martes, 30 de noviembre de 2010

EVOCACIONES ALCALAÍNAS

58.- El Lario

En Alcalá hay dos montes que sirven de protección y defensa a la Ciudad. Uno es “La Coracha,” sobre cuya cúspide se levanta el Castillo y la primitiva población. Su nombre es árabe y designaba el torreón que protegía el agua que se recogía en el aljibe para dar de beber a la ciudad. De eso ya hemos hablado en otra evocación alcalaína. El otro monte es “El Lario”, espléndida y verde colina que refresca y purifica la mirada del visitante que se asoma a “La Coracha” a contemplarlo. La ciudad se acoge entre los brazos de los dos montes y tiene como frontis la majestuosa Sierra del Aljibe.

Al Lario nos íbamos los chavales a jugar al bosque de los laureles, como si su nombre se hubiera desprendido de “Laurus” o arbustos de las “Lauráceas”. He intentado recabar información sobre el topónimo del Lario, pero no he conseguido datos seguros. El nombre es latino y con él designaban los romanos al lago “Como” de los Alpes italianos de origen glaciar. Lo llamaban “Larius Lacus”; es decir, Lago Lario. Al subir al Lario y contemplar la Laguna de la Janda, ¿estarían rememorando los romanos al célebre lago italiano? Sea lo que fuere, hay que acudir a otras pistas más recientes.

Hay una que nos orienta hacia un topónimo onomástico, Nos referimos a un alcalaíno olvidado que, según Fuensanta Guerrero Marín, nació en Alcalá al final del siglo XVI o principios del XVII. Se trata de Luis Alfonso de los Cameros Estrada, nacido en la casa que hacía esquina entre la Plaza Alta y la Calle de la Carrera, donde estuvo el convento de las clarisas, hoy “Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia (SAFA). Los datos son de Fernando Toscano en su obra “Las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia en Alcalá de los Gazules.”

Siguiendo a Fernando Toscano, Luis de los Cameros era hijo del alcaide de Alcalá, Ambrosio de los Cameros y su esposa Isabel de Estrada Butrón. En 1622, Luis Alfonso era beneficiado de la iglesia parroquial de San Jorge de Alcalá y capellán de las clarisas; después fue cura párroco de la misma iglesia; de Alcalá pasó a Arcediano de Zamora; chantre en la Capilla Real de Palermo (Italia) y, en 1652, obispo de Patti en Sicilia. De allí pasó a Arzobispo de Valencia, donde sustituyó a San Juan de Ribera, fallecido en dicha ciudad en 1672. Luis Alfonso fundó en Valencia el Hospital de la Misericordia y se mantuvo hasta 1676, momento de su muerte, en cuya catedral fue enterrado.

Los Cameros eran oriundos de la comarca Tierra de Cameros, entre Castilla y León y La Rioja. En el Sur se encuentra la Sierra de Cameros, junto a los Picos de Urbión. En el Norte, el río Iregua separa Camero Viejo (al E) de Camero Nuevo (al O). Paralelo al río Iregua, discurre el río Leza, junto al que se encuentra el poblado Laguna de Cameros. Pues bien, en el siglo XIX, aparece en Málaga un industrial español llamado Martín Larios (1817-1875), nacido en Laguna de Cameros en 1817 y muerto en París en 1875. Martín Larios creó en Málaga fábricas de tejido y de azúcar y canalizó los ríos Guadiaro y Genil.

En 1888, varios de sus descendientes se instalaron en Gibraltar y su Campo, creando en La Línea una gran factoría de corcho que, según el testimonio de Lutgardo López Zaragoza (Guía de Gibraltar y su Campo. La Línea, 1901), era el primer establecimiento de este tipo en España. La fábrica se situaba en el Espigón de San Felipe, formando un gran triángulo y ocupando una superficie de 23.504 metros cuadrados, con viviendas y terrenos de los señores Larios y otros propietarios. Los edificios destinados a la fabricación del corcho ocupaban una superficie de 8.753 metros cuadrados distribuidos en varios grupos. La producción se dividía en tres sectores: fabricación de tapones, que ocupaba la mayor parte de los edificios, con unas 500 personas y una producción de cien millones de tapones; enfardado de corcho en plancha, con unas 100 personas, y una producción clasificada según su grueso y calidad, y la fabricación de serrín, con unos 20 hombres, que se embalaban en fardos prensados hidráulicamente y se exportaban al extranjero para las fábricas de “linoleum”, ya que no existía en España este importante producto.

Fuera de la fábrica, unos 1.000 trabajadores se empleaban en la operación del descorche de los alcornoques de los montes de propios de Cortes, de Gaucín, de Algatocín y de gran parte de los Alcornocales. Los señores de Larios se hicieron dueños de la extensa finca de la Almoraima, la más grande de Europa, que últimamente había pasado a propiedad de Rumasa. Al mismo tiempo, sus productos eran encauzados por la factoría de La Línea y se exportaban en barco desde los puertos de Gibraltar y Puente Mayorga a países de Europa.

No se saben las causas de la desaparición de las factorías de Los Larios en La Línea, pero parece que fueron los frecuentes incendios intencionados, provocados por los mismos trabajadores que integraban la factoría. En 1889, un terrible incendio destruyó más de 10.000 fardos de corcho y tuvieron que acudir a sofocarlo los bomberos de Gibraltar. En 1894, se produce un nuevo siniestro de mayores proporciones que el anterior, ocasionando ocho muertos y seis heridos graves. Cuatro meses más tarde, se produce otro gran fuego al que acuden las autoridades, las fuerzas de la Guardia Civil, las de Orden Público y las de la Policía Municipal.

Los señores de Larios llegaron por los Alcornocales hasta Alcalá, para adquirir la materia prima del corcho para sus fábricas. El nombre del Monte Larios puede ser uno de los testimonios de la presencia de Los Larios en Alcalá en el siglo XIX y principios del XX. Los incendios estaban a la orden del día. Pero la decisión de cerrar las factorías fue decisión definitiva de los Larios, que dejó en la calle a miles de personas.


JUAN LEIVA


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