2.- La primera torre de Alcalá
La
primera torre de Alcalá no fue la de la parroquia de San Jorge. Muchos siglos
antes, hubo otra, la Torre Lascutana, aunque no de naturaleza religiosa, sino
de carácter fúnebre, civil y militar. Todavía permanece en pie, aunque por puro
milagro, porque por allí entraron las primeras civilizaciones y, muy cerca,
estallaron los primeros enfrentamientos. La Torre se la debemos a sus primeros
pobladores. Durante el calcolítico, en el tercer milenio a.C., tiene su apogeo
el fenómeno megalítico. Se trata de un ritual de enterramiento colectivo que se
realiza en estructuras tubulares a base de grandes bloques de piedra, que
forman una cámara, con un corredor de acceso. En esa cámara se enterraban los
miembros de una misma familia. o clan. Son los dólmenes, como los encontrados
en las márgenes de la laguna de la Janda. Tenemos dos escritores que han
profundizado en la historia del Alcalá prehistórico: Ventero y Jaime Guerra.
“Ventero”.- Es el seudónimo del autor de un formidable
artículo publicado por un historiador el domingo 17 de septiembre de 2006. No
revela su nombre, pero debe ser un escritor consumado, a juzgar por la
descripción que hace de la torre y del lugar, con una serie de detalles y
conocimientos arqueológicos que delatan una profunda cultura prehistórica. El
artículo aparece con el siguiente título: “Alcalá de los Gazules: Torre Lascutana.”
Publicada por Ventero. “Sección Yacimientos Romanos.”.
Comienza
determinando la situación del lugar con estas palabras: “En Alcalá de los Gazules, a diez kilómetros de la ciudad, hay un cerro
amesetado, llamado Mesa del Esparragal, que forma parte de las estribaciones de
la Sierra del Aljibe. Se trata de un lugar apto para el asentamiento de un
núcleo de población y, como tal, ocupado por el calcolítico, aunque de esta
época no hay evidencias arqueológicas salvo la propia situación del terreno y
sus condiciones naturales que ofrecen defensa, reforzada con estructuras de
fábrica hoy desmoronadas.
Y
continúa diciendo: “La Torre Lascutana,
que data al menos del siglo II a.C., pudo ser con altísima probabilidad la
fortaleza situada en la Mesa del Esparragal (no en la Mesa de Ortega, como
dicen algunos, ni en el Cerro de la Coracha, como dicen otros). Hasta allí llegaban
los dominios de Asta Regia. Algunos la enmarcan en el grupo de “Turres
Hannibalis”, construída entre el 400 y el 200 a.C. por los cartagineses (no
todas por Aníbal, claro). Si la torre fue construida por los cartagineses, la
fase de la mitad superior de la explanada debió ser ocupada en tiempos
anteriores, por los fenicios o por indígenas, tartesios o turdetanos (lo que,
lejos de ser raro, coincidiría con Ocuri (Ubrique), donde se conserva un lienzo
de muralla ciclópea de factura turdetana.”
Y
añade que “No debe extrañar que pensemos
en ocupación fenicia, pues va siendo hora de dejar de pensar que las colonias
fenicias se limitaron a la línea de costa. Debieron asentarse también tierra
adentro, para explotar las salinas, de las que en la provincia de Cádiz hay
varios ejemplos, como la de Hortales, junto a Iptuci, donde también apareció un
bronce), la de Arroyomolinos (hoy bajo las aguas del embalse de Zahara),
generadas por las los diversos ríos llamados Salado. Junto a Lascuta había una
salina y y en Alcalá aún existe la de
Fuente Salada.”
Referente
a las tres fases de ocupación de la Mesa del Esparragal, aclara: La primera fue el castro prehistórico
situado en el punto más elevado de la Mesa; la segunda prepúnica –fenicia o
indígena- y la tercera corresponde a la fecha de construcción de la “Hannibalis
Turris”, de manera que la interrupción, al norte de la explanada, señala el
punto donde debió situarse la única puerta aneja a la torre.
