Dar con las señas de identidad de un pueblo es como tener el carnet de identidad al día. Para ello, lo primero es conocer bien sus raíces, sus antecedentes, las gentes que nos precedieron en estas benditas tierras que nos vieron nacer. El esfuerzo que se haga por dar con nuestra auténtica historia nunca estará bien pagado. Es una tarea que no la pueden hacer todos, pero todos pueden colaborar aportando los datos que han vivido, los vestigios que han hallado y los recuerdos que conservan de su vida.
Afortunadamente, Alcalá tiene yacimientos arqueológicos importantes, pero ninguno como el de la “Basílica de los Santos Nuevos”. Sin embargo, su identificación es difícil, pues el único lugar que permite alguna documentación es el que, en 1.800, aportó inscripciones y tumbas del siglo VII. Según Corzo Sánchez, el hallazgo tuvo lugar a 16 kilómetros de Alcalá de los Gazules, y a 2 kilómetros de la Mesa del Esparragal, cerca de El Puerto del Vizcaíno, hoy llamado Puerto de la Parada.
Según Ramos Romero, el más famoso de los obispos asidonenses, Pimenio, depositó reliquias en esta basílica visigótica 33 años después de su elevación a la silla asidonense. El obispo Pimenio tuvo dos ocurrencias importantes durante su episcopado: una, construir ermitas en todas las localidades de su diócesis, para que los fieles pudieran recibir los sacramentos y alimentar su fe; la segunda, reunir reliquias de los mártires para fomentar en los fieles el ejemplo de la vida heroica de aquellos santos.
Según Corzo Sánchez, el prelado realizó una inscripción referente al acto sobre un ara que no es sino un antiguo pedestal romano, hoy conservado en un muro lateral del trascoro de la parroquia alcalaína de San Jorge. Por antiguos dibujos sabemos que en la parte superior del ara hay una pequeña cavidad en la que se recogieron las reliquias. El texto está en latín, pero traducido al castellano, dice: “En el nombre del Señor. Aquí están guardadas las reliquias de los santos Servando, Germán, Saturnino, Justa y Rufina, mártires, y de Juan Bautista. En el día 5 de junio (de las nonas de junio) del año 33 del obispado de don Pomenio, 700 de la era (hispánica: 662 d.C.)”
Según Marcos Ramos Romero, el hallazgo fue de un labrador y su extracción de unos trabajadores, pero el P. José de Ayala del convento de dominicos de Alcalá de los Gazules, fue el primero que intentó traducir la inscripción y dio aviso al vicario de Alcalá, quien comisionó al arquitecto Pedro Ángel Albisu para que dirigiera la excavación. Por tanto, el descubrimiento de las raíces cristianas alcalaínas se deben al buen olfato histórico del labrador, pero sobre todo al padre dominico José de Ayala del convento de Santo Domingo de Alcalá.
El informe oficial se encuentra en copias en la parroquia de San Jorge de Alcalá, en el Obispado de Cádiz y en el Archivo Nacional. Las declaraciones de 1.800 hacen suponer que existan dos niveles de construcciones del edificio(...): el nivel inferior tenía su pavimento a unas dos varas de profundidad (180 cm.) y sobre él se hallaban los enterramientos más numerosos. Los planos conservados no diferencia estas dos fases, por lo que debe suponerse una iglesia visigoda del siglo VII, correspondiente a la época de la inscripción y las piezas de cerámica aparecidas en las tumbas, que sufría diversas reformas y ampliaciones, una de ellas en época medieval, cuando se reutilizó el pedestal como material de construcción.
Según los historiadores jerezanos Eugenio J. Geán y Francisco A. García, el edificio debía ser un pequeño salón con tres naves, cada una separada por una gruesa cimentación y, en sus laterales, otros dos cuerpos: a la derecha, una nave con ábside y, a la izquierda, tres habitaciones cuadradas. Según el historiador Ramos Romero, el cuerpo principal era un cuadrado de ocho metros de lado; la nave central de doble anchura que las laterales, contenía siete tumbas; la de la derecha, tres; la de la izquierda, dos; y había dos más a la derecha de la cabecera, por el exterior. La capilla, de unos cuatro metros de lado, sólo proporcionó el hallazgo del pedestal.
Gracias a los historiadores jerezanos y al historiador Ramos Romero, tenemos una idea bastante aproximada de lo que fue la ermita cristiana más antigua de Alcalá. El contenido de los sepulcros eran varios cadáveres completos con piezas de cerámica y una copita de vidrio, así como una fíbula visigoda y una cruz pectoral, que ha hecho pensar que se podría tratar de la tumba del propio obispo asidonense Pimenio.
En la gran explanada de la Mesa del Esparragal, del término de Alcalá, se encuentran también los restos de una importante ciudad de origen romano, Lascuta, que tuvo continuación en la Alta Edad Media con asentamiento visigodo. Hoy, sólo queda una torre que no se sabe a ciencia cierta si es romana o reutilizada y construida por los visigodos con los restos romanos. Se encuentran también restos de los muros, la calzada romana y restos del puente. También son notables tres grandes sillares utilizados como jambas o dintel en la entrada, que pudo ser una villa de un noble de la ciudad.
No deja de extrañar que la Mesa del Esparragal de Alcalá no haya sido asumida como lugar de interés arqueológico por la Junta de Andalucía, aunque a la torre, como a todos los castillos, se le otorgó reconocimiento especial de la Junta. Actualmente, no tiene protección especial ni se necesita permiso para su visita.
Juan Leiva
1 comentarios:
Una lastima que el Bronce se encuentre en el Museo del Louvre. Si pudiera publicar algo sobre el campamento romano que se asento en el Esparragal. Gracias y "peaso" de blog.
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