DAR ES DARSE
Llega la Navidad, los días de los
regalos, de dar algo a los tuyos, a los que te rodean, a los amigos. A veces no
tenemos una idea clara y nos lanzamos a la calle a buscar algo que nos saque
del apuro. La sociedad de consumo lo resuelve en un minuto: “¿Cuánto se quiere
usted gastar? –nos preguntan con interés la tienda de regalos-. “Pues aquí
tenemos lo que usted busca; pague y salga del aprieto.” Hacemos lo que nos
dicen y convertimos el regalo en un pobre trato de mercado. Eso sí, perfectamente
envuelto en papeles lustrosos. Esperamos
la impresión que produce al entregarlo y casi siempre nos quedamos
insatisfechos. La ilusión apenas dura un día.
Dar o regalar debería ser algo
más que eso. Se trata de entregarse a alguien mediante la ofrenda de algo. Los
que salen más airosos de los regalos son los niños. En el Colegio, antes de la
Navidad, escogen un buen papel o una cartulina, dibujan algo, lo colorean y lo
enmarcan con unas líneas y el rótulo de “Feliz Navidad” o “Felices fiestas”. . Ponen
todo el interés y el buen hacer para agradar a sus padres o a sus abuelos. El
Día de Navidad o de Reyes, lo entregan y los mayores se los comen a besos.
Siempre salen airosos, porque ahí no hay trampa ni cartón. Sus hijos les han
regalado algo propio, hecho por ellos mismos, acompañado de los mejores
sentimientos y entregado con la mejor de las sonrisas.
El papel, el dibujo, los colores
y el enmarque es lo de menos; lo importante es la persona que lo ha
transformado y que ha ido al encuentro para entregárselo a los padres o a los amigos,
para demostrar que los quieres, porque le entregas algo de ti mismo. Las cosas
más simples, más ingenuas, menos costosas y en las que uno participa más
personalmente con su tiempo, dejan de ser meros regalos y se transforman en una
reliquia que uno guarda para toda la vida.
A veces el regalo lleva un gran
envoltorio de papeles o cartones bonitos para sorprender, aunque el contenido
se reduzca a una simpleza. Tampoco eso debería tener importancia, si el
contenido es un trozo de sentimiento sincero de la persona que nos lo da.
Generalmente creado por la misma
publicidad para asombrar al destinatario.
Otras veces, en cambio, el regalo
lleva dentro de sí algo de lo más íntimo, incluso religioso o sagrado, y
entonces el regalo se convierte en una ofrenda de uno mismo para la persona a
quien lo enviamos. Deberíamos aprovechar estos días de ofrendas, para renovar
los vínculos del amor, de la amistad de las personas a las que queremos y que, a
veces, por descuido, olvidamos. Me gustaría que estas líneas fueran eso para
toda la clase del 60.
JUAN LEIVA
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