Alguien ha planteado que hay “Turris
Lascutana” y Oppidum Lascut o Lascuta. Entonces la torre pudo estar en la
ciudad, como defiende García Moreno, o pudo estar separada de ella –posibilidad
por la que se inclina A.Tovar-. El autor del artículo cree que torre y ciudad
estaban juntas; no puede decir otra cosa el que haya visitado el sitio. Esto es
así no sólo por la extensión de la mesa, capaz de una ciudad, o por los restos
materiales, que son suficiente indicio, sino por el dato cuasimatemático de que
la torre está en el extremo más bajo de la explanada.; de haberse construido
sólo una torre, se habría situado en el punto más alto, al lado contrario,
donde hoy está el vértice geodésico, a 230 metros sobre el nivel del mar. A
partir de aquí se extiende una gran explanada rectangular –con una inclinación,
como un plano basculante-suficiente para asentarse una ciudad de dimensiones
respetables. En el lado contrario al vértice, el menos elevado del rectángulo,
está la torre más baja que el vértice geodésico; el desnivel se percibe por la
sombra, detalle importante. Entre la torre y el vértice hay una distancia de
cuatrocientos cincuenta metros.”
El
autor se esfuerza en describir el lugar con toda clase de detalles y mide todos
las distancias para determinar el lugar exacto: .De todas formas, Lascuta estaba dominando el paso de la vía romana que
unía Carteia con Corduba; de ahí el interés de los conquistadores en desligar este núcleo estratégico del
dominio sobre él ejercido hasta ahora por una ciudad poco amiga de Roma como
Hasta Regia (Jerez). La carretera Alcalá-El Valle se superpone a lo largo de
cuatrocientos cincuenta metros al trazado de la calzada romana; ésta proviene
del este y su último paso es un caserío actual llamado “Puerto de la Parada”,
nombre que informa de una posible “mansio”, donde hoy se elabora un rico pan
campero de horno de leña en forma de teleras. El trazado de la calzada abandona
la carretera hacia el oeste y, ascendiendo, busca directamente la Mesa, por la
que pasa en el punto donte está la fuente que mana todo el año. El camino que
sale de la torre busca la vía romana en diagonal –para salvar el precipicio de
la fuente- y la encuentra al cabo de unos doscientos metros.Después de la vía
marchaba a Iptuci (Prado del rey), Ocurrí (Ubrique) y Acipino (Ronda).
Por su parte, Hasta Regia se
asentaba donde ahora está Mesas de Asta, barriada rural de Jerez. Entre Hasta y
la Turris Regina, había una distancia de 50 kilómetros en línea recta. Es
curioso que el perfil topográfico de la Mesa del Esparragal (Lascuta) recuerda
muchísimo al de Mesas de Asta (Hasta Regia); siendo posible que tal semejanza
impulsara a los astenses a mantener una ciudad.alejada, pero en un lugar dotado
con el mismo tipo de urbanismo con el que estaban familiarizados.
Nos podemos preguntar: ¿Y
hoy? Lo que hoy nos queda sobre el terreno es una torre reconstruida o
restaurada con restos romanos similares a los que abundan por toda la explanada
y presenta una altura de doce metros. La factura actual es medieval, no
exactamente visigoda como se afirma en algún sitio. Tal afirmación puede haber
estado motivada por la proximidad de Medina-Sidonia, cuya vista se tiene casi a
tiro de piedra desde lo alto de la Mesa; es posible que ambos núcleos
estuvieran muy relacionados cuando Asidonia era, en época visigoda, la
población más pujante del “Conventos Gaditanus”.
“Ventero” termina diciendo que la factura es más bien almohade, aunque
no hay muestra de encintado en el paramento; se basa en que era habitual en
este pueblo invasor, la restauración y la reutilización de sillares romanos,
junto con la bóveda de ladrillo, como las dos que existen precisamente en el
interior. Una bóveda “en rosca” en perfecto estado aún, delimita la primera
planta, que está siendo utilizada como pajar, y la otra, hoy residual en los
arranques, separaba la segunda planta de la terraza o atalaya.
