las supuestas causas que pueden esgrimirse para que Viera se decidiera a fundar una escuela también. Sin lugar a duda una de ella fue la necesidad. Hacía falta una escuela donde instruir a las niñas, sobre todo a las más necesitadas, carentes del mínimo recurso para poder recibir alguna instrucción.
Por eso cuando con fecha 20 de julio de 1789 recibe la aprobación por parte de la Autoridad de la Iglesia para el establecimiento de su “Obra Pía”, en el Proemio 2º de las Constituciones podía leerse: “El Instituto que se ha de observar en el Beaterio de Jesús, María y José, ha de ser la asistencia a pobres enfermas..., y la enseñanza gratuita de niñas... Este Instituto se ha de guardar siempre tan inviolablemente en esta Casa, que por ningún acontecimiento se puede alterar.”
Pero a Viera se le plantea ahora un nuevo problema, las habitaciones de las Beatas, el Hospital y la Escuela, no caben en el antiguo aposento. Se planteó y así lo hizo, trasladar toda la obra y fundar un Beaterio con el título de Jesús, María y José en unas casas de su propiedad, junto a la Parroquia, es decir aquí mismo. Obtuvo la licencia para ello el 29 de junio de 1789.
En las Constituciones de Viera, en la Parte Tercera, Capítulo Primero se recoge lo relativo a las Escuelas y a los Métodos de la Enseñanza.
Las niñas que han de venir a la Escuela serán lo menos de cuatro años, no tendrán enfermedad contagiosa. Serán enseñados en la doctrina Cristiana, virtudes y buenas obras, urbanidad y cortesía, y buenos modos de hablar según la Lengua Castellana, inclinándolas al uso de los trajes honestos, oración mental y vocal, presencia y Amor de Dios aborrecimiento del pecado y frecuencia de Sacramentos, enseñándoles el modo de hacer examen de conciencia, y de disponerse para recibirlos con fruto. Críenlas en la devoción de María Santísima y de su Esposo San José, aficionándolas al Rosario, al Santo Sacrificio de la Misa, y a asistir al templo y divinos oficios. Aféenlas los bailes, pasatiempos, concursos profanos y juegos indecentes. Finalmente, han de enseñarlas a leer, escribir y bordar y todo género de labor de manos. El tiempo que vendrán las niñas a recibir esta enseñanza será todos los días del año, excepto los festivos, entendiéndose en éstos aun aquellos en que solamente hay obligación de oír Misa, y el día en que se elige la Hermana Mayor y la mañana o tarde en que suceda estar presente el Santísimo Sacramento en la Iglesia de esta Casa; también desde la víspera de Pascua de Navidad hasta pasado Reyes, desde el Sábado de Ramos hasta pasado resurrección, y el día en que entre o profese alguna hermana. Todos los días se han de gastar cinco horas en mañana y tarde para esta enseñanza. La Hermana Mayor mudará las horas según convengan atendida la diversidad de tiempos. Las Maestras cuidarán que no entren en la escuela hombres algunos, ni mujeres si no es doncellas viniendo a aprender alguna cosa. Para principiar el ejercicio de la escuela se rezará por las Maestras y Niñas alguna oración que sea breve, para no ocupar con rezos prolijos la atención de las niñas, dándoles lugar para su labor. Les enseñaran la Doctrina Cristiana por el Catecismo más usual y no por varios a un tiempo, para no causarles confusión. Habrá tres clases de niñas, o tres divisiones: para aprovechadas, medianas y mínimas. En la división de las medianas se pondrán interpoladas algunas de las aprovechadas, y de estas mismas o de las medianas se pondrán entre las mínimas, para que ayuden a las Maestras a lo menos en el tiempo que repasan las lecciones. Haya dos pequeños bancos uno de la Victoria para las más cuidadosas, y otro de la Penitencia para las descuidadas. La hermana Mayor reconocerá de mes en mes el adelantamiento de cada una, así en la labor como en la doctrina, para que las mude de una división a otra, según la diferencia de adelantamiento; las examinará vituperando su desidia si han adelantado poco en el mes antecedente. Todas las tardes, mientras dura el ejercicio de Labor, guardando silencio todas, leerá alguna el Catecismo Romano, y otro libro doctrinal, y al tiempo de preguntarles la doctrina, verán las Maestras si han atendido o no a lo que se ha leído, especialmente la más adelantada. Cuando una enmiende a otra de orden de la Maestra, rezará la que erró un Ave María. Del mismo modo se les castigarán los demás defectos, haciéndoles rezar en penitencia alguna cosa, postrándolas por algún tiempo de rodillas, u otros semejantes castigos, que sin hacer mal al cuerpo aprovechen a sus espíritus. Aféenles toda culpa y corríjanlas con caridad, más si el yerro fuere grave les darán mayores castigos.
