LA UTOPÍA DE LA SOLIDARIDAD
Hacía
tiempo que no veíamos una reacción tan generosa como la que estamos
presenciando en estos días prenavideños. Parece que lo que no habían conseguido
los políticos ni las ONGs nos vienen por otros caminos más sencillos y auténticos:
Y llegan así las colectas de Cáritas, las dadivas ocultas de los buzones de los
pobres, las recogidas de alimentos en los supermercados, las entregas de ropas
y mantas en las entidades benéficas, las llamadas de subsistencias en las
parroquias, la lucha por recoger medicamentos no caducados para el tercer
mundo, las recogidas de alimentos no perecederos en los colegios, las
manifestaciones populares para ayudar a los discapacitados, las visitas a las
cárceles para llevar esperanza a los desesperados, y tantas y tantas muestras de solidaridad como están surgiendo
por todas partes.
La
solidaridad, a la que los cristianos llaman “Caridad”, es la gran utopía que nos dejó Cristo para sentirnos hermanos de
toda la Humanidad. Es verdad que, si
quisieran las grandes empresas, el hambre y la pobreza en el mundo quedaría
reducida al 7% del producto interior bruto de los países ricos. Nos quitarían
un peso de encima, pero la gran obra utópica de compartir la riqueza entre los
hermanos, de quitar el dolor del mundo, de ayudar a los niños con necesidades
especiales, de dar de comer a los que no tienen pan, de curar a tantos enfermos
incurables, de crear colegios y hospitales en el tercer mundo, de levantar
viviendas para todos, sería un entretenimiento; ni siquiera nos enteraríamos de
que existe hambre en el mundo.
Cuando
las multitudes seguían a Jesús buscando solución a sus males, él decía: “No quiero despedirlos en ayunas ni
sedientos de verdad y de bondad. Y fue dando a los discípulos el don de la
solidaridad, y los discípulos a su vez los daba a la gente para que se
alimentaran, curaran sus enfermedades y limpiaran su salud mental. Y añadía:
“Los últimos serán lo primeros y los primeros los últimos”, una extraña profecía que asegura el carácter
utópico de la Buena Noticia Evangélica: anunciar la libertad a los cautivos, la
vista a los ciegos, la buena noticia a los pobres y proclamar el año de gracia
del Señor.”
Se
quitarían las hipotecas sin fin y los banqueros condonarían las deudas, las
cárceles levantarían las cadenas y todos tendrían derecho al mismo salario, a viviendas
dignas, a las mismas vacaciones, a similares pensiones, a idénticos ahorros... Todo
eso hecho por obligación o “por el qué dirán”, nos lleva a la sociedad sin
corazón y tendríamos que comenzar de nuevo, dejando en manos de los gestores
nuestros trabajos y esfuerzos como en los sistemas comunitarios. La utopía de
la solidaridad, propuesta por Cristo no tiene titulares, alcanza a todas las
personas de buena voluntad y surge de los corazones de carne, de las mentes
libres, de las voluntades generosas. En medio de esta crisis desgarradora, esas
personas nos devuelven la esperanza,
pues saben que vale más dar que recibir.
JUAN LEIVA
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