Jaime Guerra Martínez.- El segundo historiador que ha profundizado
en el origen de la Torre Lascutana es nuestro paisano Jaime Guerra Martínez. En
un estudio documentado sobre “Iglesias
alcalaínas desaparecidas” describe, especialmente, “La basílica visigoda del caracol”(Los Santos Nuevos), donde aporta
detalles, connotaciones históricas y datos arquitectónicos muy curiosos sobre
nuestra primera torre o Turris Lascutana.
Guerra
Martínez es director del IES “Sáinz de Andino” de Alcalá. Su trayectoria como
profesor y su gestión como director es conocida y valorada por todos los
alcalínos. Asimismo, su polifacética actividad está presente en los más
importantes hitos históricos de la ciudad. Sobresalen, sin embargo, sus
investigaciones sobre Alcalá y sus publicaciones periódicas sobre las etapas
más importantes de nuestro pueblo.
Acerca
de la Basílica de los Santos Nuevos”, dice: En
los primeros días de octubre de 1800, un labrador llamado “Tío Zarco”, encontró
una piedra con unos signos que no pudo entender, en el Cerro de la Caballería
del Caracol”. El 13 de octubre, el padre dominíco, Fray José Ayala, observó los
signos que estaban visibles y organizó al día siguiente una excavación que
dejaron a la luz un pedestal cuya inscripción es:
“IN
NOMINE DNI HIC/ SUNT RECONDITE RELIQUE/ SCOR SERVAND GERMANI/ SATURNINI IUSTE
RUFINE/ MARTIR ET IOANNI BABTISTE SUB DNNA.IYNLAS/ ANNOXXXIIIDOMNI/ PIMENI
PONTIFIIS/ ERA JCC/ AERA 700/ P.C. 662”.
“En el nombre del Señor aquí
están depositadas las reliquias de los santos Servando, Germán, Saturnino,
Justa, Rufina Mártires y Juan Bautista, en el día noveno de las calendas de
junio del año XXXIII del señor Pimenio como pontífice en el año DCC de la Era.”
Se trata del epígrafe más
reciente entre los encontrados de este obispo Pimenio que ocupó la sede de
Medina Sidonia en la segunda mitad del siglo VII de nuestra era, y que es bien
conocido por dedicaciones similares realizadas en Salpensa (Cortijo de
Facialcázar, cerca de Utrera), Medina Sidonia y Vejer (ermita de San Ambrosio).
Parece que su actividad fundacional consistió en muchos casos en la colocación
de reliquias de santos en edificios ya existentes, dejando grabada la
inscripción en cualquier pieza romana en desuso; así ocurre en Medina y Vejer,
y parece que es el mismo caso que de Alcalá, aunque aquí las dimensiones del
edificio y las tumbas parecen indicar un edificio levantado en esas fechas.
Termina
Guerra Martínez aclarando que “el fraile envió avisos a las autoridades civiles
y eclesiásticas, que se presentaron a los pocos días acompañados por el
arquitecto don Pedro Albinsu que andaba por allí en otros encargos. Éste
reconoció la importancia y antigüedad del pedestal de los que trasladó los
informes oportunos, y se dedicó a iniciar a sus expensas la excavación completa
de las mismas. Parece que la intención no era dar a conocer un retazo de
nuestra historia, sino la de descubrir las sepulturas de los santos patronos de
Cádiz. Ello condujo a la paralización de la obra. El esfuerzo sirvió para
darnos a conocer la basílica y la existencia de un cementerio romano-visigodo,
de cuya memoria algo queda y mucho por descubrir.”
Otros
detalles que aporta Guerra Martínez son que, según reza en la inscripción, “fue
consagrada en el año 662 por el obispo Pimenio.” Nos da también los datos
arquitectónicos siguientes: “Se trata de una diminuta basílica de tres naves:
una central de 2,20, y dos laterales de 1,10 metros. La longitud de las naves
es de 6,30 metros. La anchura total en el interior es de 5,50 metros, de los
que 1,10 son cimientos de los paredones. La basílica era empleada como
sepulcro.”
JUAN LEIVA
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