CAPÍTULO SEGUNDO
DE LAS NIÑAS PUPILAS
La Hermana Mayor, que es quien ha de dar licencia para la entrada de estas niñas, tomará parecer de las consiliarias, teniendo cuidado de no admitir a las que no sean convenientes por tener enfermedad contagiosa, ser de menos edad que de cinco años cumplidos, o de tan cortos talentos que se juzgue ser en vano el admitirla. Han de pagar sus alimentos y traerán vestido y cama, todo lo cual será de su cargo por el tiempo que vivan en la Casa. El traje que han de vestir será a gusto de sus padres, pero honesto sin profanidad. No se les permitirá dormir en una cama dos o tres juntas y la Maestra de Pupilas
Don Diego de Viera fallece en octubre de 1800 víctima de la epidemia de fiebre amarilla. Se cumple pues ahora el 200 aniversario de su muerte.
La enfermedad se había declarado en Cádiz, en el Barrio de Santa María, en el mes de agosto, y desde la capital se va extendiendo rápidamente de pueblo en pueblo.
Hasta septiembre no se declara en Alcalá el estado oficial de la epidemia que duró hasta enero siguiente ocasionando 817 muertes. En concreto en octubre, en el mes que murió Viera se produjeron más de 200 fallecimientos.
Es cierto que Viera no padeció con la enfermedad más que los demás que se contagiaron, pero no es menos cierto que Viera podía haberlo evitado. Podía haberse marchado a tierras de su propiedad en el campo y haberse alejado del contagio. Pero rehusó apartarse de su pueblo precisamente en un momento de gran necesidad. Ayudó incansablemente junto con el cuerpo parroquial y los monjes mínimos y dominicos hasta que materialmente pudo seguir de pie.
Su cuerpo junto a los de tantos alcalaínos por los que se desvivió hasta el último momento fue sepultado en los corrales de la antigua ermita de San Antón, (la Victoria Vieja), donde se habilitaron numerosas zanjas para los difuntos ya que no se daba abasto para enterrar tantos cadáveres.
El Ayuntamiento de Alcalá, ante la gravísima epidemia, hizo un voto a la Virgen de los Santos, solemne y públicamente, en Cabildo de 13 de noviembre de 1800 de: “Ayunar perpetuamente todos los sábados y vísperas del Dulce Nombre de María, y comer de vigilia, obligándose a ello este ayuntamiento ahora y siempre perpetuamente.
A partir de la muerte de Viera el Beaterio pasa su primera prueba de fuego. Hay que empezar a caminar solo. Las hermanas tienen que asumir plenamente sus responsabilidades. ¿Ya no hay quien las dirija directamente? Están las Constituciones donde está trazado el camino que hay que seguir, y está la Providencia para iluminarles continuamente ese camino.
Son tiempos muy difíciles políticamente. Los zarpazos de la revolución francesa con sus tendencias laicistas comienzan a penetrar en España a pesar de la censura. Las hermanas se enfrentan al enorme reto de sacar la empresa adelante, de hacerla grande para poderla ofrecer como testimonio de amor a todos.
