De tus manos
salieron Tierra y mar
y salieron la luz
y el firmamento,
y con barro, al
impulso de tu aliento
Tú formaste a los
hombres para amar.
Y has creado este
Sol para alumbrar,
y las nubes, la
lluvia y hasta el viento,
y la vida surgió
en un momento
y un edén, paz y
bien, nos fuiste a dar.
Pero tantas
venturas no bastaron
que las turbas,
con odios y rencores,
en la Cruz de la
infamia te colgaron.
Y hasta tanto
llegaron sus horrores
que, por verte
seguro prisionero,
te clavaron tus
manos al madero.
José Arjona
Atienza
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