Cuando estudiábamos
filosofía, había una palabreja griega que se nos quedaba marcada en los
archivos de la inteligencia. Era “entropía”, un vocablo cuyos sinónimos significan “evolución” o “retorno”. De ahí
surge la relación entre la cantidad de calor que un órgano gana o pierde y su
temperatura absoluta. Cuando se produce una pérdida de calor por conducción, la
entropía o pérdida de energía aumenta. En cambio, en el proceso reversible, la
entropía disminuye, pues la energía no puede utilizarse para producir trabajo.
La conclusión más llamativa
era que, si los cuerpos de la creación van perdiendo su energía, calor o
fuerza, la creación irá camino de un fin y llegaría un momento en que toda esta
creación mostrara la cara más auténtica de su versión esencial, un ser finito
que tiene sus días contados y volverá a su retorno, es decir, a la nada. Pero,
si no fuera así, el mundo sería infinito y se confundiría con la materia o panteísmo;
todo es dios.
Este principio físico,
termodinámico, que establece la pérdida de energía producida en el universo, ha
sido reconducido por los nuevos físicos, para quienes la disipación de energía
y de materia, -generalmente vinculada a los conceptos de pérdida, rendimiento y
evolución hacia el desorden se convierte, lejos de situaciones de equilibrio,
en fuente de orden y de autoorganización que conducen a nuevos estados de la
materia. La determinación o el azar se mezclan en esas fluctuaciones de orden y
desorden.
Por tanto, la entropía no
destruye o, mejor, destruye para ir construyendo en el espacio de sus residuos
y constituyendo nuevos valores, otro mundo auto-organizado con su vida intensa
y nueva. Un ejemplo es la belleza que se renueva continuamente y nos ofrece
nuevos y espléndidos valores, como asimismo, la Ciencia, la Medicina, la
sociedad, la técnica…
La pasión, muerte y
resurrección de Jesús sería un fracaso si no
tuviera futuro. Pero lo mismo que el inicio de la creación tuvo un
formidable desarrollo que aún hoy lo podemos contemplar, la entropía nos
sorprende con nuevas sorpresas llenas de esperanza. El jesuita Oscar Mateo, en
el Suplemento del Cuaderno n.183 de CJ., dirige su mirada hacia cuatro grandes
niveles: A nivel global, hay que avanzar hacia la construcción urgente de
instituciones capaces de gobernar la globalización. A nivel ecológico, la
solución no puede consistir, simplemente, en repetir décadas anteriores o en
conseguir viejos compromisos sociales con vuelta a los viejos tiempos, como la
lucha contra el cambio climático, teniendo en cuenta la postura de USA y China.A nivel europeo, es urgente retomar el
proyecto basado en valores como la equidad o la solidaridad y, sobre todo, en
la necesidad de que sea un verdadero contrapeso de la doctrina neoliberal. Y a
nivel estatal, es necesario mejorar la eficiencia del sector público, estableciendo
prioridades con rostros humanos. La resurrección del Señor nos ofrece una
Pascua llena de esperanzas.
JUAN LEIVA
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