Las vicisitudes han ido haciendo más firme el caminar y más sólido el camino. Han superado las infinitas leyes educativas hasta llegar a hoy con la solidez de poder presentar una obra educativa, que si Viera levantara la cabeza, le llenaría plenamente de satisfacción.
Y más satisfacción supongo que le produciría ver como aquel granito de arena que él puso en pro de la mujer hoy es una realidad en crecimiento porque cada día la mujer avanza más firmemente hacia los puestos de responsabilidad fruto de una cualificada preparación y de un desproporcionado interés que está superando al hombre en algunos aspectos de la vida.
Fruto de ese enorme esfuerzo la enseñanza en el Beaterio se nos ofrece hoy con unos pilares fuertemente consolidados.
Quizás sean muchos los matices y aspectos que se pueden entresacar de la Educación que aquí se imparte, pero a modo de síntesis y para seguir un mínimo orden metodológico yo me voy a centrar en lo que para mí es fundamental:
- El modelo de enseñanza.
- El método para aprender.
- Los alumnos/as a quienes va dirigida la enseñanza.
- Las maestras/os que la desarrollan.
El primer pilar que puedo yo señalar es el MODELO DE EDUCACIÓN que aquí se imparte: UN MODELO DE EDUCACIÓN EN VALORES.
Permítanme ustedes un comentario particular.
Cuando todas las mañanas entro en el Beaterio para traer a mis hijas, me regreso con la seguridad de que se quedan a buen recaudo. Y no sólo porque van a adquirir los conocimientos que los proyectos curriculares establecen, y que podrían aprender en otros centros, sino que también van a aprender un modelo de vida, que yo no digo que sea el mejor, es el que yo conozco, es el que a mí me enseñaron. Es un modelo de vida cristiano, lleno de valores humanos y espirituales, que van a ir asimilando no como asignatura sino con el testimonio que se da en esta institución con el trabajo diario. Eso no se les va a olvidar nunca, incluso aunque un día ellas lo quisieran dejar aparte. Eso lo van a llevar siempre dentro y le saldrá en los momentos necesarios.
Hoy cuando se habla de falta de valores, sinceramente no creo que no los haya, no creo que no existan. ¡Claro que hay valores! ¡Claro que existen! Lo que ocurre es que en medio de esta marabunta en la que vivimos nos cuesta más trabajo encontrarlos, nos cuesta más trabajo saber donde están. Antes estaban en las casas, en la calle, en las familias, y hemos ido dejando que se vayan de las familias, de las casas, de la calle. Por eso tenemos que salir a buscarlos.
Alcalá tiene la suerte de haberse mantenido dentro de los límites humanos tolerables, tiene instituciones que irradian valores positivos, por tanto sólo nos queda a los que somos un poquito más mayores hacerlo ver a los jóvenes, o por lo menos decirle donde pueden encontrarlos.
Hagamos nosotros propaganda de esos valores y no dejemos que la cizaña vaya creciendo, amordazando a nuestros hijos, mientras nosotros esperamos que otros a quienes llamamos responsables del huerto, nos lo limpie. Nosotros somos capaces de hacerlo, pero debemos hacerlo antes de llegar al límite.
La educación es un camino, el conocimiento, el aprender a discernir, el saber separar la paja del trigo, es una solución. No es la única, pero yo creo que es la que está más al alcance de todos.
Pero si hablamos de valores y educación estamos o tenemos que hablar de una educación en valores.
No me ciega la pasión si parto de la premisa que en este Beaterio se educa en valores, y no me falta el conocimiento cuando afirmo que sin este Beaterio mucho de los valores de este pueblo nuestro o estarían aniquilados aquí o tendríamos mucha dificultad en encontrarlo.
Porque la enseñanza, igual que la vida está llena de cosas pequeñas, aparentemente insignificantes, vulgares, pero ahí está la esencia. Ahí está el auténtico significado, el auténtico valor.
Los seres humanos somos en nuestra composición muy complejos, y hemos hecho de nuestras relaciones humanas una telaraña difícil de entender. Nos resulta hoy infinitamente fácil hablar con un japonés o un argentino a través de Internet. Gastamos dinero, tiempo, recursos en mantener horas de comunicación con personas que no conoceremos nunca y sin embargo estamos separados apenas 25 centímetros del vecino, a través de su tabique y no nos comunicamos con él.
Yo sé que los padres podremos pensar para que sirve barrer o bordar, en un mundo de supercomunicaciones. Eso ¿que aporta? Eso aporta lo que no aporta la máquina. Aporta la humanidad, la relación con los demás, el convivir con compañeros que seguro algunos serán amigos para toda la vida y que incrementará su familia a la que pertenecen o la que formarán el día de mañana.
Aquí todavía se huele a eso. Aquí todavía se canta o se reza mientras se trabaja. Y ese canto y ese rezo es la atmósfera que unifica a toda una clase. No es el silencio, que aísla personalmente a cada niño el que aquí se fomenta, sino la voz colectiva. El trabajo conjunto, la familia. Y eso es un entendimiento permanente. El poema, la lección de Antonio Machado es un ejemplo. Y eso lo siguen manteniendo en esta Institución.
Este modo de enseñanza se basa en la búsqueda de los valores espirituales y colectivos, por encima del valor individual y material. Es un modelo de fraternidad, de compartir según el espíritu cristiano. Por eso priman aquí los actos colectivos. Actos donde en una clase se buscan que participen todos. Vean ustedes si no, las actuaciones del día del Fundador o en Navidad.
Es indudable que en los grupos hay siempre quienes destacan por alguna cualidad. Pero no se exaltan esos valores individualistas.
Evidentemente que en la enseñanza de los contenidos curriculares, en la aplicación de los conceptos, procedimientos y actitudes, ahí hay una consideración y una calificación personal e individual, que no quiere decir individualista, y los alumnos tienen diferentes calificaciones. Pero eso es lo que es cuantificable, lo que nosotros vemos en los boletines de notas, lo otro, los valores, van quedando en el corazón de cada uno como una segunda piel. No se ve pero se siente y se nota, y permanece dando sentido profundo a la idea de la familia.
Porque esa calificación individual es fruto de un trabajo personal. Individual no quiere decir individualista, en su propio provecho, todo lo contrario el alumno/a que destaque hay que apoyarlo, hay que ayudarle, hay que potenciarlo, porque son necesarias las gentes trabajadores y luchadoras, pero aquí se les va haciendo ver que ese don personal tiene que ir encaminado al servicio a los demás, no en su propio provecho.
Ese compromiso con los demás es otro valor inalterable en esta institución. Se trabaja para hacer de los alumnos no sólo hombres y mujeres para el mañana, sino para que sean hoy niños y niñas, después jóvenes, después adultos y sepan entender que la ancianidad no es un lastre, sino una etapa de la vida en la que también se puede ser feliz y creativo. No se usurpa aquí al ser humano ninguna etapa de la vida. Se potencian todas, y se intenta que tengan el fondo espiritual no sólo de conocimiento para ir subiendo la escalera de la vida con el mínimo número de fracasos posibles.
Todo esto no me lo estoy inventando para tener un rato de conversación hoy con ustedes. Es que es lo que representa la educación cristiana, una educación en valores.
Y esto no es así porque yo lo diga, sino que lo digo porque es así.
Pablo VI decía que el cristianismo es hermandad, libertad, igualdad, progreso, deseo de levantar a las clases humildes.
Juan Pablo II apostilla: la cultura es el bien común de cada pueblo, la expresión de la dignidad, la libertad y la creatividad, el testimonio de su camino histórico, una de las graves responsabilidades de la convivencia humana.
Es difícil que una persona que se haya educado en el Beaterio pueda estar sola nunca. Primero porque siempre tendrá un grupo de compañeros/as que de alguna manera será un punto de referencia en su vida.
Segundo porque este Beaterio es punto de referencia para todos/as. Aquí nadie es anónimo. Seguro que cuando vuelva algún día te reconocerán. Se acordarán de ti. Tus problemas serán sus problemas y tus logros y alegrías llenarán de satisfacción a esta comunidad.
Tercero porque todos los que hemos pasado por este Beaterio nunca estaremos huérfanos. Sabemos que formamos una gran familia bajo los auspicios de Jesús, María y José.
Pero todo modelo necesita para su aplicación un MÉTODO. Es muy fácil decir este es el modelo, estos son sus elementos. Pero eso ¿cómo se aprende? ¿Cómo se enseña? Hace falta un método. A veces nos devanamos la cabeza buscando manera y formas para hacer las cosas. Aquí el método es muy fácil. Sólo hay que mirar, sólo hay que observar. Aprender del ejemplo.
Viera sintió la vocación de crear una escuela para niñas, que no estaba en su primitiva idea. Tuvo tiempo para pensarlo. Seamos francos. D. Diego tenía bienes suficientes en ese momento para haber fundado una escuela para niñas y haber hecho una dotación patrimonial para mantenerla independiente. Pero su modelo de educación era un modelo de compromiso. No era enseñar por enseñar. Era enseñar para que se fuera útil a la gran obra de Dios que es el HOMBRE. Por eso unió la escuela al Hospital porque el método para “aprender valores” es el servicio a los demás.
Este Beaterio es un ejemplo de servicio a Dios, a través del servicio a los más necesitados. Pero de los más necesitados no solo de bienes materiales sino de comprensión, cariño y amor.
El método es pues el testimonio de servicio de las Hermanas. Un testimonio de servicio que se extiende a la comunidad de profesores, que chupan esa savia, que se impregnan de ella, porque es fácil contagiarse aquí dentro de ese espíritu de servicio.
Nuestros hijos eso lo ven, sin mirarlo, si me apuran sin verlo. Sin darse cuenta. Pero si hay alguna edad tremendamente receptiva es la de la niñez y el niño/a es capaz de captar los pequeños detalles que a los adultos se nos escapan.
Ese método-aprendizaje, en nuestra localidad, es particularmente único en este centro. Y vuelvo a insistir cada centro, cada modelo educativo tiene el suyo, pero la educación en valores que aquí se propone requiere un método de compromiso ciego con esos valores.
¿A quienes van dirigido estos valores y métodos?
Estos valores y estos métodos estaban destinados en sus orígenes a las niñas. Y no por ninguna actitud sexista sino todo lo contrario. Hemos comentado que Alcalá carecía de escuelas gratuitas para niñas. Es cierto que en las Amigas se impartía enseñanza a las niñas pero no es menos cierto que eran “escuelas” donde se cobraba por día de enseñanza y acuerdo con los padres, y no todas podían acceder a ellas.
Don Diego por tanto se fijó en el sector más desprotegido, las niñas, pero sobre todo las niñas más necesitadas que no tenían ninguna posibilidad de acceder a la cultura y en muchos casos al aprendizaje de unos mínimos valores.
Ya, con motivo del 1º Centenario del Beaterio, la entonces Hermana Mayor, Sor Telesfora de Santa María, ensalzaba a la mujer por sus valores individuales y como “corazón de la familia”. Decía: “La madre de familia forma a su vez el corazón de sus hijos, le alimenta con sus mismos sentimientos, creencias y afectos.”
Pero no solo es necesario educar a las hijas para ser madre sino que su compromiso tiene que ser con todos los demás, es un compromiso con los tiempos. Hoy la mujer, -y en el futuro mucho más- no va a ser solo madre sino trabajadora y dirigente de una sociedad en la que profundiza cada vez más.
Esto podría interpretarse hoy que la educación en valores y el método de este colegio va dirigido sólo a las niñas.
Pienso, sinceramente que todo lo contrario. Nuestra Constitución establece la igualdad entre los sexos en todos los sentidos.
Cada vez caminamos más a romper el tópico del hombre trabaja y la mujer en casa. Cada vez los hombres –(a la pura fuerza)- nos incorporamos más a la vida doméstica. Cada vez asumimos los varones tareas que antes se destinaban a las hembras. Cada vez el grado de implicación del padre en la tarea de educar directamente (no a través del principio de autoridad, o por un decreto de delegación natural hacia la madre) a los hijos es mayor. Por tanto ese fondo de valores no se va a transmitir sólo a través de la madre sino también, o en ocasiones, solamente a través de los padres. No es pues un error, a mi juicio, sino el mismo acierto, traer aquí a una niña que a un niño.
El amor, la libertad, la fraternidad, el servicio, el compromiso no son valores patrimoniales de la mujer, sino de todos los seres humanos, y por tanto todos debemos adquirirlos, o al menos debemos tener esa oportunidad. Por tanto entiendo que para los varones en Alcalá ha sido una conquista educativa tener esta posibilidad, tener la posibilidad de venir al Beaterio.
Hoy esa convivencia entre alumnos y alumnas se completa con la Escuela Hogar. Si difícil es generar inquietudes, propiciar corazones receptivos en los alumnos que permanecen solo unas horas, ¿qué tarea debe ser hacer de enseñante, educador, amigo, y a veces padre y madre? Y todo al mismo tiempo. ¿Cuántos hijos de nuestro pueblo y de la comarca tienen aquí un hogar, a veces el único hogar por circunstancias familiares?
Tanta complejidad de alumnos y alumnas exige un esfuerzo y a todos nos consta que se suele saldar con éxito.
Para todos nuestros hijos también es un aprendizaje convivir con esos alumnos que son a veces canal de divulgación hacia los demás, y observan que los más necesitados, que los hay, son los que más ayuda reciben, y que además tiene que ser así.
Las necesidades no sólo son para las niñas, sino para las niñas y los niños. Ahora que lo dice la letra que no seamos nosotros quienes pongamos barreras diferenciales.
En este cúmulo de intenciones, en este espacio trabaja un grupo de maestras/os, el cuarto pilar del sistema educativo.
Las maestras han desarrollado su trabajo entre dos tendencias muy poderosas:
- La exigencia del entorno que pone el acento en la formación, en el sentido práctico de los contenidos, y
- La tarea ardua de atender personalmente a los alumnos.
En cualquier caso su actividad participa de ambos elementos (educar a la persona, enseñar al estudiante) ese es un valor fundamental. Se da por descontado que el maestro además de materias como las matemáticas o la lengua, materias que seguro conoce, debe saber enseñar. Y eso supone una alta dosis de sensibilidad para captar las peculiaridades de cada alumno, pero partiendo de que el maestro no es el sustituto de los padres. Pero es cierto que el profesor pasa muchas horas con los niños y puede captar sensibilidades y problemas que nosotros los padres no nos damos cuenta. Es por tanto fundamental la sinceridad del profesor y la sinceridad de los padres, sin culpables, sin echarnos en cara nada, porque por encima de todo tiene que estar la felicidad del niño, su bien psíquico y físico. Por eso buscamos muchas veces para nuestros hijos un centro donde prime el trato humano. Ser maestro repito, no es tanto un problema de conocimientos cada vez más abundantes y especializados, sino un problema de trato humano. Porque no ser capaz de crear una atmósfera humana en una clase, no llegar a comprender a los alumnos supone a mi juicio un fracaso aunque estemos ante el maestro más sabio. Puede que conforme se vaya aumentando la edad del alumno eso no sea tan importante, pero a edades cortas eso es fundamental. En la enseñanza media quizás el profesor debe seducir, debe presentarse y vender su producto como algo atractivo, si no el fracaso está garantizado.
Pero el maestro también debe ser él, no solo el barro que se modela al gusto de los alumnos. Tiene que tener claro sus principios y su personalidad. Hay que disfrutar también de la profesión. Mantener encandelado a los niños durante un tiempo, crear un clima propicio para que los niños aprendan, es casi un arte. No existe la rutina. No hay un día igual a otro. Ningún niño es igual a otro. El que sabe apreciar esto recibe tan gratificación personal que creo que no existe otra profesión que la iguale.
Ello exige creer en lo que se hace, creer en ese sistema educativo, sentir fervor y esperanza por él. Quien no tenga muy claro esto le va a ser muy difícil permanecer, sobrevivir en esta tarea de enseñar.
Soy consciente de la multitud de frases hechas que se les dedica a los maestros y todos destinados a su descrédito social, a su infravaloración.
Trabaja menos que un maestro de escuela.
Pasa más hambre que un maestro de escuela.
El ejemplo del Magistral Cabrera parece no haberse extinguido. Todos parecemos descendientes profesionales del “dómine cabra”.
Francisco de Quevedo en su obra “la vida del Buscón” hace una descripción del licenciado Cabra un maestro clérigo que tenía por oficio educar hijos de caballeros.
Lo define así: “El era un clérigo cerbatana, largo solo en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo, los ojos avecindados en el cogote... tan hundidos y oscuros que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes, la nariz desfigurada por las barbas... la barba descolorida..., los dientes, le faltaban no se cuantos, y pienso que de no trabajar se les habían marchado, el gaznate largo como de avestruz con una nuez tan salida que parecía iba a ir a buscar que comer; los brazos secos; las manos como un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo parecía tenedor con dos piernas largas y flacas. Su andar espacioso provocaba con el movimiento que le sonaran los huesos. La habla ética; la barba grande que no se cortaba para no soportar las manos del barbero por su cara.
Tenía un bonete los días de sol, ratonado con mil gateras y guarniciones de grasa, con los fondos llenos de caspa. La sotana, según algunos, parecía milagrosa porque no se sabía de qué color era. Viéndola sin pelo parecía de cuero de rana. No tenía cuello ni puños. Parecía con los cabellos largos y la sotana mísera y corta lacayuelo de la muerte. Cada zapato podía ser la tumba de un filisteo. Conjuraba a los ratones para que no le royesen algunos mendrugos que guardaba. Tenía la cama en el suelo y dormía siempre de un lado para no gastar las sábanas. Era archipobre y protomiseria.”
No menos agradecida es la descripción que Juan Ramón Jiménez hace de la Amiga o del maestro Lepiani en su obra Platero y yo. Afortunadamente se podrían poner muchísimos ejemplos de todo lo contrario.
Este colegio es un ejemplo.
Aquí en el Beaterio siempre el magisterio se ha entendido no como una profesión sino como un oficio. Han sido decenas las generaciones que han aprendido sin la necesidad del título que se exige para ejercer una profesión.
Cuando la enseñanza es un oficio se ejerce sin límites. Incluso el niño/a ayuda al maestro porque los niños son los que le enseñan al maestro a enseñar, porque le dan experiencia. Este es un principio que aquí se ha seguido siempre: las relaciones con los alumnos, las relaciones también con las antiguas alumnas, que desde una vida en muchos casos decidida aportan también sus experiencias.
Pero en esta profesión, donde la materia principal es el ser humano, las personas, 2 y 2 no son siempre 4. Los resultados cuestan mucho trabajo conseguirlos. Hay que trabajarlos todos los días, en continua alerta porque todo el modelo, puesto en práctica por las maestras, está continuamente saeteado desde la calle, en la familia, desde los medios de comunicación. A veces son dos modelos diferentes los que se presentan ante nuestros hijos: el del colegio y el de fuera del colegio. El alumno/a se debate entre dos corrientes muy fuertes. Por eso creo que si nosotros optamos por un determinado modelo de enseñanza debemos contribuir al éxito de ese sistema. Tenemos al menos que intentarlo, tenemos que ser consecuentes con él. Tenemos que saber donde traemos o llevamos a nuestros hijos. Aquí los padres tenemos la última palabra.
“Hacerlo cual los queréis
quererlos cual los hacéis”
En los últimos años la enseñanza ha experimentado una violenta aceleración y hasta lo que parecía más sólido e inamovible ha sufrido una gran metamorfosis, en el terreno cultural y social, la juventud ha lanzado un verdadero desafío a sus mayores, a menudo llegando con feroz agresividad lo que hasta ahora se había considerado como la base misma del concepto cultura. Esto es lo que podríamos denominar “revolución cultural”, que tiene sus raíces históricas en el periodo inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial, pero que a partir de los años sesenta ha ido adquiriendo una importancia cada vez más decisiva hasta condicionar la mayor parte de los fenómenos del mundo contemporáneo.
Se hablaba de contracultura, pero no porque va contra la cultura, sino porque iba contra una cultura caduca y academizada, que se alejaba de los valores fundamentales de la sociedad, o que había recubierto esos valores de un caparazón que enmascara la realidad. Esa nueva cultura hace hincapié en dar respuestas a las necesidades humanas y por tanto prima las relaciones humanas.
A veces por tanto no hay que inventar nada nuevo, solo hay que releer bien y sobre todo hacer lo que dice la letra. El modelo de enseñanza en valores en los colegios católicos no es nada más que ajustar la enseñanza al modelo de hombre comprometido como recoge el Evangelio.
Estos modelos, métodos, alumnos, profesores e instituciones se presentan en Alcalá como un don gratuito. Un don divino transmitido a través de don Diego de Viera y que ha llegado a nosotros como fruto del trabajo de todo este Beaterio.
En palabras de don Fernando Toscano:
“El Beaterio, ahora ya con sus dos siglos de eficacia, puede considerarse la armadura espiritual más importante de nuestro pueblo, la primera de sus fuerzas morales. Ha contribuido, aunque a veces con su mera presencia silenciosa, a todo; ha influido en mucho, lo ha impregnado casi todo. A través de sus alumnas, por las familias relacionadas con él, por su valor en sí de Institución y de Congregación de la Iglesia, prácticamente alcanza a marcarlo todo: hábitos y costumbres, referencias del pensamiento y de la historia, conductas individuales y hasta colectivas.”
Y es que el Beaterio, para el historiador de Alcalá, es mutación en su organismo, cambio de fisonomía íntima y sobre todo..., bendición de la Historia.
Una Historia que mientras permanezcan los principios educativos que aquí se imparten se va a prolongar afortunadamente haciendo viable y posible la idea de Viera de “buscar hacer más humana la vida social, tanto en familia como en la vida civil, mediante el progreso de las costumbres y las Instituciones, adaptándose a los tiempos pero sin transformación, manteniendo su carisma de ser un don útil y gratuito que hemos recibido. Tenemos por tanto el deber de defenderlo y de divulgarlo.
Como decía al principio es injusto ignorar este ejemplo, es injusto no divulgarlo por el procedimiento que sea.
El compromiso educativo de Viera fue con Alcalá y Alcalá le corresponde de forma privilegiada beneficiarse de este compromiso, aprender de él, para también poder comprender otros compromisos que no se correspondan con este. Pero como decía un autor es preciso una patria para amar a los hombres, es preciso una patria para amar la patria de los otros hombres.
Aprovechemos pues el momento de la conmemoración del fallecimiento de don Diego de Viera para hacerle como tantas veces, y pienso que serán pocas, el justo reconocimiento.
Mientras haya hombres o mujeres con sensibilidad para captar donde están los más necesitados de cuerpo y de espíritu, y haya hombres y mujeres dispuestos a servir esa causa la humanidad no estará tan perdida. Podremos siempre agarrarnos a estos sólidos pilares.
Ojalá podamos ir cambiando cosas materiales que hagan el mundo más social y justo, pero ¡ojalá! permanezcan a nuestro alcance instituciones como este Beaterio. Alcalá tiene esa suerte. No la dejemos escapar nunca para que la educación en valores, que es un bien imprescindible, por muchos inventos modernos que surjan, siga teniendo en nuestro pueblo el carisma de ser un DON ÚTIL PARA TODOS LOS ALCALAÍNOS Y PARA TODAS LAS ALCALAÍNAS.
Jaime Guerra Martínez
14-Diciembre-2000
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